Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

 

marzo 18, 2023

Sole va a misa

Después de mucho tiempo y por un compromiso de cariño al que no podía decirle que no.

Traté de sentarme atrás, pero me pasaron más bien al medio. Me puse mascarilla para que no se me viera la amargazón y también para cuidarme. Fui la única.

Desde que me senté, empecé a recordar los viejos mecanismos para desconectarme, para no oír nada.

Eso sí, yo no me hinco ni me persino. Yo asisto, pero no participo.

Llevo tanto tiempo de no venir, que lo veo todo como si fuera nuevo. Los ritos, el orden de las cosas, el báculo, la mitra. La danza de un grupo de hombres, gestos que ellos mismos reconocen como milenarios.

Empiezo a contar los mosaicos del altar a la banca. 20. No hay que subir los pies en el reclinatorio, porque ahí se hinca gente. 20 de regreso, contando hacia atrás, siguiéndolos con los ojos. La cantidad de bancas. La cantidad de gente. A los  8 años trataba de contar mentalmente la cantidad de pelos en la cabeza de la persona de enfrente.

El celular debe haberle añadido mucha dificultada a la misa. Al inicio piden que lo apaguen o lo pongan en silencio. Yo sé que el mío no lo puedo ni volver a ver porque sería una falta de respeto.  “Pato, el trabajo de los demás se respeta. Usted no hace esperar a la buseta. Usted no deja ropa tirada en el piso para que se la recoja alguien”. Otros no piensan lo mismo y pasan la hora entera mensajeando.

El señor de la música me sorprende. Canta, toca, maneja el pedal, las pistas, la Tablet, todo al mismo tiempo. Además está atento a los gestos del cura para saber qué hacer en cada momento. Me pregunto qué hace cuando no atiende la música de la iglesia. Quiero pasar al final a felicitarlo, porque he ido aprendiendo la habilidad que implica hacer lo que está haciendo.

La memoria retiene los rezos. Ya no son en vosotros. Se actualizaron. Trato de concentrarme en el sonido de la voz del obispo, lo joven que está. En el cura que se nota que hace ejercicio y es vanidoso con su ropa, con el corte de pelo, con el reloj de oro. Cuándo habrán sabido que querían hacer esto.

Cuento la cantidad de personajes en cada estación del vía crucis. Son chinos, hay distorsiones en las proporciones. Pensé que siempre habría 4, pero no. No hay un patrón. No puedo contar los que están detrás mío.

Hablan del Papa Francisco y se me llenan sin querer los ojos de lágrimas. En la homilía recuerdo las palabras de Rudy, de cómo muchas veces hay que perder para ganar algo. Pienso en todo lo que he perdido en estos años y cómo él tenía razón.

Les hablan de lo difícil que es ser cristiano en estos tiempos, de cómo la confirmación es un sacramento que la gente asume en una edad en que deciden por ellos mismos, que es para darles el espíritu de lucha. Que tengan la certeza que Dios siempre estará con ellos, que lo pueden llamar en cualquier momento, que nunca están solos.  Me pregunto si ellos entenderán los compromisos que están asumiendo. Quieren vivir como Cristo? Yo no. No me alcanza. No puedo.

“mamá, vos crees en Dios?” No. Pero después de sobrevivir dos veces a un cáncer, a una quimio, de tenerte conmigo, es difícil no creer. Intento, pero no puedo.

Esta Iglesia debe tener señoras que ayudan con la decoración. Saben cuáles telas comprar, cómo acomodarlas. Ahora hay un arreglo morado y amarillo, con ramas secas, una corona de espinas y en el centro 3 clavos enormes. Los tienen que haber comprado en la ferretería. ¿Serán para techos?. Solo alguien con buen gusto puede haber armado esto.

Los ateos casi siempre se sienten superiores a los demás, como si su condición fuese producto de sus lecturas, de su conocimiento de su cultura. En cambio yo, siempre he sentido una mezcla de envidia y resentimiento por esta incapacidad de sentir fe, porque veo lo que hace para otras personas.

He intentado muchas veces, pero simplemente no está ahí. No siento nada diferente. No me siento acompañada. No siento esas fuerzas. No puedo descargar en nadie. Solo el abismo. Hace poco leí que la fe podía estar relacionada con algo genético y eso me dio un poco de consuelo.

