noviembre 29, 2018
La tapita
Estoy sensible. Como si se me hubiera abierto una grieta o se me hubiera perdido la tapita de esa botella, azulada y fría. No la encuentro y me urge, esa o cualquiera que sirva, porque se me está desbordando y me doy cuenta porque tengo urgencia de montarme al carro y aprovechar para llorar, mientras voy manejando. Así lloramos las mujeres. Encerradas, en movimiento, de camino a alguna parte.
Quiero decirle al señor que me atiende en la gasolinera que es una barbaridad que los obliguen a usar ese chaleco amarillo horrible en este calor, convirtiéndolos en carteles humanos para que a mí no se me olvide pedir mis stickers. Quiero pedirle perdón porque no me interesa el coleccionador y preguntarle si tiene que cumplir con una cuota de entrega. Quiero pedirle que me cuente cómo es su vida, si me saluda sonriendo porque se siente bien o porque es requisito en este brete que te obliga a estar de pie aspirando humo, atendiendo malcriados insolentes, por un salario de mierda. Seguís leyendo?
Estoy sensible. Como si se me hubiera abierto una grieta o se me hubiera perdido la tapita de esa botella, azulada y fría. No la encuentro y me urge, esa o cualquiera que sirva, porque se me está desbordando y me doy cuenta porque tengo urgencia de montarme al carro y aprovechar para llorar, mientras voy manejando. Así lloramos las mujeres. Encerradas, en movimiento, de camino a alguna parte.
Quiero decirle al señor que me atiende en la gasolinera que es una barbaridad que los obliguen a usar ese chaleco amarillo horrible en este calor, convirtiéndolos en carteles humanos para que a mí no se me olvide pedir mis stickers. Quiero pedirle perdón porque no me interesa el coleccionador y preguntarle si tiene que cumplir con una cuota de entrega. Quiero pedirle que me cuente cómo es su vida, si me saluda sonriendo porque se siente bien o porque es requisito en este brete que te obliga a estar de pie aspirando humo, atendiendo malcriados insolentes, por un salario de mierda. Seguís leyendo?