Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

 

marzo 18, 2024

Islandia

Como Marce no tiene intereses turísticos, pero sí científicos y probablemente nos odia a Pato y a mí, esta semana santa iremos al idílico e inhóspito destino de Islandia, que lleva saliendo en las noticias todas las semanas porque algo nuevo explota, erupta, se quema o es evacuado. Agradeceremos oraciones y buenos pensamientos.

Sé que no tiene árboles, que hace tanto viento que recomiendan amarrar a Pato para no perderlo, que hay playas negras con pedazos de hielo, glaciares y cero grados.

He comprado todo lo que he podido pensar para protegernos del frío, pero estoy segura que la ropa de lana de manga larga, los calentadores de mano, la ropa de nieve (usada, porque nueva es carísima), los dos pares de botas (porque el primero me quedaba demasiado exacto) no serán suficientes.

Yo voy con una resignación zen, que me alarma. Tal vez ya sea tiempo de bajar la dosis del ansiolítico, porque voy como si lo mío fuese subir montañas de piedra enormes en condiciones de accidente aéreo en Los Andes a pata renca.

Yo, que no soy fan de la naturaleza, voy con el corazón abierto, dispuesta a la aventura, a hacer uso de todo mi control mental para no enojarme ni quejarme de nada, aunque el hotel de la primera noche sea un galerón en medio de la nada de un solo piso y ya Marcelo me haya preguntado que si llevo algo para los nervios porque es muy posible que tiemble. Post-data: el ribotryl está agotado.

Ya revisé redes y no hay mercaditos. No hay nada parecido a Target. No hay compras locas. Todo hay que llevarlo de aquí porque ni siquiera venden zepol over the counter, así que media maleta está dedicada a atender riesgos farmacéuticos. Todos dicen que todo es carísimo. Los que han ido, los que han leído, a los que les han contado. Yo me consuelo pensando que los que han ido tienen gusto de millonarios y los que no, creo que hablan desde la envidia. Además, ya no puedo hacer nada porque está todo comprado. Y no cuentan con mi super poder de vivir a punta de papitas, coca y helados.

Una amiga visitó hace unos años las islas Galápagos, a donde llega y sale un vuelo una sola vez por semana. Después de pasar migración, registrarse en el hotel y ver a George, no hay nada más que hacer salvo esperar a que pasen los casi 7 días para jalar. Dice que le tocó ver a una española gritando desencajada en el aeropuerto «¿A QUE PUTAS HORAS HAY UN VUELO? YO YA NO AGUANTO. NECESITO SALIR DE AQUI YA». Eso me inspira y en caso de ser necesario, agarro a Pato y nos vamos a Londres. O a Alemania. O a esperar a Marcelo a NY. Yo, comiendo mierda, no me quedo.

Voy con la flexibilidad que me enseñó la pandemia y con la certeza que será temporal porque regresaremos a casa. Quiero conocer la ciudad donde se desarrolla el libro de Caritas untitled. Quiero ver cosas distintas. Quiero pasar tiempo con mi familia.

Ojalá no nos terminemos matando

marzo 12, 2024

Fidel

«Cansarse es más bochornoso que rendirse»

marzo 12, 2024

La flor y el pajarito

Cayó una flor rosada sobre la tapa del carro. Se asomaba por ratitos, como jugando escondido. La breve cola blanca de la orilla de sus pétalos.

Le dije a Pato que era un mensaje de mi papá, o de Dani y que la recogeríamos apenas llegáramos.

En un momento pensé que se voló y se lo dije. Lo oí llorar bajito desde el asiento de atrás.

Al parquearnos y bajarnos, vimos que la flor estaba aun allí.

Cuando veníamos para la casa, Pato me preguntó cuál era el mensaje que traería la flor.

Si fuese de mi papá, me diría que siempre está conmigo, que está contento de verme feliz, que su nieto es un niño maravilloso, que nos quiere mucho.  Se me quebró la voz. Quise llorar pero me forcé a mantener el tono alegre de esa carta entre mundos.

  • Y si fuera Dani?
  • Querido Patito. Sé que me extrañas mucho y yo también a ti. Te pienso cada vez que sonrío, que pienso en cosas bonitas, que recuerdo nuestros abrazos y cuando jugábamos de perritos. Te quiero mucho y siempre estaré en tu corazón

Me escuchó con la carita inclinada. Vi por el retrovisor sus ojos grandes llenos de nostalgia y de lágrimas. Sentí su manita tomar la mía y apretarla-

***

Le conté a doña Isabel de la flor y sus cartas. Me contó que desde que murió Dani, hay un comemaíz que entra todos los días a la casa. Nunca antes había pasado.

