Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

 

diciembre 10, 2023

Siggy

Hace dos días cumplió 3 añitos. De caos, pelo, lagañas y su hocico colocado con delicadeza encima mío cada vez que puede.

Me ha ganado poco a poco el corazón. Ya hasta le hago la misma voz que le hacía a Fusi.

Igual que Fuser, no sabe que es perro. Pero a la vez es distinto. Es más buenazo, más independiente, menos mío, más tierno, más transparente.

Hoy tuvo un episodio que no sabemos bien qué fue. Una patita se le puso tiesa y cayó al piso e hizo como una convulsión.

Oí a Pato gritar y a Marce atenderlo y cuando llegué, se estaba recuperando. Estaba paralizada viéndolo y recordando cuando Fusi se empezó a enfermar. Pato me estaba dando a espalda y cuando me sintió, se volvió a verme con los ojos llenos de lágrimas y me pidió con la manita que me acercara.

Siggy no se puede morir. No le puede pasar nada. Pato no puede ver a Siggy morir. Lo destruiría.

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diciembre 9, 2023

duelos

Fue una semana en el limbo, entre la gastro colo, el TAC y la espera. Pero al final, con una espalda contracturada, mandando todo a la mierda, comiéndome el mundo por la ansiedad, se confirmó que estoy libre de cáncer, al menos por seis meses más.

Había leído que cuando los exámenes ya no son tan frecuentes, la ansiedad aumenta. Confirmo. Según yo, logré la disasociación perfecta para sobrellevar el tema. Pues dicen los nudos en mi espalda y mi hombro trabado que no.

Ni siquiera el coctel de dorixina relax, rybotril, y conrelax plus pudo apagar las pesadillas.

Anoche soñé que en un hostal, alguien me quemaba la sueter roja que yo usaba con una luz de bengala. Que el lugar era peligroso y me disparaban al mismo brazo. Que se burlaban de mi forma de nadar. Que trataba de llegar a recibir atención médica y no lo lograba.

Tengo que recordar que perder un cliente poco importa comparado con perder la vida, perderme la vida de Pato. Aquí es donde se juega de verdad mi partido.

Cuando leí de la muerte de Raquel, iba en el carro. Racionalmente me preparé para la tristeza, pero en cambio, sentí una enorme calma, un agradecimiento y ese sentimiento tibio de todas las veces que le dije Te quiero. Oí claramente su voz en los audios, la sonrisa siempre detrás de lo que me estuviera diciendo. La desesperación cuando se enteró de la muerte de aquella cantante que también tenía cáncer. Raquel nos enseñó muchísimo sobre el sistema, la resilencia, la última dignidad del control de las emociones, la espera y gestión de resultados aunque no fueran los mejores. Raquel nos enseñó a manejar el cáncer, la muerte, el dolor, el duelo. Gracias a la iniciativa de ella escribí mi cortísima guía para la quimioterapia y sus efectos, que ya la he compartido varias veces.  Hablamos sobre nuestra proceso de aceptación de la muerte. Qué nos esperaría del otro lado. Me atreví a pedirle que le diera un abrazo a mi papá y a mi abuela. Me reconforta saber que ella no se aferraba a este plano y creía de corazón en la vida eterna. Nos pidió que pidiéramos por su descanso. Y la recordaré siempre sonriendo. Te quiero, Raquel.

Hay una película nueva, que tal vez nunca veré por culpa de los esquemas de streaming, que se desarrolla completa en la casa de Rudolph Höss, al lado de Auschwitz. No se ve nada del Holocausto pero está siempre presente. Y esa realidad alterna que vive él y su familia es macabramente bucólica, de ensueño, mientras literalmente el mundo arde a su lado. De mí, en particular, no se podría decir que soy antisemita. Ni siquiera me importa ese enredo con el antisionismo. Pero me siento y siento a Occidente como la familia Höss, preocupados por el té o un traje mientras en Palestina un profesor universitario recibe una llamada diciendo que lo van a matar y lo matan. Un francotirador asesina a una anciana que siempre dijo ser más vieja que Israel. Funcionarios de la ONU van a trabajar con sus hijos, para que si mueren, mueran todos juntos. 7000 niños muertos en 40 días. La Operación debería llamarse Herodes. Pero aquí nos preparamos para la Navidad.

