Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

 

septiembre 12, 2023

Triggers

Son días en los que se abren muchas cajas llenas de recuerdos. Se suceden uno a otro, aplastados por tantos años y de repente libres, para estirarse, para dejar de ser una idea y volver a ser una película entera de detalles de otros tiempos.

Escribe la maestra de Pato convocando a reunión sobre su trabajo en clase. De inmediato, siento el miedo, la contracción de los músculos, el vacío en el estómago, la necesidad de preguntar si pasó algo malo.

Y pregunto. Y bueno, resulta que Pato es distraído y hay que ayudarle a que se concentre mejor.

Mi parte racional dice que Pato no es como yo y que se distrae con cualquier cosa y que hay que ayudarlo y que es cosa de límites y que no es para tanto.

Pero la otra parte, abre una caja en la que yo estoy pequeña, y todo, todo me da miedo. Y la sola idea de que llamen a mi mamá de la escuela, me aterra, porque no puede ser para nada bueno y sea lo que sea, ella se va a enojar y me va a castigar y me van a pegar otra vez. El motivo no importa.

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septiembre 12, 2023

La muralla

Cómo quisiera poder atravesar ese muro de noticias. La voz de periodistas, sin cesar, todo el día. Vos siguiendo todo, sumergido en eso, como una emergencia nacional. Ajeno a los demás. Hablando solo de eso.

Yo sé que hay más detrás del detalle de la ley, del diputado, de la sanción, de los eventos.

Hay algo atrás de ese caos tan parecido al que hubo ayer frente a La Moneda, 35 actos en simultáneo en el solemne desorden de un pueblo que así deja claro que nadie los manda.

Atrás de todo eso, te protegés vos

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septiembre 10, 2023

Lo que Chile me dio

No es un sueño. Entramos a territorio chileno de la mano, vos y yo juntos. Hace frío y antes de salir del aeropuerto, comemos algo. Todo sabe diferente: el té, el jugo de frambuesa, el pan.

Luego salimos con Papá y con la Nonna y a las 3 de la mañana, desde la ventana del taxi, vos te llenás los ojos del centro de Santiago de noche.

Al día siguiente ellos dos van a hacer vueltas y nosotros, a reconocer la ciudad. Yo me muevo como si solo hubiera estado lejos unos días y no años. Prometí no volver durante un gobierno de derecha. Cargamos las tarjetas VIP, reservamos City Tours, vamos a ver el cambio de guardia en La Moneda, recorremos el super.

Aquí a nadie le sorprende que te llamés Patricio y a vos eso mismo te asombra, cada vez que hacés una pausa para decir despacio tu nombre. Todo es nuevo para vos, incluyendo este calor intenso de inicio de otoño.

Para mí, la sensación es otra. No me encuentro. Sé que tengo que tener cuidado con lo que ves, con lo que te digo, no llevarte a lugares tétricos, mostrarte el Chile turístico, aunque no hay mucho para eso.

Santiago está diferente. Hay graffitis que me superan apenas por dos centímetros, pero por todas partes. Los ventanales de las tiendas están tapados con madera o con cortinas metálicas. Algunos, cerrados del todo.

Es como si en la revuelta social del 19 todo lo que hervía por debajo de la calle, toda la gente apuñada en el metro, todos los que el sistema forzó a las alcantarillas, se desbordó y sus dibujos, frases y carteles marcaron la inundación.

“Ir un miedo más allá”– es la que se queda conmigo.

Ya las multitudes volvieron a su cauce.  Ahora no hay nadie. La ciudad recuerda el confinamiento del COVID, que fue por meses, con autorización de salida una vez a la semana, por 30 minutos.

Te enseño a usar el metro: Si yo no logro montarme al metro, te bajas en la siguiente parada y me esperás. Memorizás la dirección de la abuela: Valentín Letelier 1376 y te ubicás por la torre Entel.  Te entregan la llave de la puerta del edificio. Te explico cómo se camina en una capital porque brincando en la acera y asomándote a la calle, estás invocando un accidente. Aprendés a comprar marraquetas, escoger el queso grasoso, disfrutar una empanada de pino, comer dulces de Curacaví, tomar leche de sabores, comprar té.