El comemaíz vuela por la casa. Permite que lo toquen. Se acomida en el hombro de ella y se deja acariciar. Se baña en la pila de la cocina. Se come las miguitas de pan de la mesa. Pía y se pasea. No está nervioso ni le urge salir.

“Es Daniela. Yo sé que sí”

En eso entra, volando feliz. Y doña Isabel me vuelve a ver con los ojos llenos de certeza y sonríe de la emoción de enviarle a Dani un mensaje de te extraño mucho, chanchi. Te quiero.

marzo 10, 2024

pérdida

Anoche ha sido uno de los poquísimos días que me baño 2 veces. Pato tuvo competencia en uno de los días más calientes que hemos pasado, en medio de una ola de calor poco frecuente, y pasamos horas esperando sus competencias. Los 10 minutos que estuve al sol fueron suficientes para quemarme los hombros. Fue mejor que casi todos sus compañeros. Tenía miedo y lo hizo con miedo. Luego, en la oficialía, se dio cuenta que sus compañeros tenían más miedo que él y le contaron que no querían competir.

Anoche soñé que en lugar de un niño, nos habían dado dos. Uno de ellos se me había muerto. No supe porqué. Simplemente veía el cuerpito sin vida y recordaba que lo había puesto en un basurero. Como si fuera carne que se puso mala. Como si no hubiera sido una persona. Como si no me importara.

Hace 7 años vimos por primera vez una foto de Pato en las oficinas del PANI. Yo estaba en un estado de shock tal que no podía pensar ni reaccionar. No lloré. Cuando lo vi por primera vez me pareció un niño feo pero pensé que igual lo podría querer. Sé, racionalmente, que Marce estaba ahí, conmigo, pero mi recuerdo se centra en esa incapacidad mía de reaccionar. Nos dijeron que éramos perfectos para ese niño que amaba los perros, que estaba acostumbrado a estar con adultos y que necesitaba mucho espacio. Nos contaron su historia y la de su progenitora y nos preguntaron si lo aceptábamos. Para ese momento se llamaba Benjamín, y vivía en una casita de interés social en Sarchí, donde le dieron todo el amor del mundo. El desinteresado. El bíblico.

Una semana después, el 16 de marzo, lo conocíamos. Mi mundo, mi vida, mi corazón cambiaron para siempre. A esa fecha le decimos el cumplefamilia

marzo 9, 2024

Carta a mi niño disperso

El cerebro, mi amor, es una cosa maravillosa que la ciencia no termina de entender.

Ahí soñamos, sentimos, planeamos. Ahí viven los temores, los dolores, las añoranzas. Ahí recordamos. Ahí es donde están los conocimientos: las palabras, la lectura, los números, las emociones, las experiencias. Ahí analizamos, resolvemos problemas, hablamos con nosotros mismos. Ahí imaginamos futuros e historias.

Como las personas, cada cerebro es único y distinto. El de uno de los hombres más sabios de la historia, Albert Einstein, parece que era más pequeño del promedio.

El tuyo también es diferente y especial porque es tuyo. Ya sabemos que sos muy inteligente.

Para explicarte, necesito contarte de tres lugares:

En Berlín, en el medio de la nada, donde una vez estuvo un muro alto que separó ideas y familias, hay un edificio enorme, de cinco pisos, todo de cristal. Es la estación central de trenes. Cinco pisos, con muchos andenes cada uno, donde a cada momento entran y salen trenes. Algunos rapidísimos, otros más lentos. Vienen de otros países, otras ciudades, otros barrios. Algunos pasan la noche, otros se quedan a limpieza y reparación, otros más entran y se van. Hay pizarras y pantallas por todas partes, diciéndole a la gente dónde está cuál tren, a qué hora llega y a qué hora se van. Incluso, cuál vagón tomar.

En los aeropuertos, hay personas que se llaman controladores aéreos. En las ciudades a la que llegan más vuelos, cada controlador tiene un radar donde ve los aviones que se aproximan y los que están listos para despegar. Los que sobrevuelan y hacen tiempo. Los que están en las mangas de abordar. En el radar se ven como avioncitos de papel que se mueven por todas partes.  El controlador tiene todos los aviones en su cabeza y les da la orden para que aterricen o salgan. Organiza un ballet, una sinfonía perfecta para esos gigantes de acero y evita que choquen en el aire o en la pista y se asegura que lleguen a sus destinos a tiempo. El da las instrucciones para cada piloto y cada piloto le hace caso. Ponen sus vidas y las de sus pasajeros en sus manos.

