Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

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Sole sindicalista

viernes, mayo 1, 2015

Mi profesor de laboral era un apasionado de las reivindicaciones  de los trabajadores. Nos explicaba golpeando el escritorio cómo este país había anulado a los sindiocatos y de paso acabado con años y años de luchas sociales en todo el mundo y aprovechándose de este pueblo “al que le gusta estar arrodillado y poner la mano” le habían metido gato por liebre con las asociaciones solidaristas, sentando al patrono en la mesa de los trabajadores y estrangulando cualquier intento de alzarse contra el abuso desde que se asomaba temeroso en los ojitos de los explotados.  El sostenía- y nos convenció a todos- que las asociaciones eran una forma indigna de comprarle el alma a la gente que dependía de salarios mínimos y al darle al solidarismo las ventajas y financiamiento que le arrebataron a los sindicatos, se aseguraban de convertir a Costa Rica en un paraíso patronal libre de esa peste que es la negociación colectiva.

Yo tenía 19 años, iba a la U en jeans, alpargatas y camiseta. Trabjaba tiempo completo ahí cerca, así que mis clases eran de 7 a 9 de la mañana y de 4 hasta que salía el último bus de Pavas-La U. Yo lo escuchaba embelesada. Ni siquiera necesitaba tomar apuntes, porque todo se me iba taladrando en la conciencia.

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Clara

jueves, abril 30, 2015

Yo veía fábulas. No dibujos animados, ni comiquitas, monitos, o cartoons. Fábulas. Usualmente mudas, con sonidos claro en cualquier idioma o simplemente en inglés.

Había una de gallineros donde siempre había una gallina diferente a las demás. No era tan rolliza. Era más bien flaca. Usaba anteojos de abuelita. Sombrero celeste de la casa de la pradera. Ojos grandes, ovalados.

Ella, igual que las demás gallinas, se desmayaba de amor cuando cantaba el gallo que se parecía a Frank Sinatra, pero se burlaban de ella. El gallo le dedicaba las canciones y le batía las pestañas, pero porque hacía eso en todos los conciertos, no porque sintiera nada por ella de verdad. Si acaso lástima. Era muy solilla. Nunca entendí bien porqué.

Ella no podía tener pollitos. Ni siquiera ponía huevos. Tejía sueters de lana como las otras gallinas y trataba de conversar como mamá orgullosa con las demás, pero se levantaba solo para ver un nido vacío, sin nada que empollar. Trataba de disimular. Las demás gallinas se burlaban de ella. No le permitían acercarse a sus pollitos, ni siquiera cuando ella quería solo ayudar.

Lloraba mucho. Parecía que se sentía sola.

En español se llamaba Clara. A veces pienso en ella. Clara

 

 

 

 

 

 

Piñatas

sábado, abril 25, 2015

Carta a mano

jueves, abril 23, 2015

Hoy quise escribir una carta. Empecé en la compu, pero a medio del primer párrafo, pensé que sería lindo escribirla a mano. Es para mi profe del cole, acostumbrado a ver mis exámenes. El me conoce por la letra a mano, que, curiosamente aun recuerda: “Tu letra tenía ese algo de la gente que siempre está con una búsqueda de algo” me dijo.

Así que borré lo que llevaba, arranqué una hoja del cuaderno y me puse a escribir más o menos lo mismo, totalmente consciente que a mano no podía devolverme o editar a menos que llenara la carta de tachones, flechas y notas al margen. Más o menos como mi protocolo. Una situación que atenta contra la libre pluma, defintiivamente.

Tuve que parar cuando llevaba un párrafo, esta vez porque no aguantaba ya el dolor en la mano y en el brazo del esfuerzo. No recuerdo cuándo fue la última vez que escribí tanto, tan seguido, a mano. Puede haber sido en un exámen de alemán, cuando había que redactar cartas o textos, pero aun así eran muy corto, de doscientas palabras máximo.