A papá, de chico, la abuela Berta le compraba y le llevaba ropa chilena en las visitas esporádicas. Compramos para vos ropa de verano de marcas desconocidas para andar más fresco. Ni a vos ni a mí nos gusta el agua con burbujas. Nos paramos en la esquina y de lejos vemos a Gabriel Boric recibir en la puerta de La Moneda a Alberto Fernández, como si fuese de todos los días lo de ver presidentes.

Un día ya no puedo más y mientras las señoras de la Florida insultan a su antiguo alcalde y le exigen que devuelva el dinero, recostados en la verja que nos separa de La Moneda te cuento del Presidente Allende, el de la estatua. Del bombardeo, del 11 de setiembre, del Golpe, de la dictadura y del ejército.

Mami, porqué lloras?

Porque me sigue doliendo. Al fin. Algo que me demuestra que ahí sigue el sentimiento.

Vamos al Parque San Cristóbal, a las ferias de artesanías, al zoológico, a la casa de Neruda, al centro.  Andamos en teleférico y funicular. Nos lanzamos a la búsqueda de las mejores empanadas para al final saber que las venden a la vuelta de la casa. Te quejás de lo mucho que se camina en Santiago.

Visitamos un viñedo, a la laguna del Inca, a los Andes, a una Hacienda de película, a Valparaíso, a Viña del Mar, a los malles, a los Dominicos, a comer con una prima. Conocés la nieve de lejos. Acariciás y alimentás llamas y cabras.  El puerto es distinto. Ya no es el hormiguero que yo recordaba. Los muelleros hicieron una huelga y los que siguen siendo dueños de todo, decidieron que los barcos ya no se detendrían más ahí, a pesar de las colinas y las casitas de colores. El puerto se rehúsa a que lo ahoguen. Hay más lugares de murales, restaurantes y puntos culturales. Otra vez quisiera tener tiempo de quedarme aquí y perderme entre las calles y las cuestas y en las noches ir a escuchar a desconocidos leyendo poemas.

Santiago también es el capitalismo brutal, los precios disparados, los salarios mínimos de hambre, derechos conseguidos a punta de marchas y protestas, siempre insuficientes. El individualismo egoísta privatizado que se confunde con progreso. Los excesos y los desperdicios. Cantidades mínimas de servicios- internet, transporte, comida- que a cualquiera le sobra un saldo enorme irrecuperable, pero no hay de otra. Al mismo país donde se compraba el té por bolsita o el pan por deditos. En uno de los malles de moda, todas las tiendas de uno de los pisos son de implementos de hiking de frío, de los que se usan una vez- tal vez- en la vida. Los videítos familiares de Pato caminando frente a La Moneda se llenan con los insultos de los trolles locales.

El día antes de regresar, vamos a almorzar al sótano de La Moneda, el Café Torres, el alma de la tradición chilena. La comida sorprende por lo buena.

Desde la esquina, vemos la enorme bandera chilena en la plaza que da a la Alameda, cortando con sus colores vivos el cielo sin nubes del país del fin del mundo.

Tengo esa tristeza de sentir que algo me hizo falta, de que yo no soy lo que era, que este viaje no ha sido como los otros, que me llevo menos.

Viendo ondear la bandera, me doy cuenta que ya no necesito estar viniendo a Chile, que ya no me jala desde adentro. Otra pérdida.

Pero también me doy cuenta de que ya Chile me dio todo lo que necesitaba, en el momento perfecto.

Me dio ideales, música, comida, identidad, referencia. Me dio ejemplos, me dio en qué creer, me enseñó el valor de un sueño, el precio del valor de defenderlo, la fuerza de la violencia. La diferencia entre discutir y pelear, la importancia de levantar la voz y descubrir la propia. Me ancló en el lugar que era para mí y que me costó tanto encontrarlo.

Me dio la fuerza de cada chileno que se despertó con terror después de ese 11 de setiembre, en su cama, en el piso, en un país extraño. La resiliencia que me llevó alzada a través de dos procesos de cáncer.

Me dio amigos. Llegaron primero virtuales al blog y se mantienen hoy, aunque casi no nos veamos. De ambos lados sabemos que no faltan los abrazos.

