Sole gets a massage
lunes, agosto 24, 2015Ahora que me dedico con ahínco y obsesión al tema del chapoteo y trato por todos los medios de no lesionarme, aunque eso contravenga mi tradicional daño al manguito rotador cada pretemporada, decidí ir redondeando el concepto deportivo, pero en el orden que me da la gana. Así que antes de renunciar al chocolate con avellanas, al flan de vainilla con dulce de leche, o a las crepes suzettes, decidí que mis agotados músculos se merecían un masaje, como los deportistas élite que tienen masajista propio para antes y después de cada juego, pero lo mío más modesto.
Hice primero investigación de mercado con el famoso boca a boca, protegiendo mi intimidad afirmando que la información era para una amiga. Me recomendaron los masajes deportivos, pero la verdad, yo por dentro sentía (y siento) que ese tipo de masaje me queda grande, porque aunque nado 4 veces por semana, lo cierto es que lo mío es y sigue siendo una afición y no una cuestión de alto rendimiento ni mucho menos.
Además, tenía un oscuro antecedente, de mi época de runner, cuando después de una de esas carreras donde nadie me disputaba mi lugar al lado de una ambulancia, en un gimnasio se ofrecieron a quitarme el dolor de piernas y alegando que se me habían hecho cristales de ácido láctico, casi me dejan en silla de ruedas si no es que me defiendo a punta de aullidos de dolor y huyo por la derecha.
Así que le pregunté a mi fisioterapeuta, saqué cita y carboneada por ella (en realidad solo necesitaba un empujoncito) fui a parar con indicación de masaje deportivo, en un sitio decente, profesional y recomendado, según ella. Seguís leyendo