Fui avanzando con descansos, cada idea, cada párrafo. Que lo leo en Facebook, que me alegra que use la tecnología; que empieza a llover y que como todos los años la gente se queja; que viene el aniversario de mi diagnóstico y hay fantasmas que se desperezan y me susurran buuuu al oído; que aquí y que allá. Confesiones personales, temores antiguos, noticias de los conocidos. Seguís leyendo

Yo, la peor de todas

jueves, abril 16, 2015

Debí haber sentido el olor a imprudencia en el aire cuando la oficial del OIJ arrugó la cara al escuchar mi respuesta del carro en que los seguiría hasta Alajuelita. Debí haber pensado, mientras atravesaba San José a toda velocidad detrás del OIJ; que debí haberlo dejado en el parqueo 24 horas.

Para cuando llegamos a la delegación de policía de Alajuelita, me había tranquilizado. Es cierto que nunca había venido a este lugar, pero no se veía tan peligroso como me lo imaginaba. Me sorprendió que en un lugar tan chiquito estuvieran los 500 sacos de palomitas de maíz que le habían estafado a un cliente.

No es aquí- me dijo el OIJ- ahorita vienen a llevarnos

Y vinieron. Y nos llevaron. Custodiados con cuatro patrullas con policías armados en las cajuelas, mientras el barrio al que entramos, en la ladera de la montaña, nos recibía con una lluvia de piedras, molestos con la intromisión de la autoridad que insistía en impedirles repartirse todas aquellas palomitas. Seguís leyendo

¿Disculparme yo? Mirala. Joputas.

jueves, abril 9, 2015

Respecto al polvorín du jour, sí, me voy a referir. Se aguantan. A ver:

La condición de funcionario público no es algo que se quita como un sombrero. Es como ser abogado o médico. Uno no puede decir que está actuando en su condición personal porque no se puede desprender de esa investidura profesional y pública a gusto. La única forma de quitarse esa investidura, es renunciando a la misma. Tampoco se suspende temporalmente ni hay cortis de la investidura, aunque lo diga el jefe.

Precisamente por eso, es que las sanciones a las actuaciones de los funcionarios públicos son mucho más estrictas para el resto de los mortales, porque se supone que un funcionario público cumple con una serie de requisitos, entre ellos la idoneidad, para que se le asignen labores que contribuyen a alcanzar el fin público del que todos nos beneficiamos. En serio, ser funcionario público hace que las penas por ejemplo a nivel penal se agraven.

Se les exige, a nivel legal, una pureza y perfección prístina que choca de frente con la sabiduría milenaria de que errar es humano. Sí, es una barbaridad. Sí, es una injusticia. Sí, no pueden hacer ningún aleteo. Pero ¡Hey! Yo no redacté la ley. Les estoy contando lo que le enseñan a uno en la facultad. Así que no fusilen al mensajero.

Siguiendo en esa línea, lo que diga un funcionario público puede interpretarse como una posición oficial del Gobierno, de ahí todos esos intentos (fallidos, por demás) de tratar de ordenar quién da las declaraciones a los medios, etc, para evitar metidas de escarpines. Ante el administrado- el ciudadano, o sea ustedes y yo- el Estado es uno solo, independientemente de la persona a través de la cual se manifieste su posición o su voluntad.

No es que pierden su libertad de expresión. Es que ejercerla, en temas que tienen que ver con el Gobierno, adquiere matices diferentes y una responsabilidad mucho más fuerte.

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Casting

domingo, marzo 29, 2015

Le expliqué, entonces, esa costumbre de salir vestido de algo en Semana Santa, mientras en la memoria, la película de las labores de casting del cura de la Santísima Trinidad y todas las muchachas jóvenes haciendo fila en medio de la iglesia para ser examinadas.

En jeans y camiseta, de posición recatada con las manos sujetas al frente, todas de pelo largo, suelto, que de ser elegidas, se transformarían para los procesiones, entre los rasos y los encajes comprados en la tienda de Juan Nassar, halos de alambre pintado y las costureras del barrio harían plata y todos comentarían en las procesiones qué tan lujoso era el vestido, qué tan sencillo, cómo le quedó, si era tela barata o cara, si tenía sandalias del mercado o iba descalza. Cada una pagaba lo suyo, porque la Iglesia no daba apoyo financiero.

El cura caminaba entre las candidatas y le levantaba la cara con dos dedos para verlas mejor. Les analizaba los ojos, la frente, los perfiles, cómo les daba la luz- sobre todo la luz hirviente de marzo/abril de Semana Santa- y, sobre todo, lo piadosas. La capacidad histriónica no contaba.