Me dio una familia. A Marce, que inicialmente me pensó chilena y apostó por mí a largo plazo. A mis suegros. A Dani, que siempre la pienso y la recuerdo. A mi hijo. Mi niño tico- chileno. “El Chicho es el abuelo de todos los niños chilenos y tú eres un niño chileno”- Le dice su Waweli, su abuelo.

A mi niño de ojos enormes, preciosos en todos los países del mundo, que asume el acento tan rápido y que entiende sin problema todo lo que le dicen con ese cantado.

Me dio fuerzas. Me dio ética de trabajo. Me lleno de conocimientos, tantos: lugares,música, poesía, personas, libros. Me dio calidad y calidez humana: La misma de ese pueblo tan querido.

Su dolor me permitió tramitar el mío. Su horror, ver al mío a los ojos. Las ausencias, los exilios, extrañar lo que desapareció con el bombardeo; trabajar mis duelos. Todo a mi propio tiempo.

Me ha acompañado toda la vida adulta. Me seguirá acompañando. Y cuando tenga dudas, me seguirá mostrando el camino para hacer lo correcto.

50 años. El amor se mantiene intacto. La batalla y mi país interno, que tiene mucho de chileno, también. Hoy desfilarán muchachos que ya no nacieron en dictadura pero que han aprendido el valor de lo vivido y de evitar que pase otra vez. Con ellos, levanto el puño y canto las canciones de la Unidad Popular, por mi revolución individual, por mi compromiso de educar a un hombre bueno, solidario, luchador, consciente, educado, humano. Uno que conserve la llama viva y le cuente a sus hijos de su primera vez en Santiago.

En Chile es posible ver mi corazón a contraluz, resistiendo.

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septiembre 9, 2023

Enreditos

En ese joyero de madera con forma de cofre del tesoro están las cadenitas y los collares de mi mamá. Cuando nadie me ve, me gusta sacarlos y amasarlos y revolverlos hasta que quedan hechos una sola pelota.

Después me pongo a buscar inicios y finales, a aflojar nudos, a entender por donde entran y salen. Con los ojos puestos en estas culebrillas de colores siento en la piel cómo va cambiando la luz en el cuarto.

Al final me quedan todas sueltas, ordenadas, sobre la cama.

Es hora de enredarlas otra vez. Hasta que me regañen-

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septiembre 7, 2023

Traum

Soñé en alemán. Y me sentía muy a gusto. Practicaba con un compañero en una clase. Y, como siempre, me costaba hacer la E mayúscula. Es como si la escribiera con la izquierda. La hago como un 3 invertido, solo curvas, sin ángulos rectos. Pero eso me pasa en todos los idiomas.

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septiembre 6, 2023

Una velita para vos

Se deja encendida en el baño todo el día, hasta que se apague solita. Hace una piscina sólida de cera. La llamita baila de aquí para allá- oye a la Billos y en su crepitar- y hace sombras.

La prendo y sé que en su casa, Mami hace lo mismo. Como lo hacía además mi abuela.

Esta es mi misa. Prefiero su calor y su luz a las lágrimas.

Me gusta verla. Brilla, como tus ojos. Como los míos. Como los de tu nieto cuando le digo Te quiero.

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septiembre 5, 2023

Hay amores que ni con el mar

Mañana, como todos los años, se muere mi papá

Una fecha cualquiera para cualquiera, menos para mí.

Es el área secreta de los mapas de la Guerra Fría, los espacios en blanco o en naranja, la calle sin nombre, la casa sin número.

Lo que no existe para nadie que no sea el afectado.

Lo que nadie le cree al afectado, nadie lo siente como el afectado. Lo escuchan, pero sin empatizar.

Es tan incómodo eso de estar expuesto al dolor del otro, así, tan crudo. Tan invasivo. Tan íntimo.

Cuando no quería ni hablar de él, cuando decía que no sentía nada, cuando pasé años enojada, cuando finalmente hice las paces, cuando descubrí que nunca había dejado de quererlo, nunca pensé que saldría de ese lugar.

