Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

 

Sole y la gala: Del amor y otros demonios

– Aclaro que yo no puedo ser objetiva en el análisis de la película. No. A mí me gusta y punto. Me gusta no solo por la historia en sí o cómo está contada. Me gusta por todo lo que representa y lo que implicó. Me gusta además porque aunque mi parte haya sido solo legal, la siento como parte mía.  Todo zorro ve bonito a sus zorritos.  Si quiere leer una crítica objetiva, vaya a cualquier otra parte. Aquí somos fanes y de los bravos.

– De la oficina fueron los socios y yo, cada uno con nuestros acompañantes. Aunque generosamente nos ofrecieron llevar invitados, nosotros fuimos decentes y no nos pusimos en cosas. El Patán, en cambio, tenía 20 invitados.  Cada uno con pareja. Y encima me llamó a las 8 en punto para decirme que iba tarde y pedirme que me encargara de los de él que habían perdido la invitación y que además les hiciera conversa. El estaba en su charco, también orgullosísimo, como si la fiesta fuera de él y además en el Bosque Encantado.

– La dama más alta de la velada era la suscrita, encaramada en mis zancos favoritos que me permitían una vista panorámica de cada cosa, quien llegaba, quién se iba, quien hablaba con quién, etc. Es de las pocas veces que las modelitos edecanes me miran con rabia y envidia y que yo me puedo llenar la boca diciendo «Tome pa’que lleve. Y además toda esta largura es natural. Aun sin tacones te saco dos cabezas y media». Lo demás no es nada que no se arregle con silicona y cuchillo.

– Había mucha gente. De todos los sectores. No deja de sorprenderme que Laura y Hilda conozcan a tanta gente. Yo, por más que saco números, no llego ni a la octava parte.  Yo pasé huyéndole a las cámaras. No me da el glamour ni lo bombeta.

– Afuera hacía mucho calor y todas sudábamos con riesgo de que se derritiera el maquillaje y asomaran las manchas de sudor del sobaco (o sea, la humillación),en los vestidos de coctel de nosotras las señoras (había dress code). La sala, por su parte, estaba helada. Nos abanicábamos con la invitación.

– La birra no la repartieron hasta después de la peli. Lo supe porque el Patán fue a pulsear que le dieran una y se devolvió con el rabo entre las patas diciendo «Diay huevón, porqué no me advirtió? me pelé el culo!»

– Por culpa del vestido formal tampoco pude comprar palomitas. No fuera que se me pegaran todas las de caramelo o lo manchara con la grasa de las saladas. Un socio me dijo que iba no solo por la peli, sino porque las palomitas de Cinépolis son buenísimas.

– Nos quedamos cerca de la entrada y apenas dijeron que podíamos pasar, estábamos de terceros en la fila. Cogimos asientos privilegiados, en el lugar perfecto. No sé cuántas salas usamos, pero todas estaban llenas.

– Si alguien hubiera puesto una bomba, se lleva en banda a casi la mitad del gabinete entrante y saliente. Parecía una reunión de las de que teníamos que tolerar durante la época de política. Llegó hasta don Oscar, con todo y escolta. Y aunque el tema no daba para que llegara Monseñor, su Combo o la Virgen María, eso no impidió que llegara su hija predilecta, que dijo además que le encantó la peli y parecía por la cara que hizo al lanzar el comentario, que no estaba siendo decente, sino sincera. También me encontré con gente de verdad y muy querida.

– Al salir, don Oscar acorraló a Fidel Gamboa y le dedicó muchos piropos a la música. A mí me gustaría tener el mp3 de la canción, que sale hasta casi el final de los créditos, pero que es muy meláncolica y dulce.

– Me llevé la enorme sorpresa que me pasaran al frente, cuando nombraron al equipo técnico que hizo prosible el proyecto. Cuando oí mi nombre no quería levantarme, pero me decidí al ratito. Tuve que dejar el palco y bajar muy despacito las gradas, con el riesgo de quedar como una lora (cuando se cae del palo) por culpa de los tacones y la emoción.

– Para mí es un lujo la realización técnica de la peli. Es un lujo que podamos discutir si nos gusta o no nos gusta dando por sentado que la parte técnica está impecable. Es como en las pelis de verdad-verdad. La fotografía tiene casi que textura. Es porque Marcelo Camorino es demasiado gato. Por eso y por todo vale la pena verla.