Frente al super al que vamos los sábados, un muchacho pone una mesa y ahí vende miel y otros productos de abejas, jabones, polen, jalea real. Tiene una vitrina, una caja delgadita con un vidrio y adentro, tiene un panal lleno de abejas que van para allá y para acá, bailan y agitan sus cuerpitos peluditos. Unas le cuentan cosas a otras, unas hacen miel, otras cuidan a las bebés, otras limpian las celdas. Si hacés mucho silencio, se escucha su murmullo inquieto.

Así sos vos. Tus pensamientos llegan todos a la vez o muy seguidos, como los trenes de la estación de Berlín, como los aviones del radar del controlador aéreo, como si cada uno fuera una abejita parlanchina. Y vos podés verlos todos, escucharlos todos, apreciarlos todos a la vez.

No todas las personas son así. En la estación central de algunos, solo llega un trencito de vez en cuando y cuando llegan dos, se enredan y no sabe qué hacer. Y dice, muy serio: “por eso es que no se pueden hacer dos cosas a la vez”. Vos si podés.  Algunos tienen un radar muy aburrido y los pocos aviones que llegan a ese aeropuerto ya lo conocen y no necesitan que nadie les diga qué hacer. Algunos prefieren la soledad y no el tumulto de una colmena.

Vos tenés el super poder de concentrarte de repente en un solo tren, un solo avión, una sola abeja. Tal vez porque te llamó la atención, porque viene de algún lugar lejano y misterioso, con grandes historias que contar. Tal vez porque simplemente querés verlo con detalle y conocer cada parte.

Y cuando hacés eso, solo eso existe para vos. Y aunque siguen entrando trenes, aviones, abejas, solo tenés ojos para eso que te apasiona.

Toda cosa buena, en exceso, puede dejar de serlo. Nos pasa a todos y a vos también. Puede ser que hoy necesitamos concentrarnos en aprender a leer, en la letra b o la d y aprender para cuál lado va la pancita de cada una. Vos te decís que vamos a poner atención total a esa b o a esa d. Pero en ese momento entran más trenes, más aviones te piden instrucciones. O son más abejas te quieren contar de un nuevo campo de flores. Pero vos simplemente los querés ver mejor, entender sus detalles y te quedás ahí, olvidando la dirección de la pancita de las letras.

Hay una pastilla que te permite concentrarte solo en lo que se necesita. Congela, por un rato, a los otros aviones, a los demás trenes, a todas las abejitas. Te permite atender eso que es importante en ese momento. Subirte a ese tren, a ese avión, a ese camino pintado en el aire que te llevará directo al néctar sin que nada más te distraiga.

También, con el tiempo, conforme vayás creciendo, vas a ir aprendiendo formas de lograr lo que hace la pastilla y ya no será necesaria.

Ojalá pudiéramos silenciar las voces que te han dicho o te dirán que sos vago, desobediente, tonto, distraído, desestructurado, difícil, imposible. Porque ellos mienten. O por lo menos, no entienden.

No saben que vos siempre, siempre, podés imaginar miles de universos simultáneos, con abejas con gorras de capitán, tripulando un tren que vuela por el aire y mejores futuros llenos de esa luz increíble de tus ojos claros y de la fuerza impresionante de tu gran corazón.

marzo 4, 2024

Protesta

Amanecí con ganas de llevar a Pato a una protesta política. En Berlín, en Buenos Aires o en Santiago. Sentir la electricidad del grupo, ver ondear las banderas, cantar consignas, caminar las calles, correr cuando llegan los Pacos.

Y con el puño en alto, gritar a todo pulmón que el pueblo unido jamás será vencido

marzo 4, 2024

8 mil casos

Soñé que me asignaban a otro abogado y me decían que iba a ganar más plata. El doble.

La oficina que me asignaban era más bien una especie de apartamento tipo estudio, pero viejo, de piso de madera. Iba a tener una compañera, alguien nuevo, reclutado de afuera, no de la misma oficina. Su esposo se llamaba Boris. Lo describía como un hombre feo. Había asumido el apellido de él, que sonaba un poco alemán. Ella se dedicaba a familia (Como mi amiga Gaby. Ayer estuve chateando con ella).

El lugar era un desastre, con un escritorio viejo, más bien una mesa. Empezamos por tratar de barrer, armar dos camas, correr muebles y hacerlo más habitable. Estábamos en un tercer piso. Había mucho polvo y telarañas.

Teníamos closet (idéntico al de mi primer apartamento, del que escribí ayer) y yo pensaba que tendría que usar ropa de abogado y ya no más buzos o jeans. Habían otros abogados en otras oficinas que dormían en el lugar, de traje entero y corbata.