Ahora estoy en uno del que no me quiero ir. Donde te quiero y adapto mi amor a la ausencia, sin privarme de él. Donde le hablo de vos a mi hijo y eso me hace sentir que vivís en dos corazones, ya no solo en el mío. Donde puedo hablar de vos sin llorar. Donde no me da miedo reconocer que te extraño, que me hacés falta o pedirte que me acompañés y me des fuerzas cuando siento que la estoy perdiendo. Donde perdoné tus errores y fallos.

Donde después de muchas vueltas, lágrimas, rabia, soledades, pesadillas; finalmente sé que siempre te tuve. Que te tengo.

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septiembre 4, 2023

El alma

Cuando se escapa del cuerpo, se siente cómo la succionan desde arriba, el desgarro en el pecho, el vacío que deja, cómo se expande hacia las tripas.

Usualmente se acompaña de una aspiración fuerte y repentina para tratar de retenerla y quedar con las manos imaginarias palmoteando en el aire.

No sé a dónde se va cuando sale. Nunca he pensado en buscarla.

Pero cuando lo hace, queda el cuerpo y sus instintos a cargo y es difícil pensar y uno regresa a su estado más primitivo. De lo que se trata es sobrevivir. Lo demás es secundario.

Se pierde uno. Chau raciocinio. Hola, adrenalina.

Cuando regresa, cae de golpe en el punto más alto de la cabeza y te cubre como una pintura espesa. Se acomoda de nuevo, se siente uno completo, en control, ya más dispuesto.

Hay gente que dice que le volvió el alma al cuerpo y los entiendo.

Pero me gusta más la idea de que el alma alcanza el cuerpo porque mientras ella no está, siento que me muevo a través del espacio y el tiempo y eso: me pierdo.

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septiembre 4, 2023

Excluídos

En el mall se pasea una adolescente perfecta en su cara, su cuerpo, su moda, cómo se mueve. Una reina rodeada de 3 pretendientes igualmente perfectos, con cuerpo de gimnasio.

Todos con esos aburridos dientes perfectos de ortodoncista y blanqueamiento. Se ha perdido el encanto del caos natural, tan único como la huella dactilar, de los dientes sin efectos.

La veo y pienso que definitivamente Pato nunca será como esos chicos. No porque yo quiera que sea otra cosa o porque se le está marcando un camino distinto.

Es que esos chicos viven en otra burbuja, una que uno no se imagina, donde la plata sobra y no tienen contacto con otras formas de vivir la vida.

Pasan al lado de otros muchachos de su edad, que les son invisibles. Estos trabajan en tiendas y restaurantes, tienen apenas el tercer año y salario mínimo. No se cruzan la mirada siquiera.

En la adolescencia, yo tenía claro que era una excluida. Pero también que no tenía la naturaleza para ser parte de eso, aunque por soledad lo añoraba. Pero creía que podía, con mucho trabajo, con mi inteligencia, llegar a un lugar parecido.

Ahora estos chiquillos me hacen entender que ahora hay espacios que ni queriendo. Totalmente ajenos

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septiembre 4, 2023

Arrechera

Recién se cerraron las puertas del elevador me di cuenta.

Quedé oliendo a vos.

A tus ojos, a la sensación de tus manos, a tu abrazo, a tu sonrisa.

Me senté en el carro y se hizo más intenso, más envolvente.

Era como si te tuviera al lado, hablándome bajito.

Se hizo tan fuerte, que se desbocaron el corazón y los pulmones y la parte del cerebro donde está el deseo y tuve que cerrar los ojos para controlarme.

Fue peor.

En la presa, me olí, como los perros, para ver dónde se me quedó el olor.

No lo encontré pero seguía ahí, casi plasma, moviéndose como humo denso y yo, el pabilo apagado.

Supe, entonces, que se quedó pegado en las orillas de las entradas a mi cuerpo, en el borde de las narinas, de los labios, de los ojos. Todo lo que quedó hundido en tu cuello las dos veces que me abrazaste.

No se va, este olor a vos, aunque ya es más tenue o ya no lo siento.

Si muevo un poco la cabeza o me acaricio el pelo, sale, travieso y se pasea de nuevo frente a mis ojos.

No quiero perderlo.

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