Veo el Cristo crucificado, ensangrentado, su cara de dolor. “Yo prefiero no pensarte así, sufriendo”

Pensé que ahora la gente daba la limosna por Sinpe, porque hay un rótulo invitando a depositar por esa vía para evitar el uso de efectivo. Otro efecto de la pandemia. Sin nadie que te juzgue de cuánto das, probablemente bajo muchísimo. Hasta que ya dan la bendición final y el cura se devuelve: «Me van a cortar el rabo: olvidé hacer la colecta»

Tenés mucha suerte de tener fe, de creer , de que esto te llene, de sentir esa presencia, ese apoyo. Yo, a los 16 años, ya no quería seguir viviendo.

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marzo 11, 2023

Every breath you take

 

Me sonreía. Me cantaba.  Every move you make. Le brillaba la mirada. Era un baile en el Centro de Recreación de la U. O tal vez simplemente habíamos apagado la luz y encendido la grabadora amarilla. Había más gente o no. Estábamos solos.

Tenía – tiene- un nombre y apellido raro, los ojos café y el pelo en colochos de cobre.  La gente le preguntaba si era judío. Le incomodaba. Era alemán y antisemita.

Es feo– me decían– tiene la cara toda marcada de espinillas– pero a mí me gustaba y no sabía cómo explica porqué si no era  guapo. Nos habíamos conocido en Generales y era la primera vez en 16 años, que alguien me veía distinto.  Nos sentábamos a hablar en el pretil. Salíamos con los mismos amigos-Every bond you brake

Every step you take.  Usaba los mismos jeans rotos toda la semana. Tenía un olor único que quedaba impregnado en la sudadera roja que siempre me prestaba. Era alto. Más alto que yo. Con unas manos hermosas de dedos largos, del pianista melancólico que tampoco era.

Every single day
every word you say

Every game you play
Every night you stay

Pensaba que era linda y me lo había dicho.

Me estaba enamorando

***

He empezado a soñar con una versión más joven de mí

 

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marzo 7, 2023

Infeliz

No es lo mismo estar triste que ser infeliz. En lo segundo hay amargura y responsabilidad. Y permanencia

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marzo 6, 2023

Eternidad

Si hubiera vida eterna,¿en qué momento de la vida mortal queda uno?  Perderme verte crecer? perderme el futuro? perderme el conocimiento que me trae el tiempo? Para qué?

****

«Mami, no me canso nunca de tus palabras»

 

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febrero 21, 2023

Dani

Éramos una escena de película para toda audiencia, los cuatro en la cama, incluyendo al perro, risas, cosquillas, bromas.

Entró la llamada: Hijo, vente para el Hospital. Perdemos a tu hermana

Pato y yo quedamos en una espera extraña-

Luego entró el mensaje: Dani murió.

Me senté con Pato y viéndolo a los ojos traté de explicarle. Dani estaba muy enferma. El cuerpo ya no le aguantó más y se fue quedando dormida. Dani murió.

Lloró un poquito y nos abrazamos. Luego me pidió permiso para hacerse un huevito.

Otra vez lloró y marcó el formato que vendría en los días siguientes: llamar a Dani, muchas veces. Preguntar porqué.

Pasaron horas. ¿Cuándo viene papá? No sé. Más llanto. Más preguntas.

“¿Ahora tendremos que ir a sembrar a Dani al Cementerio?” No. Y explicarle qué es una cremación.

Decidimos que no vería el cuerpo. No habría despedida. Igual que yo.

“¿A dónde está la gente que se muere, mami?” Se quedan en el corazón y en los recuerdos. Eso nunca desaparece. Si cerrás los ojos la podés ver y oír en tu mente y recordar todas las cosas bonitas que hacían juntos.  Si la recordás con tu corazón, vas a sentir lo mismo que sentías cuando la veías, esa alegría, ese amor. Eso nunca se va.

“¿Por qué el cuerpo de Dani dejó de funcionar, Mami?” No sabemos. De verdad que no sabemos y lo que sabemos es tan poco… ni siquiera tenía idea del diagnóstico. Yo tampoco entiendo. No me morí yo, con un T4 de cáncer gástrico. Ni Waweli con ese tratamiento demoledor para el linfoma. Fue Dani. No se vale. No está bien.

Veamos tele. Todas las caricaturas que querrás. Hoy no hay límites. Dale, todas las caricaturas. Yo, mientras tanto, googleo y me sorprendo y entiendo tantas cosas.  ¿Cómo podíamos saber por lo que estaba pasando? ¿O que tanta cosa molesta era un problema orgánico? Con qué facilidad juzgué. Me arrepiento, sí, pero ya para qué?