– Para mí, cada personaje tiene su propio demonio. El obispo, el qué dirán de la Iglesia y su propia posición privilegiada. A él no le preocupa Cayetano por su enamoramiento, le preocupa qué dirán de su jefe, el señor Obispo y su error de ser el ptotector de este muchacho tan díscolo y perverso. El Marqués, su matrimonio y su vida de mierda, que añora volver a España como si pudiera pagarlo o como si eso fuera a cambiar las cosas. La madre de Sierva María, su desamor por su hija, su desprecio por el marido y la enfermedad que la tiene echa mierda. La madre superiora, el pique que le lleva a los curas. La monja que vinea por la puerta, o la envidia de ser libre, de tener pelo largo, de tener una hija o de tener un amor. Abrenuncio, el Santo Oficio. Los negros, su condición de esclavos, el desprecio, el racismo.

– Yo, de bocona, cuando la vi la primera vez le decía a Hilda que Sierva María era como la representación de América. Una niña de piel blanca y pelo rojo, pero que se comporta libre, duerme a lo chancho chingo, desaparramada, orina donde le da la gana, haya o no gente; comparte con los negros como sus iguales y habla sus lenguas, toca a los animales exóticos y disfruta observándolos, se llena de tierra y siempre anda las uñas mugrosas. El pelo la envuelve como una selva, salvaje y sin doma. Toda ella es un sincretismo, igual que América.

– La actriz tenía 13 años cuando se rodó la peli y hace el papel de una chiquilla de trece años.  Uno a los 13 de verdad está como a medio río: aun juega con muñecas pero le dan enamoramientos de cachorro que sorprenden por lo ingenuos. Uno a los 13 casi no dice nada y piensa mucho.  Te empezás a costumbrar a un cuerpo que cambia mucho. Hay sensaciones que son primicia, preguntas, cuestionamientos. Y a veces dice cosas o hace cosas extrañas. A los 13 uno recién se empieza a ir descubriendo. A menos, claro, que uno haya sido la chica popular y simpática del cole, que no es lo mío. Tal vez por eso es que viendo a Sierva me recuerda mucho el comportamiento un poco extraño mío y de mis amigas a esas edad.

– Cayetano, en cambio, está amarrado por el formalismo de su origen y formación hasta que el amor lo libera. Al principio tiene pinta de atromentado, porque probablemente él mismo se sabe infeliz. Hay una escena en la que él está dormido sobre sus manos (tiene manos muy largas) y los dedos se le ven casi como gusanos exóticos, dignos de los bichitos que tanto le gustan a Sierva.  Luego, cuando ya se da permiso, es impresionante- al menos para mí- la cara de angustia maravillada que le produce hasta el despiojar a Sierva, el verla, el tocarla. Yo no sé si a Cayetano solamente lo seduce Sierva o es a la España entera o a sus hijos a los que los seduce América.

– Para un hombre célibe de por vida, tener 36 años o 14 al momento de enamorarse no hace ninguna diferencia. O sea, 23 años es mucho si uno midiera por experiencia, pero para los efectos, para los dos es primicia.

– No deja de sorprenderme cómo versos escritos por Garcilaso de la Vega hace cientos de años suenan tan vigentes. Es genial como los recita Cayetano, la fuerza y el sentido que les da. Los hace reales, ciertos. Yo me imagino que esos mismos versos leídos con acento tropical no habrían sonado tan lindo y que en la voz de un español suenan perfecto.  Me dan ganas de seguirlos oyendo, de decirle a Cayetano «Otra vez, decilo, otra vez»

– Las escenas donde la cara de uno de ellos aparece de la oscuridad y acaricia la cara del otro para luego desaparecer, me recuerda el eclipse de sol que también sale en la peli. El eclipse, de alguna forma, simboliza para mí una fuerza enorme, inparable, inmodificable, como lo que les pasa a los personajes.

– Me fascinan las escenas en el aljive o sea en la fuente, con el agua.

– Nos tiramos todos los créditos. Cuando salió el logo de la firma y mi nombre, al lado del de mi jefe, casi se me salen las lágrimas y me sentí profundamente agradecida con la oportunidad que me dieron Hilda Y laura de participar en todo esto. En 10 años en la firma, hemos hecho muchas cosas. Otras, por más que hemos intentado, no han salido. Pero de ninguna de ellas me he sentido tan orgullosa como de ésta. Podría dediccarme a hacer ese tipo de cosas toda la vida. Siento que me representa más, que es más Ale, que todos los recursos y pleitos ganados en el pasado.

Es cierto. No logramos construir una cárcela para 1200 reos de mediana y máxima seguridad. Pero hicimos una peli lindísima.