Hubo resistencia, aunque la nieguen. Hubo quienes defendieron a lanza y a muerte su identidad y su tierra. Hubo.
El blu Pablo Presbere, el más temido, capturó una carta de los frailes recoletos del río Térraba. Los curitas informaban a la Capitanía General de sus planes para terminar de pacificar a estos indios alborotados. Tan fácil como aplicar el principio romano de divide y vencerás.
Entonces, estos hombres de Dios, unidos por su amor a Cristo y al prójimo explicaban como vaciarían las aldeas y separarían a las familias y los enviarían lejos. Porque creían – con la misma fe ciega con la que creían en sus dogmas- que el desarraigo marchitaría la bravura.
Pa Blu, el Rey Colibrí, se adelantó con sorpresa. Alzó en armas a todas las poblaciones indígenas desde Almirante hasta Turrialba. Vencieron a los soldados españoles, destruyeron la ciudad de Santaigo de Talamanca. Fueron los frailes quienes se vieron expulsados. Hubo resistencia, sí. Hubo victoria.
El Gobernador de la Provincia, autobautizado “el pacificador” y no “el cobarde” o “el asesino”, necesitó 180 soldados y un bastión de borucas para engañar al Pa Blu y a once de sus jefes y atraparlos en una emboscada. Con él iban entre 700 y 500 mujeres, niños y viejos. El Gobernador los obligó a caminar hasta Cartago y los reubicó como esclavos, como hubieran querido los frailes. Nueve años después el hambre y los malos tratos habían matado a muchos y solo quedaban 200.
Se hizo la pantomima de un juicio. Y dicen las crónicas del Archivo General de Indias de España que así se defendió el Rey Colibrí:
“Fuelle preguntado cómo se llama, de á dónde es natural, que edad y oficio tiene: dijo que se llama PABLO PRESBERE y que es de la nación que llaman Suinse, en la Provincia de Talamanca; no pudo decir su edad: parece por su aspecto ser de más de cuarenta años y que es cacique de dicha nación, y esto responde:
No tengo noticia de nadie más que yo mismo como alzado en contra de Vuestro Rey, quien busca dividir mi nación, separar las madres de los hijos, los esposos de sus mujeres, las abuelas de los nietos.
Mi nación tiene muchas lunas y soles en estas tierras que no son de Vuestro Rey sino de los nativos de Suinse.
Yo solo me alcé para defenderlos de vuestros abusos, por lo que si habéis de matar a alguien, que sea a mí, Pablo Presbere, conocido como el Rey Pájaro, el rey Lapa, el Rey Colibrí, que vuela sobre las montañas, los ríos, el mar y lleva la semilla de las flores, de las frutas, de todo lo verde, de todo lo rojo, de todo lo naranja y azul, de todo cuanto perfuma el aire, el heredero de Sibü, yo soy el ave que vuela con las alas abiertas de la libertad.”
El 4 de julio de 1709, lo fusilaron con tres arcabuces en la plaza pública de Cartago. No encontraron un verdugo que supiera la técnica de garrote, que era lo que se acostumbraba en ese tiempo. Se sentaba al condenado en una silla y se le aplicaba un torniquete al pescuezo, matándolo lentamente.
“… fallo que de condenar al dicho Pablo Presbere, por lo que contra él está probado, sin embargo, de la negativa que tiene hecha en su confesión, que sea sacado del cuarto donde le tengo preso y puesto sobre una bestia de enjalma y llevado por las calles públicas de esta ciudad con voz de pregonero que diga y declare su delito, y estramuros de ella, arrimado á un palo, vendado los ojos, ad módum deli sea arcabuzceado, atento a no haber en ella verdugo que sepa dar garrote; y luego que sea muerto le sea cortada la cabeza y puesta en alto que todos la vean en el dicho palo…”
Cuando levantaron el cuerpo para echarlo como un perro a la fosa común de los delincuentes, en el lugar donde se derramó su sangre crecía una flor de Tayutic. La flor se abrió, roja al sol y un colibrí de cristal verde se acercó para beber su miel.
Se cumplía así la profecía del Useköl Pedro Comesala, el chamán de Talamanca: “Allí, donde caiga la sangre del Pa Blu, se convertirá en flor”
Talamanca resistió. Para 1821, no quedaba un solo español en sus tierras.
Yo te llevo en el pecho, Pa Bru, con orgullo. En mí sigue viviendo todo lo verde, todo lo rojo, todo lo naranja y lo azul, todo cuanto perfuma el aire. Yo también soy heredera de Sibü. Mis manos morenas son aves que vuelan con las alas abiertas de la libertad.
Nota de Sole: Este post es y no es mío. Es mi interpretación de algo que leí y me impresionó profundamente. El último párrafo si es de mi autoría estricta. El resto, salvo la cita literal del archivo de Indias, es una reinterpretación modificada por mí. La historia original la escribió Marcela Valdeavallano.
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