La Virgen María siempre era rubia, de ojos azules, aun en la versión criolla de aquellas machas de Acosta. Rubia y de ojos azules era la medida de la belleza. La que era muy blanca, pero castaña o de pelo negrísimo, la Verónica. Actriz principal y secundaria. Los compromisos con las familias que donaban o con las señoras beatas, no tan agraciadas, esas salían de Palabra, siete cada año.

Y, aquella tal vez no tan linda, no tan Virgen, no tan pura, comidilla de todo el barrio («la que tiene cara de mamadora»– decían los chiquillos), pero con un atractivo innegable y que encima se ofrecía en el casting: “Vos, que tenés cara de pecado, de Magdalena.”

Mimí me llevaba todos los años a ver el casting, porque después venía la reunión del turno y ella peleaba siempre hacer o el mondongo o los garbanzos y organizar el huerto y siempre rajaba de cómo le pedían todos los años a mi tío Adolfo, blanquito de ojos gatos y colochos rubios, para sacarlo de Niñito cada vez que fuera necesario y alguien se ofrecía a cubrir los gastos.  Para cuando cumplí la edad en que ya podía participar, obligarme a ir a misa era una labor titánica y ni pensar en salir en procesiones. Prefería quedarme viendo maratones de películas de Semana Santa y comiéndome todas las empanaditas de piña y el arroz con leche que hacía mi abuela.

De todos modos, las morenas, chiquitillas podíamos salir de angelito, que no requería selección sino voluntariado. Ya de grande, con la sangre mestiza y la herencia indígena a flor de piel, no salíamos de nada. Ni siquiera de palabra.

Preguntas de geografía onírica

sábado, enero 3, 2015

¿Para qué te voy a contar mi sueño? Siempre es más o menos lo mismo: vos en una situación desamparada en la que necesitás, sin saberlo y a veces sabiéndolo, que alguien te cuide. Sos un adulto siempre, el que yo conocí, pero con una necesidad no de una mamá, sino de  algo o alguien que te contenga, que te apoye, que te de una mano.

Este no fue diferente. Estabas en piyama, con bata, como los caballeros ingleses. No podías comer por un tiempo, que no se sabía cuánto era, comida normal, solo comida cruda. Y quebrabas el silencio ese que te pesa como un ancla para pedirme que te ayudara. Me convencías como siempre, haciéndome sentir especial, diciéndome sin decirlo que solo yo podía ayudarte, que solo confiabas en mí, que nadie podría hacerlo como yo. Seguís leyendo

No adorarás ídolos

viernes, enero 2, 2015

Mimí no perdonaba faltar a misa, aunque estuviéramos de vacaciones fuera de Costa Rica. Presionó y manipuló y al final nos obligó a todos, incluyendo a mi tío, su esposa y a mi prima a ir misa. La única que había en español era la de los cubanos.

El ejercicio del catolicismo gringo de ese entonces bordeaba en la ortodoxia y los cubanos no se les quedaban atrás. Todos se levantaban y se sentaban y se hincaban y cantaban en el mismo preciso instante. No había espacio para ponerse creativos en una coreografía de fe cuidadosamente planificada.  El régimen a cargo del cura era tan estricto como otros a los que criticaban a la salida de la Iglesia. Seguís leyendo

Tribulaciones de #UnNadadorShaolín

jueves, enero 1, 2015

Muy fosforona, me presento a la piscina a las nueve cero cero, confiando en ese remanso fresco y celeste de paz para mi solita, repetir mi clase del día anterior, tener  todo el carril, es más, toda la piscina para mí solita, hacer mi patada de pecho sin amputarme el dedo chiquito del pie contra la carrilera o para nadar dorso sin dejarle caer la mano en posición de Karate al pobre prójimo que le toca compartir carril con esta torpe gigante acuático.

Debí sospechar cuando vi muchos carros, pero pensé que probablemente el entrenamiento estaba terminando- sí, entrenan un 1 de enero- y que ya iban de salida. Toqué el timbre con toda la confianza del igualado que se siente de la casa y hasta insistí dos o tres veces. Seguís leyendo