Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Tribulaciones de #UnNadadorShaolín

Muy fosforona, me presento a la piscina a las nueve cero cero, confiando en ese remanso fresco y celeste de paz para mi solita, repetir mi clase del día anterior, tener  todo el carril, es más, toda la piscina para mí solita, hacer mi patada de pecho sin amputarme el dedo chiquito del pie contra la carrilera o para nadar dorso sin dejarle caer la mano en posición de Karate al pobre prójimo que le toca compartir carril con esta torpe gigante acuático.

Debí sospechar cuando vi muchos carros, pero pensé que probablemente el entrenamiento estaba terminando- sí, entrenan un 1 de enero- y que ya iban de salida. Toqué el timbre con toda la confianza del igualado que se siente de la casa y hasta insistí dos o tres veces.

Me abrió Claudia. Claudia Poll. Medallista Olímpica en natación. Que nada de particular tendría que me abriera, porque me ha abierto muchas veces, solo que me abrió en vestido de baño y el pelo seco. O sea, estaba por meterse a la piscina y no venía saliendo de ella.

Seguro vio que me atraganté y que casi se me salen los ojos cuando vi a todos los del equipo,  estirando y alistándose a la orilla de la piscina y al mismísimo Francisco Rivas dando instrucciones. “No se preocupe, le hacemos un campito”  me dijo mientras le preguntaba a Fran dónde podían acomodarme. A mí. La colada, metiche, loca que se le ocurre nadar un 1 de enero.

Y así fue como terminé nadando hoy en la mitad pegada a la pared del carril 1, reservado para el VIP-tránsito lento, junto con todo el equipo, incluyendo obvio a Claudia: ese que va a campeonatos, rompe records, viajan, entrenan dos veces al día y en general, son pichudísimos.

Mientras yo batallaba con mis primeros 150 metros de calentamiento, ellos ya habían nadado 400. Fue difícil tratar de concentrarse en mis ejercicios, no coincidían con los de ellos y cada vez que me pasaban volando, creaban un pequeño tsunami, se me metía el agua por todas partes y me entraban unas ganas desesperadas de salir corriendo.

Yo iba en libre, ellos ya venían en dorso y enganchamos los brazos a media brazada en el aire. No pude nadar pecho porque no me cabían las piernas. Mientras ellos hacían burbujas y tiempos, yo trataba de patear discretamente con mi tablita, cruzando los dedos del pie para que no se dieran cuenta que eso era mi versión de tempo rápido.

Quería desaparecerme yo o que desaparecieran ellos. Pensé en cómo adelantar o atrasar mi salida para no tener que compartir con todas las chiquillas el vestidor al cambiarse. Ellas tienen el cuerpo todo liso y marcado como una Barbie, en cambio yo… digamos nada más que el tiempo, el chocolate y los antojos han hecho lo suyo y lo único intacto son mis tetas falsas.

Para que me entiendan: sería como si ustedes fueran a correr al Polideportivo del barrio y se encuentra al Barca/Madrid/la Sele está entrenando  ahí.

Puede ser un augurio de lo que traerá el 2015. Y no, no me refiero a que llegue yo a ser parte de ese equipo, nade como pescadito y vaya al Mundial Máster de Natación Moscú del 2016. Me refiero a que, a pesar de todo, sigo siendo parte de ese selecto grupo de personas que son profundamente introvertidos. Puede ser entonces que este sea un año óptimo para nosotros los tímidos.

Una gota de lluvia en “Tribulaciones de #UnNadadorShaolín”

  1. Gabriela dice:

    Bien por ti que no te dejaste intimidar por la presencia de los «grandotes». Que sea una buena señal para el año que ya está acá.
    ¡Feliz 2015!
    😀

Y vos, ¿qué pensás?