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diciembre 5, 2023

El karaoke

Soñé que tenía que ir a negociar una pensión alimentaria con un abogado que se llamaba Antonio Lähderman, que tenía su escritorio en un auditorio de una clínica grande de la CCSS. Iba a nombre de Gaby, que no podía ir ese día.

El escritorio era de esos antiguos de gobierno, de metal y de madera, pesado. Detrás de su silla estaban sus títulos. Yo quería saber de dónde venía su apellido. Porqué estaba ahí. Pero no pregunté.

Mientras él hablaba con la señora, yo me iba a dormir en una habitación que me asignaron. Tarde en la noche llegaron a buscarme y en pijama me fui a negociar con la señora y el abogado. Quise llamar a Gaby, pero el abogado insistía en que no era necesario.

Ella me explicó que el cliente que yo representaba pagaba solo 11 mil por la niña pero que ahora a ella, la madre, le habían asignado 350 mil más. La niña tenía un nombre impronunciable por escrito pero que se decía muy sencillo. La negociación era sobre cuánto había que pagar y en cuánto tiempo. Llegaron más personas a la mesa, estudiantes que querían aprender.

Y perdíamos el hilo de lo que estábamos negociando, para hablar de colegios, experiencias, sueños. Yo les decía que ir a un colegio privado te exponía a ver cosas a las que nunca tendrías acceso. Que si de mi dependiera me iría a vivir a Europa y pasaría visitando un pueblito diferente por día, hasta en África. Pero que no podía.

Iba entrando más gente al auditorio. Se pasó una fiesta de la institución al auditorio. Señores mayores, a punto de pensionarse, peinados altos, señoras gordas pero felices. La orquesta. Bailaban precioso en el espacio del auditorio.

Una de las estudiantes me animaba a ir a preguntar al conjunto si se sabían Yo te amo, de Sandro, para cantarla en Karaoke. Y me decían que sí. Desde el micrófono principal saludaban a Antonio.

Me quedé en el momento en que me di cuenta que me fallaba la voz y que no me saldría la canción con el sentimiento que necesitaba.

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diciembre 1, 2023

El té

Este, en particular, me sabe a mañanas frías en Santiago, a pan calentado al fuego del gas, a aire helado, a ciudad que despierta. A la necesidad de sostener la taza con las dos manos, a marraqueta con queso mantecoso del Sur, o mantequilla o mermelada.

Al sol que apenas se asoma atrás de la Cordillera. A calefón encendido. A bajar corriendo las gradas y salir a la calle, a la necesidad de ir a la Plaza y ver otra vez La Moneda y caminar por cualquier calle del centro entre sombras y rayos de sol.

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diciembre 1, 2023

La casa

Soñé que era mi casa onírica. Los baños estaban recién remodelados, como en la realidad. Pero en el sueño habíamos forrado paredes con bolitas de cristal en degradación de colores en tonos melocotón. Era pesado y excesivo y barroco pero me encantaba cómo la luz daba sobre esas perlas.

Mi padrastro empezaba a arrancar las bolitas con una espátula. Yo trataba de detenerlo pero no podía moverme. Y sentía la cólera de ver cómo destruía lo que a mí me gustaba, mi casa, mi baño, sin derecho, sin preguntar, sin disculparse.

Yo ahí paralizada, llorando de furia. Temblando. Cuando me pude mover, me fui corriendo a buscar ayuda.

Pero cuando volví, mi casa parecía el palacio de la Bella Durmiente. Ya no era blanca, era gris y negra. Ya no tenía ventanales llenos de luz, eran ventanas pequeñas y oscuras. Ya no había jardín, solo arbustos llenos de espinas enormes. Ya no eran esas líneas limpias. Había torres con picos, descuadradas. Era de noche. Oscureció más temprano, por la época del año o las nubes negras.

Y adentro, aun se oía el raspar de la espátula arrancándome las vísceras por dentro.

