Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

I am the ghost of Christmas past

Cuando yo estaba en la escuela, para el primero de diciembre ya estaba en vacaciones. La Nación empezaba a publicar una tira cómica de algún personaje clásico de Disney, con una historia incoherente, escrita en un español que en nada se parecía al nuestro, pero con un tema clásico navideño incluyendo la Navidad en peligro, el robo de todos los regalos del mundo. Yo la seguía con devoción cuasi mística, mi propio thriller navideño, que me ayudaba a sobrevivir la impaciencia de los 24 días que faltaban antes de que llegara el niñito.

En la tele, las películas clásicas de Navidad en Canal 7 y 6. No me gustaban las religiosas, pero adoraba las de muñequitos stop motion, como Rodolfo el Reno de la Nariz Roja, las del Grinch. Sí, Virginia sí hay un Santa Claus y unas fábulas que parecían dibujos de libros antiguos de los cuentos de Oscar Wilde: mi favorita era el gigante egoísta.

Cuando no estaba releyendo los 3 cuadritos de la tira cómica o friéndome los ojos con la tele, me dedicaba a registrar la casa de arriba a abajo, revolcando closets y trepándome en cajas puestas encima de sillas, para ver si lograba encontrar mis regalos y de paso pasearme en la sorpresa navideña. No sé cómo lo hacía Ella, pero nunca encontré nada. A veces pienso que ante la evidencia de la revolcadera que dejaba yo en mis búsquedas, ella pasaba los chunches de escondite en escondite todos los días, dándome motivo para seguir con mis alborotadas inspecciones.

Mimí cumplía años hoy. Y siempre lo celebraba con alegría y una ilusión infantil que daba gusto verla. Cuando la recuerdo creo que de ella heredé ese gusto y contentera por los cumpleaños. Yo recuerdo muy bien todo lo que alguna vez le regalé a Mimí, sobre todo los inventos más estrambóticos y más feos (porque todo lo hacía a mano a pesar que no tenía habilidad para eso). Pero no me acuerdo de nada que ella me haya regalado. Pero me acuerdo de verla contenta, celebrando, riéndose a carcajadas, recontando las mejores historias, recibiendo a los amigos, mintiendo de «Yo voy con el siglo» (en realidad nació en 1916). El cumpleaños de mi abuela marcaba el inicio de la Navidad.

Después vinieron otras Navidades que aunque muy fastuosas y hasta envidiables, eran, por otros motivos doloros para una chiquita, muy oscuras. Aun hoy, cuando veo un árbol de Navidad enorme, decorado, iluminado y bonito, como de tienda, hay una tristeza primaria, vieja, que me recuerda cuando las Navidades dejaron de ser lo que eran.  Solo me gusta escuchar la canción del tamborillero, y aun así, me entra nostalgia.

No tengo árbol de Navidad, ni portal (aunque atea los encuentro bonitos) y apenas 3 o 4 adornitos. Me cuesta mucho sacar fuerza para ponerlos y para ilusionarme con la época. Pero me gusta repartir regalos, recibirlos y disfruto con el ánimo más alegre y sencillo de la gente que no tiene problemas para evocar el espíritu navideño. Me encanta cuando me llegan tarjetas de Navidad, aunque sean impersonales e impresas.

Y bueno, también uno tiene que ayudarse. Sé que van a repetir a Rodolfo el reno de la nariz roja, esta vez en HD, recoloreado y retocado. No hay que perdérselo.Hay You tube para todos los otros cláusicos.  Esta semana empiezo a mandar regalos a todos los amigos del curso en Alemania y me siento como una sucursal del niñito, enviando tonteritas que dicen Costa Rica por todas partes. Ya tengo las cosas de mis amigos y las de Marce. Este año las fui comprando conforme me las iba encontrando.

Me ayuda mucho pensar en Mimí y esas Navidades ingenuas. Me ayudaría más si ella estuviera viva- hoy cumpliría 93- y yo pudiera llegar pegando brincos, pegándome al timbre, gritando «soy yooooooo» y después abrazarla fuerte fuerte mientras le digo «Feliz cumpleaños, Mimí» y ella abriendo el mamarracho de turno, dándome las gracias no tanto por la tontera que le regalo, si no por todo lo otro, por todo por lo que ella me sigue haciendo falta.