Uno de ellos me pasaba trabajo y me explicaba cómo hacer este nuevo trabajo, cómo coordinarlo, cómo ocurría todo.

Me pasó 8 mil expedientes de cobro judicial. Le dije que yo no sabía cómo hacer eso (Anoche vi un video de Al Pacino explicando que en el Padrino I tenía que hablar italiano, bailar waltz y manejar un carro y no sabía hacer ninguna de las 3 cosas)

Me explicaban que era muy sencillo. (El cliente que me despidió me pedía que recibiera las notificaciones de cobro. Siguen llegando a pesar de que terminamos)

Yo calculaba cómo llevar control de todo eso, si habilitaba un correo diferente para notificaciones (Aun no llega la que estoy esperando hace meses), las horas que me exigiría todo este trabajo, cómo justificarme cuando me equivocara, que sabía que iba a pasar. Recordaba mi TCU, mis primeros encargos, de cobro judicial que nunca super cómo hacer. Encima la ley ahora ha cambiado.

marzo 3, 2024

Quiero irme a mi casa

Es mi pensamiento intruso de cabecera. Brinca cuando estoy triste, aburrida, deprimida, asustada, estresada.

A veces lo dejo pasar sin más trámite.

Otras veces lo escucho con cuidado

La voz que me lo dice soy yo, de más de 10 años. Pero lo digo para mis adentros.

No sé a cuál casa me quiero ir. A la que fue la mía no quiero volver nunca. La de mi abuela siempre fue de ella. Tal vez es al departamento al que me fui cuando me independicé. Aun sueño con él. Lo recuerdo con cariño.

Es más extraño aun cuando el pensamiento llega y estoy en mi casa. La casita blanca, de ventanales, de luz, donde me siento segura y querida, donde podría estar, como hoy, todo el día, callada.

¿Cuál es esa casa? ¿Porqué quiero irme para allá? ¿Porqué la siento mía?

febrero 29, 2024

Puntarenas

Aquí venía yo con mi papá. Entraba conmigo de la mano al mar. Cuando ya casi me tapaba el agua, me subía a sus hombros y cuando él ya no tocaba fondo, nadaba conmigo encima hasta la boya roja. Nunca sentí miedo cuando estaba con él.

Aquí, a los cinco años, por  primera vez me tocó un extraño. Yo estaba jugando en la parte baja del mar, sentada, corriéndome de un lado al otro, “caminando” con las manos mientras dejaba las piernas flotar, con mi vestido de baño de rayas de colores. Noté que él siempre se corría hacia donde yo me iba y se acercaba mucho y me metía la mano entre las piernitas por detrás. Un animal asqueroso que trataba de penetrar con ansiedad. Lo vi y sonreía extraño. Me asusté mucho y me sentí muy sola. No dije nada porque no tenía a nadie a quien contarle.

Aquí veníamos de paseo de un día, a recoger caracoles que se podrían en el calor del regreso. A quitarse arena en duchas públicas o en baños pagos, a envidiar los que tenían casas frente al mar o se quedaban en el Tioga y su piscina. A comer sanguches de paté aplastados y refrescos calientes.  A subir y bajar cerros en presas, sin aire acondicionado.

Aquí naciste vos, Benjamín, hijo de mi amor. Contemplo la paz de la inmensidad del océano. Siento al fuerza del aire dejándome caer granos de arena en la piel y mover las palmeras. Reconozco el sabor la sal en los labios. Es este rumor de olas y viento que te arrulló en el vientre. El repertorio de tus primeras horas de vida.

Aquí, en un restaurante, una salonera morena de brazos grandes  te miró fijamente. Se te acercó y te tocó el hombro para que la vieras a la cara. Temí que te reconociera y te reclamara. Te dijo que tus ojos son bellísimos, que tienen ese color verde con sol que a veces tiene el mar.

Aquí vengo por un expediente. Una orden de patacones. Un ceviche. Un copo. Un arroz chino para llevar. Una parada en los puestos de frutas. Una brisa. Un cambio de aire

febrero 28, 2024

Tarea

Soñé que batallaba con Pato para que él hiciera la tarea. Por más que lo corregía, no había forma que lo hiciera bien. Le borraba varias veces todo y lo volvía a hacer mal. Yo lloraba de frustración. Quería castigarlo, quería pegarle, quería liberarme de esa responsabilidad. Nunca le he pegado y espero no hacerlo. Lo veía inocente, preocupado, esforzado, pero nada salía bien. La necesidad de violencia era cada vez mayor.