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noviembre 27, 2023

Arco del Triunfo

Soñé que estábamos en la ciudad de Los Angeles, la que es onírica.

Caminábamos por las calles en grupo, porque se suponía que yo era la que más conocía.

De repente vi entre los edificios una parte de un monumento y dirigí el grupo. A la vuelta de la esquina había un parque, una cuadra enorme, escarpada y en la colina más alta, el Arco del Triunfo de la ciudad.

Empezamos a subir hacia allá y noté que sobre las piedras que escalábamos corría el agua constantemente y debajo de ella, en lugar de peces, se veían humanos microscópicos.

Alcé la vista y vi una enorme ola que venía despacio. Un tsunami de una cuadra. Una pared de agua. En dirección nuestra. Por encima de la espuma de la ola apenas se veía la parte de arriba del arco del triunfo.

Apenas pude avisarle al grupo cuando la pared se me desmorono encima y todo se me llenó de agua. Pero pude salir del fondo y empecé a nadar sin problema hacia el Arco. Ahí había gente esperando, gente que había llegado antes de que apareciera el tsunami

Yo llegué nadando sin problema, en estilo libre. Me devolví a traer más gente. Y luego seguí nadando por gusto.

No me ahogué. No tuve miedo. Era una catástrofe y lo disfruté.

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noviembre 26, 2023

Francamente Franko

Es un comediante colombiano, que se describe a sí mismo como gordo mórbido, impotente, usa unos anteojos cuadrados amarillo incandescente, gigantes y cuadrados.

Me encanta oírlo. Me gusta cómo habla. Su acento. Cómo dice malas palabras.

Sobre todo me gusta cuando cuenta historias de amor o de deseo.

Hoy me hizo recordar todas las sensaciones reales que hay en un abrazo.

Cómo el cuerpo lee lo que el cerebro no ve. Cómo lo de nosotros es cierto.

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noviembre 25, 2023

Dejar ir

Ese cliente no quiere trabajar conmigo. Y duele. Ni siquiera me lo dice directo. Simplemente me ghostean. No hay más llamadas, ni solicitudes.


Como suele pasar, la gente más sencilla es la que nos avisa. Y duele.

Aunque me dicen en la oficina que no es mi culpa, que han visto el servicio, que me han defendido, me siento extraña de que no sea mi culpa. Y empiezo a pensar en pequeñas cosas que no he hecho bien o que podría haber sido mejor, porque de alguna manera, algo en mí necesita que sea culpa mía.

Pienso en el caso que debió ser despido aunque no hubiera motivo real. Pienso en que debí ser más combativa, menos compasiva con el personal. Pero esa no soy yo.

Pienso hacia atrás de todas las veces en estos 12 años que habíamos pasado por el mismo susto. Cómo este cliente siempre ha sido un estrés, una tensión, una cuerda floja.

También pienso en toda la gente interna y externa que me han dicho si no siento más bien que es una liberación, que son muy conflictivos, que me restaban vida. Que aproveche para pasar más tiempo con Para. Que nada es para siempre. Que clientes vienen y van. Que era plata muy cara. Pero siento que es una forma de sour grapes. Algo en mí necesita castigarme.

Me he sentido vieja, tonta, desfasada, inútil. Fea. Una regresión completa.

No puedo decir que no me importa, porque me importa. Me duele en el ego, porque es de las pocas cosas que siento que hago bien. Y ellos me dicen que no y me tiran la puerta en la cara.

He dormido mal. He llorado.

Pero también he recurrido a herramientas de terapia. Agradecer lo que aprendí con ellos, las oportunidades que me dieron, todo lo que aprendí, su apoyo durante la quimio. A que hay gentes y situaciones que llegan por épocas con uno y luego se van y está bien. A llorar. A no combatir el sentimiento.  Que las corporaciones es el peor lugar para buscar o esperar lealtad.

