Archivo para 2009
Las últimas hojas del almanaque
lunes, diciembre 28, 2009Es una lástima que el Parque Nacional del Volcán Poás cierre a las 3:30. En estos días de verano ventoso, el atardecer, desde el volcán, debe ser algo impresionante. Sobre todo si tiene uno esa suerte mítica de un día despejado. Dicen los que lo han visto, que se ven ambas costas. Se verá así, simultáneamente, del Atlántico iluminándose de estrellas y el Pacífico incendíandose de atardeceres? Nosotros llegamos a las 3:22. Así que nos devolvimos antes de que nos devolvieran en la boletería.
Navidad, es Navidad… toda la tierra se alegra
viernes, diciembre 25, 2009El lugar a donde asustan
martes, diciembre 22, 2009El mío es un edficio, ya un poco viejo, que queda en el centro de San José, frente a uno de sus parques. Prácticamente cada domingo me llevaban a uno de los apartamentos, en el quinto piso. Desde la ventana podía ver a Rigo, que era un borrachito porque todavía no se conocía en Costa Rica el concepto de homeless o indigentes. Y eso que era 1980 y ya el dólar había dejado de valer 8,60. Las crisis de antes eran diferentes, supongo. Rigo se sentaba en una banca a tomar. Y a la par, su zaguatito: Comecuandohay.
Yo tengo pesadillas con ese edificio y específicamente con sus ascensores. Son pesadillas recurrentes, en las que me monto al ascensor y nunca llega a mi piso. Sube y baja sin control, a veces en horizontal, a veces en curvas. Y yo siempre con aquel terror, aquel sudor frío, aquella sensación de estar en un elevador que no me quiere dejar escapar. Y el terror de volver al quinto piso, de dónde no sé cómo logré huir y dónde me están buscando a gritos rabiosos y a dónde no quiero volver.
Musaraña-me o de la importancia de llamarse Fofito
viernes, diciembre 18, 2009Nota de Sole: Este texto apareció publicado en la segunda edición de la revista Musaraña, por gentil invitación de los editores. En la revista se ve mucho mejor que aquí, porque tiene un diseño, ilustración y diagramación de Daniel Ortuño que le da sentido a todo el texto. Somos el centerfold, pero estamos rodeados de cosas buenísimas en todas las otras páginas. La recomiendo
No sé si a las demás les pasaba lo mismo que a mí. Mi primer recuerdo de estarme bañando, es acompañada. Ella me supervisaba, desde el otro lado de la cortina, para verificar que yo lavara bien cada rincón de lo que uno podría lavar cuando tiene años. El brazo, examinado con atención para vigilar que no quedara ningún pedacito de piel sin enjabonar. La pierna, lo mismo, desde la cintura hasta el dedo gordo. La pancita igual. La cabeza y la espalda, por obvios impedimentos físicos, eran verificados por ella. Y así con todo, excepto con el Fofito.
A la indicación de “Falta el Fofito”, ella cerraba la cortina y me daba los únicos 15 segundos de privacidad absoluta que había que dedicar al Fofito, con una mano rapidísima, un poco de agua y listo. Para lavar el Fofito, además, uno volvía a ver para arriba.
El Fofito encerraba todo un secreto. Yo tenía fofito. Ella, fofó. A veces, cuando se sentía atrevida y traviesa, Ella le decía “Foquis”, una palabra corriente, callejera, más propia del arrabal de una cantina o de una cabaretera, pero no para mí que me estaba bañando. Y me angustiaba.
Kiril Beliayev
jueves, diciembre 17, 2009Ese año, yo andaba encaramada en la Vuelta Ciclística. Mi oficina se había decidido a patrocinarla y un grupo selecto de bombetas y vagos de amplia trayectoria, nos habíamos ofrecido a ser dignos embajadores de la oficina, dar declaraciones a la prensa, salir en todas las fotos, atender lo que se ocupara y en general, perder el tiempo sentados en las cajas de los pick ups, derrapando en las curvas del cerro de la muerte, recorriendo el país a la velocidad de la bici, en una época en la que solo la gente muy blanca usaba bloqueador. Los demás aguantábamos estoicamente el sol y las quemadas para quedar luego de un color tinaja parejo.
Kiril Beliayeb era uno de los pedalistas. Con un uniforme azulito. Acababa de caer el muro y nadie estaba muy seguro si era ruso, soviético o si su país estaba en plena efervesencia y a punto de cambiar el mapamundi.
El boom de las novelas históricas
domingo, diciembre 13, 2009El otro día mi amigo el Dr. Muppet, andaba cargado para arriba y para abajo un libro gordísimo con el sugerente título de «Te Daré la Tierra». Además de extrañarme que mi amigo ahora se dedique a la lectura de libros, sin mencionar libros así de gordos, quise saber de qué se trataba «No llevo mucho, pero es de Barcelona y de judíos. Mi papá ya lo leyó y le gustó mucho» y me lo recomendó»
Inmediatamente empecé a convencerlo que me lo prestara de un día para otro, vanagloriándome de mi capacidad de lectora voraz, capaz de pasar la noche en blanco, cuando algún tema me interesa. Lo convencí y me dio el libro, que me reclamó todos los días por mensaje de texto hasta que se lo devolví, sin terminarlo.
I am the ghost of Christmas past
martes, diciembre 1, 2009Cuando yo estaba en la escuela, para el primero de diciembre ya estaba en vacaciones. La Nación empezaba a publicar una tira cómica de algún personaje clásico de Disney, con una historia incoherente, escrita en un español que en nada se parecía al nuestro, pero con un tema clásico navideño incluyendo la Navidad en peligro, el robo de todos los regalos del mundo. Yo la seguía con devoción cuasi mística, mi propio thriller navideño, que me ayudaba a sobrevivir la impaciencia de los 24 días que faltaban antes de que llegara el niñito.
Preaching to the Choir: la marcha talibán de mañana
viernes, noviembre 27, 2009A mí lo de la marcha de mañana, me tiene que me lleva puta. No puede ser y me niego a creer que sea posible que lleguen cien mil personas, la mayoría de esas doñitas como mi mama, con rosarios guindando, «el señor» a flor de boca y con los brazos abiertos al cielo para que los libre de esas perversiones contra las que precisamente se van a manifestar.
Recados
martes, noviembre 24, 2009El del pasado. Me doy cuenta que tengo un aterro de camisas color mostaza. Y que me encanta ponérmelas con algo azul. El otro día me pongo una enagua azul, una sueter mostaza y me lamento, porque de haber hecho un pelo más de frío, me encaramo un cuello de tortuga blanco. Curioso- me digo- como a una por épocas le da por los colores. Para inmediatamente después acordarme que el uniforme de mi escuela era azul, con una faja mostaza y camisa blanca. De gala, con un saquito mostaza. No amarillo, mostaza. Y los zapatitos de amarrar azul oscuro, que solo los hacían en una zapatería en Las Arcadas. Con ribetes que hacían colochos. Rivetes mostaza, mis zapatitos de primer grado.