Quisiera que te quedaras así como estás ahora, a medio camino entre bebé y niño grande.
Que sigamos jugando a que vos sos la mamá y yo el bebé y maravillarme y sentirme halagada de verme a través de tus ojos, porque para vos soy siempre dulce, paciente, presente, tranquilizante. Que seás vos el que me cuenta un cuento.
Que me sigás preguntando a dónde van las personas cuando se mueren. A dónde se van los yayays cuando se curan. Por qué, por qué por qué.
Que hagás la trompita de darme besos, que te tirés a abrazarme cuando hago ejercicios de estiramiento, que me pongás a manita en el brazo cuando vemos tele- como lo has hecho desde el inicio. Que me abracés cuando me acuesto a la par tuya hasta que te quedás dormido.
Que me comentés tus programas favoritos. Que cantemos canciones juntos. Que me pidás que no mate un bicho porque solo está perdido y no encuentra a su mamá y a su papá. Que sigás siendo el niño sociable, entrador, generoso, noble, desprendido.
Seguir viendo cómo te tirás valiente a la vida desde la banqueta y das la lucha, como desde el día en que naciste, por mantener la cabecita afuera y avanzar.
Seguir cocinando juntos, vos, mi señor asistente, feliz de echar las cebollas, ir a botar la basura, ayudar con el reciclaje, hacer con papá un queque.
Seguir siendo los tres. Decidir qué cosas son para todos. Decirte que compartimos, que siempre ofrecemos primero, que hay que controlar el enojo, respirando como ese dragón porque sabe que cuando no se controla hace mucho daño.
Seguir viéndote caminar por toda la casa descalzo y en calzoncillo. Haciendo carreras en el pasillo. Jugando en mi cama a dar vueltas, a brincar, a ahí viene el lobo, a que sos un gatito bebé o un perrito.
Seguir siendo lo que vos sos para mí: lo más importante de mi vida. Mi razón de vivir. Y sé bien lo peligroso y neurótico que suena eso.
Pasar días sintiéndome mío, de mi entraña, mi hijo: lo que sos. Y de repente, un día, por mis propios traumas, en esos días que me siento lejos de todos y de todos, donde solo siento ganas de no sentir nada y todo me resulta amargo, no reconocerte por un segundo y preguntarme quién es ese niño, cómo hubiera sido su vida, si algún día querrá conocer su historia, si en su corazón yo seguiré siendo su mamá.
Jamás pensé que la maternidad fuera tan esto que me llena y me hace sentir feliz. Nunca hubiera sido yo la que vería la realización en ver crecer un hijo, en tenerlo todos los días.
Por vos todos los días recuerdo a mi papá y a mi abuela, pero ya no con dolor, sino desde otro lugar. Reconozco en lo que siento por vos, en las ganas de verte todos los días, en la maravilla que me genera verte hablar, pensar, conversar, responder cosas que pensás vos solito; a mi papá, porque así sentía yo que me veía él a mí.
De hace más de 40 años a hoy, el mismo amor, intacto.
Pero este universo se te está haciendo pequeño. Ya te aceptaron en el kínder para el año entrante y cuando leí la noticia, solo podía pensar en tu carita impresionada hasta las lágrimas cuando fuiste a hacer pruebas y paraste en la entrada y me dijiste, emocionado “Es peziozo”. Pero cuando te entregué a una desconocida en la puerta de la clase, no lloraste y muy casual me dijiste “Chau mami” y entraste a esa nueva etapa de la vida.
Saliste con otro pantalón y cuando preguntamos, dijiste “Fue un accidente. Lo siento”. Preguntamos cómo te fue, si te gustó, qué hiciste y solo respondiste con monosílabos. Unos días después, jugando, dije el nombre Emilio. Paraste de repente y me dijiste “Emilio es un niño de mi kínder. Llora mucho”.
El proceso fue largo. Registros, formularios, entrevistas, pruebas. Pensé, de verdad, que no iban a aceptarte porque eran muchos niños y pocos campos. Nos preguntaron cosas dolorosas: “Qué parte de su infancia les gustaría que viviera su hijo?” Y mi respuesta interna, automática: “Ninguna. De eso más bien quiero protegerlo”
Y otra vez volver a ese lugar donde todo es pregunta. Si serás inteligente. Si te gustará estudiar. Si lo tuyo será lo académico. Si tendrás problemas de conducta. Si serás hiperactivo. Si tendrás problemas de aprendizaje. Si te gustará lo que a mí me costaba. Si te seguirá gustando la música.
No sé si me estoy equivocando y eso me angustia. Está lejos, sí. Pienso que quiero que seás como los alumnos que conozco de ese colegio: autónomos e independientes. Libres. Autosuficientes. Quiero darte lo mejor aunque sea un esfuerzo. Que cuando faltemos, tengás todas las oportunidades y las experiencias y las herramientas porque llegamos tarde nosotros a tu vida y no sé cuánto vamos a estar con vos.
Tengo miedo al momento en que rompan la cáscara de este universo tibio que creamos para vos, donde no hay super héroes de franquicia, donde conocés de Disney solo a Rayo McQueen, donde no sabés qué son los comerciales, donde nadie es cruel con vos y vos sos el centro de las cosas. Que te conviertan en un niño alienado, que te afecte tu identidad, que te convenzan que es mejor todo lo que no somos y no hacemos. Ya tengo decidido que si eso pasa o pasa cualquier otra cosa, te cambiamos de escuela y punto.
Te prefiero independiente y seguro, que ansioso y apegado. Te prefiero libre aunque me hagás falta entre los brazos cada momento. Te prefiero ver seguir un buen camino que tenerte al lado.
Ellos recomendaron que, por el resto del año, vayás a algún maternal. Encontramos algo que hubiera querido encontrar antes y que lo vivieras no solo por 6 meses.
Pero siento que te estoy perdiendo. Solo yo siento eso. Un duelo, una pérdida de una forma de vivir, del que ha sido mi bebito por estos dos años y medio.
Vienen tantas nuevas cosas para vos. Vas a venir diciendo nombres de chicos que no conozco. Vas a enamorarte y a abrazar a tus maestras. Vas a correr y a reírte y a decir cosas graciosas en otro lugar y yo no voy a estar ahí para verlo, aunque tampoco he estado porque trabajo, pero de alguna manera, no es lo mismo.
Tengo miedos, de repente, de que algo te pase en el lugar nuevo, porque creo que es seguro pero es algo que he escogido pensar pero que no me consta. Que te expongás a gente mala. Que alguien te haga daño. Que te conviertan en otro. Que te transformés en el estereotipo del niño brusco, escandaloso. Tenerte solo por horas. Que sean otros los que conozcan el detalle de tus días.
Quiero llorar, pero frente a vos celebro, alistamos el bulto, la ropa loca que pidieron para ese primer lunes, tu ropa de cambio, una botella de agua, repasamos qué decir si un niño te pega, cómo decir tu nombre completo, cómo hacer una pregunta levantando la mano, cómo decirle a la maestra que querés ir al baño.
Fue tan duro, cuando llegaste, dejar de ser yo para volcarme completa a vos, que ahora que puedo empezar a retomarme, no sé bien qué hacer conmigo.
Quisiera siempre, siempre, poder llevarte de la mano. O al menos entender que tu vida no es la mía. Aceptarlo. Saber que la vida, poco a poco, nos irá separando y a la vez, creando nuevos lazos, cada vez más elásticos.
Deja un comentario