Papá llegó casi al final del día, agotado. Nos abrazamos y lloramos en la puerta. Vos te lo llevaste al cuarto, a hablar de hombre a hombre. Oí a papá decirte casi lo mismo que yo te había dicho antes.

“Papi, no te preocupes. Un niño en la escuela me dijo que el Niñito Dios hizo una promesa y que todos los que se han muerto, los vuelve a la vida”

Papá trato de explicarte la irremediabilidad de la muerte.

Más llanto “Dani, Dani”

Al día siguiente fuimos a visitar a los abuelos.

Yo no quise decirte, que la casa seguía llena de ella. Que Dani seguía ocupando los espacios, en la mesa del comedor, en la cocina, en el jardín en el pasillo. Que podía oírla, verla, a través de las capas transparentes del tiempo.

 

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febrero 19, 2023

Luto

Verte llevar el duelo, así, chiquito como sos, verte llamar a Dani entre mocos y lágrimas, me duele. Mucho.

Escucharte decir que sentís que se te murió un pedacito del corazón. Que esto es muy pesado y es como si vos estuvieras muy cansado. Y no tener nada que decirte u ofrecerte para alivianar tu dolor.

He dicho y lo mantengo, que a través tuyo, sano yo. Porque en tu recuerdo sí habrá alguien cercano que te dio la noticia, que te abrazó, que te consoló el llanto, que respondió las preguntas, que tuvo paciencia, que entendió que te irritaras, que te preguntó cómo te sentías, que quiso que hablaras de esto, que te dijo que llorar es normal y bueno. Que las lágrimas lo lavan todo.

A la vez, todo esto me lleva a ese lugar donde no había ido nunca: a lo que yo sentí cuando murió mi papá. No a lo que pasó después. No a los efectos. No la ausencia o al recuerdo. Esos son sitios conocidos, que recorrí muchas veces.

Ese lugar es un abismo, y la sala del apartamento donde vivíamos se expande, como el universo, pero por partes, con ritmos caprichosos.  Hay un silencio como el de los oídos tapados en una gripe, en un cambio de presión, cuando se sospecha un escándalo apenas contenido. Es además un desierto, sin gente, ni animales, ni matas. Se distorsionan las imágenes como en una pecera. Veo y rayo de luz que pasa, pero todo se siente muy oscuro. Y en el centro de todo eso, aterrada porque no entiendo lo que pasa, estoy yo. Inmóvil. Oyendo mi propia respiración. Sintiendo el miedo recorrerme el cuerpo. Invisible. Sola. Sin saber cuánto va a durar esto. Sabiendo que nadie nota que no estoy, que nadie me oye, que a nadie le importa.  En mi parálisis, sé que los demás están llorando y sufriendo.

Pienso, además, en ese duelo donde no hubo acompañamiento. Tal vez por la época. Trataron de evitarme la noticia para que no pasara por eso o pensaron que no entendería. Hubo un pacto mudo de no te digo, vos no preguntás pero todos sabemos que tu papá está muerto.

En como asumí como mía, la obligación de reemplazar a mi papá, de tratar de alegrar a mi abuela. La responsabilidad de cubrir su espacio, su ausencia.

La sorpresa cuando, de adulta, me di cuenta que nadie nunca me había dicho que los duelos se cierran y se superan. Nunca me lo había imaginado.

No soy una buena referencia para vos. No sé cómo se hace lo correcto. Sé cómo lo hice yo, que fue un desastre.

Sos mi hijo. Y aunque no tenemos la misma sangre, me siento en el banquito de esa sala distorsionada, del techo que no deja de alejarse y contemplo cómo vos y yo, estando chiquitos, pasamos por la tragedia de la muerte de alguien muy querido.

Yo solo quiero que el tuyo sea otro camino. A protegerte del dolor, yo renuncio.

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febrero 19, 2023

Existencialismo

Había algo de un abandono existencialista en quedarse escuchando un disco rayado

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febrero 19, 2023

Tortilla española

Cinco minutos de pelar papas. Amarillas. No las sé distinguir a simple vista. Tampoco sé cuál es la diferencia en el sabor. Simplemente me gustan más amarillas. Tres medianas.

Cinco rebanándolas. Antes la cortaba con cuchillo, lo más fino que podía. Ahora uso una mandolina. Me llevo la uña del pulgar. Me quedan rayonazos en el resto.

Cinco calentando el aceite de oliva a fuego medio. Nunca sé cuánto usar exactamente. Cuando es mucho, se sale pringando y hace un charquito que hay que estar limpiando.