8 gotas de lluvia en “I am the ghost of Christmas past”

  1. Terox dice:

    Creo que para la mayoría de la gente adulta, creo, la Navidad es eso… una época agridulce…

    A mí siempre me hacía gracia la fábula donde Rico McPato (McDuck?) hacía de Scrooge, Mickey de Cratchit, y creo que el gigante de las habichuelas era el espíritu de las navidades presentes…

  2. roche dice:

    Lo mágico que tiene la temporada navideña es que tiene *el tiempo* suficiente para poder crear recuerdos. A mí se me sale en una que otra ocasión lagrimillas recordando excelentes historias creadas por mis abuelos, y mis papas en forma de experiencia . Cada año es una oportunidad para crear nuevos recuerdos e historias aunque cueste mucho.

    Tener niños en la casa ayuda mucho a volver a sentir ilusión, creo … Por que uno le relata las historias que van a recordar por mucho tiempo y van a ser en el mejor de los casos van a ser los recuerdos mas tiernos que tengamos o los recuerdos que nos convirtieron en monstritos.

    Por cierto también recuerdo el Gigante, Virginia, y Rodolfo, el cuento del ruiseñor y la rosa me gusta mas y el del cometa engreído es divertido

    En cuanto a los villancicos me gusta un coro de un colegio Peruano que no recuerdo el nombre y las versiones españolas de españa 😛

  3. Gustavo dice:

    Un derrame de nostalgia…!!!! Gracias por recordarnos esos episodios de las tiras cómicas pre-navideñas… Definitivamente otros tiempos, más pausados, más inocentes, menos consumistas…un regalo era un regalo, el olor a ropa nueva para la cena de Navidad…el olor de las uvas y las manzanas en la mesa…el sabor de las nueces y avellanas recién cascadas…y el rompope de mi abuela (con ron colorado de la cantina de la esquina que mi tío se encargaba de consumir de camino), el tamal, bueno total nada que ver con esta «rat race» de los malles y los miamis de hoy…

  4. Ilana dice:

    Hoy llueve, y en nada se parece a la época de la espera que había en aquellas épocas. Claro, no celebrábamos propiamente la navidad, pero daba igual… Ahora, con la nena, me cuesta mucho trabajo ilusionarme pero ella, tan comprensiva entiende que «así es su mamá…» y claro, todavía, y a pesar de todas mis ambivalencias, nunca le falta un regalito de Santa Claus ni de los Reyes… (ya que es multi-cultural el asunto!) Recuerdo ese año que nos llegó un paquete de CR y le alegró la vida, y a mí también. Gracias por tu generosidad. Te mando un besote, y espero que no te estés poniendo triste demás… -ila

  5. Eli F. dice:

    Por razones obvias yo no celebro la Navidad, pero vieras cómo me encanta esta época (en todo menos lo laboral, porque en diciembre nadie en CR está con la cabeza puesta en lo que tiene que hacer, pero si en las fiestas, los regalitos, y las idas al mall). Me encanta el ambiente que se respira, una cierta distensión que tiene que ser muy positiva, y por supuesto que me encanta ver las decoraciones, recibir y enviar tarjetas y regalos a mis amigos que si la celebran, y sobre todo me encanta que la gente, te conozca o no te conozca, sepa que no celebrás la Navidad o no lo sepa, te desee felicidad en cada oportunidad que tiene. No importa si vas al super, si te comprás un chicle en un puesto de la calle, o si vas a la enésima fiesta de Navidad, siempre la gente se despide con un feliz Navidad, un próspero año nuevo, etc. Y eso levanta el ánimo colectivo. Un abrazote, y mis mejores deseos para vos, Sole, y para todos los que te leen, que somos legión.

  6. tetrabrik dice:

    qué madre, leyendo tu post me doy cuenta de que tengo alzheimer.

    tá buenísimo, sole

  7. tugo dice:

    Diay como es Diciembre! Saludos

  8. Alicia dice:

    HOla SOle!! QUe tesoro ese que rescataste! Había olvidado esa fábula que también me encantaba los dibujos son hermosos. Creo que la cuestión quedó muy bien dicha por Terox, la Navidad es agridulce, aunque yo no diría que para los adultos, creo que para muchos niños también (que digo, niños, adolescentes, no me parece que sea cuestión de edad). Igual, con el tiempo, se puede aprender a alivianarla.

Y vos, ¿qué pensás?