Ayer en particular, recordé a Rudy en el sermón que me dedicó, después del cáncer de mama: a veces tenemos que perder para ganar, para crecer. Hay que soltar. No me tengo que castigar

También empecé a hacer. Llamar amigos, reunirme, buscar contactos, moverme más. Ya veremos qué pasa. Porque un amigo me recordó la fuerza que me da ver a Pato. Sus besitos y sus abrazos y sus promesas de que todo estará bien.

Recordé la lección de vida de natación: Te descalificaron? Bueno, tenés derecho a sentirte mal. Pero hay que pasar la página y levantarse.

Y eso me llevó a la dra. Egger: La vida sigue. Te caíste? Te levantás y te limpiás el polvo y seguís. La vida sigue. Estuviste en un campo de concentración? Bueno, pasó. No podés cambiar la historia. Pero sí seguir. Al dr. Frankl: lo único que puedo controlar es mi reacción.

Anoche me tomé coctel de relajante muscular (porque los músculos están hechos un nudo) y gotitas. Dormí 10 horas. Y me desperté sintiéndome mucho mejor. Sentí que ya pude soltar y dejar atrás.

También anoche lo procesé en un sueño: íbamos para una fiesta en las montañas de mis sueños. Dejaba a Marce esperándome en un hotel y me iba a recoger a alguien más en una finca para ir a esa misma fiesta. Iba con Pato. En el camino, el teléfono no me funcionaba. No sabía bien para dónde iba. Derrapé un par de veces pero retomaba el control. Llegamos a un pueblo, a un banco donde me trataron de ayudar. En el teléfono solo aparecían pantallas de algo como un virus que interrumpías el waze o el acceso a los contactos. Después de mucha lucha, lo lográbamos.

Tal vez todo esto es porque es la primera vez que paso por algo como un despido. Y como me dijo un conocido que es juez de trabajo: te hicieron un favor.

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noviembre 19, 2023

Lágrimas

He pasado todo el día llorando a ratos. Estaba sorprendida y pensando qué podía ser tan fuerte que me hiciera llorar a pesar del medicamento.

Hasta que recién me di cuenta que hoy no me lo tomé.

Parece que tenía mucho llanto atrasado.

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noviembre 19, 2023

Mamá

Tal vez porque ayer andaba sensible. Nostálgica. Llorona, dice ella.

Alzó la foto donde mi papá me sostiene con una mano, yo con menos de un mes de nacida. “Primer día del padre. Yo venía saliendo del hospital y su papá la alzó así y la vio…”

Lo mismo con la foto de nosotros 3. Yo, bebé, ella con el terror de la maternidad impreso en los ojos. Mi papá viendo hacia abajo.

Saludó su retrato y le sorprendió un poco verlo así, de repente, al doblar en el pasillo. Eterno en sus 32 años.

Le enseñé la muñeca que él me regaló cuando tenía un año. La vi abrazarla y reírse genuinamente por primera vez en muchos años. Me preguntó si tengo la tarjeta que él me escribió. Sí, la tengo. Le contó a Pato la historia de la muñeca y por primera vez Alejandro ya no era solo mi papá. Era también tu abuelito.

¿Hace cuánto no tocaba algo que él tocó también?

No le quise enseñar las otras cosas que tengo de él. La faja, las cartas, la cédula, el carné, la foto de cuando era joven.

Vio la foto de mi abuela. Me contó de cosas que yo no sabía: Que podo antes de morir él, quisieron comprar una casa en el barrio, la vinieron a ver, pero no le dio tiempo de firmar. Que una semana antes del infarto, se quedaron varados en Escazú y él ya se sentía probablemente mal y dijo que no podía hacer nada con el carro. Una semana exacta después, moría. Dice que cada vez que pasa por ahí recuerda ese día al inicio de setiembre y se arrepiente de haber querido ir por ahí.

En mi casa, su otra vida está presente, con fotos de él, de ella, de nosotros. De Mimí.

La vi, por primera vez, viejita, a pesar del pelo teñido y del maquillaje.

Y tuve el pálpito que tal vez llora, como yo, ahora, porque presiente que se va a morir.

Y aunque siempre ha añorado el día en que lo vuelve a ver, también le tiene miedo y yo, sin saber bien porqué, lloro por ambos.

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