Cinco rebanando cebollas. Una grande.  O una mediana y la mitad de otra. Ya no lloro

Cinco batiendo cinco huevos grandes. Con tenedor y un punto de sal en la yema.

Vienen las vueltas:

Cinco las papas, solas. Con tapa

Cinco más, de nuevo, las papas.

Cinco agregando las cebollas.

Cinco.

Cinco.

Cinco.

Cinco.

En cada ciclo, darle vuelta con cuidado.

Dos de cinco, destapado. Que dore un poquito.

Cinco minutos en el colador, sacando el aceite.

Cinco en una tabla de picar, extendido. Sal y aceite.

Cinco todo revuelto con los huevos batidos

Cinco calentando de nuevo la sartén

Cinco de un lado.

Cinco del otro.

Listo.

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diciembre 31, 2022

2023

El 2021 fue el año de sobrevivir. Toda la energía enfocada en eso. Solo en eso.

2022 el año de sanar. De dejar todo ir. De saber que era un año reservado para eso. Nada de competir. Nada de metas. Simplemente fluir. Aceptar los impactos del daño.

Por ratos me siento absolutamente plana. Tal vez sea momento de ajustar el medicamento. Pero veo pasar. Hay tantas cosas que no recuerdo.  No sé si fue el medicamento o el trauma.

Pienso tanto en mi edad, en qué sigue, en a partir de cuándo estoy obsoleta, si me llegaré a dar cuenta.

No se me olvida el 31 de diciembre del 2019. El beso que le di a Pato pensando en lo que venía. La felicidad y la esperanza. Creo que quedé con miedo a los fines de año

2023. Tengo que empezar de nuevo. Quiero. En febrero compito. Pero todo es tan diferente.

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diciembre 24, 2022

La bipolaridad de mi Navidad

Me sigue costando. Empezó el día que fui a la Universal a buscar libros de primer grado. Los árboles, la música, la decoración, poco a poco me di cuenta que me estaba abrumando y que me puse ansiosa y triste. Y desde ese día, un poco como las luces del árbol, tengo días y a veces momentos en los días en que me siento mal y triste y desconectada y momentos donde siento que tal vez algún día podré disfrutar la Navidad.

Se atrasó mucho la decoración en la casa y ni siquiera quise hacer el intento de sacar todo. No hay portal. No hay botas. Pero es que la casa aun está como a medio camino de una remodelación que terminó hace seis meses. Y está Siggy, que todo lo bota y lo quiebra.

Ese día sacamos unos adornos de Santa que me gustan mucho porque son como juguetes preciados. Pato quebró uno. Y toda la tensión de esas emociones se me salieron en un regaño cruel y pesado. Un rato bien, otro malo.

Cuando no me siento plana, cuando no estoy pensando en pedirle al doctor que me reduzca el medicamento, me siento molesta, urgente, ansiosa. Necesito poner la cabeza en otro lado.

Le dije a una amiga pero diciéndome a mí misma, de la presión de la música, la publicidad, los medios, de la mejor época del año pero para una, una acumulación de cosas, mandados, últimos minutos, cansancios, enfrentar esos fantasmas.

Los míos se revuelven. Pato me dijo anoche que quería quedarse despierto para ver llegar a Santa. Quise contarle que siempre lo intentaba para ver a mi papá. Pero no lo quiero asustar. La imagen de luces y árboles y colores pero siempre con la sensación atrás del depredador, del dolor, del miedo.

También me enojo. Con el cliente que, habiéndole enviado un mensaje de que me fui de vacaciones, insiste en que le haga una última cosa. Con mi padrastro que en su vejez parece no recordar sus maltratos y mucho menos pedir perdón por eso. Que ve en mi hijo lo que nunca supo ver en mí. Con la vida, que me muestra a mi mamá decayendo cada vez más, acercándose a la muerte, aunque ella no quiera darse cuenta. Con los gastos. Con ese amigo dulce que ahora es un hombre profundamente amargado.

Pienso y pienso y pienso y casi no recuerdo nada de la Navidad del año pasado. Recuerdo que me vestí de elfo. Que amanecí atrapada en esto el 24 y que a media mañana decidí combatirlo.  Recuerdo que me costó mantenerlo y que Pato nos despertó muy temprano el 25.

Hoy debería recordar que, ante todo, sobreviví. Y que pasé todo este año reponiéndome, recuperando.

Llegará una Navidad en que sea todo cálido y amor y alegría y agradecimiento.

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