Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

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Sole gets a massage

lunes, agosto 24, 2015

Ahora que me dedico con ahínco y obsesión al tema del chapoteo y trato por todos los medios de no lesionarme, aunque eso contravenga mi tradicional daño al manguito rotador cada pretemporada, decidí ir redondeando el concepto deportivo, pero en el orden que me da la gana. Así que antes de renunciar al chocolate con avellanas, al flan de vainilla con dulce de leche, o a las crepes suzettes, decidí que mis agotados músculos se merecían un masaje, como los deportistas élite que tienen masajista propio para antes y después de cada juego, pero lo mío más modesto.

Hice primero investigación de mercado con el famoso boca a boca, protegiendo mi intimidad afirmando que la información era para una amiga. Me recomendaron los masajes deportivos, pero la verdad, yo por dentro sentía (y siento) que ese tipo de masaje me queda grande, porque aunque nado 4 veces por semana, lo cierto es que lo mío es y sigue siendo una afición y no una cuestión de alto rendimiento ni mucho menos.

Además, tenía un oscuro antecedente, de mi época de runner, cuando después de una de esas carreras donde nadie me disputaba mi lugar al lado de una ambulancia, en un gimnasio se ofrecieron a quitarme el dolor de piernas y alegando que se me habían hecho cristales de ácido láctico, casi me dejan en silla de ruedas si no es que me defiendo a punta de aullidos de dolor y huyo por la derecha.

Así que le pregunté a mi fisioterapeuta, saqué cita y carboneada por ella (en realidad solo necesitaba un empujoncito) fui a parar con indicación de masaje deportivo, en un sitio decente, profesional y recomendado, según ella. Seguís leyendo

El incidente en la pista y el Patán

viernes, julio 31, 2015

Ayer salí tarde y cansada de la oficina. Después del peaje, la presa de siempre, avanzando más lento que en un funeral. En algún momento me quedé ida, perdida en algún recoveco de la memoria y es probable que el carro se me haya ido un poco para atrás, pero muy poco. Recuerdo haber escuchado un pitazo largo, pero a esa hora es tanta la frustración que es imposible saber de dónde venía.

Todos los carros estaban detenidos. Es probable que apenas tocara el carro que venía detrás, pero son fuerza, sin mala intención y sobre todo sin daño. Así que como no sabía si sí o si no, decidí que no y que probablemente era cansancio. Antes de poder avanzar los siguientes dos centímetros, escuché como alguien golpeó durísimo con la mano mi carro y gritó “¿No te vas a bajar, playo?”

Cualquier intención que pudiera haber tenido, cualquier curiosidad de ver si era o no un golpe, cualquier duda, se fue a la mierda. Había tanta violencia en ese grito y en ese golpe, que empecé a sudar frío, temiendo que el orangután del reclamo estuviera armado o aprovechara la presa para venir al frente a quebrarme el vidrio o a algo peor.

Seguí avanzando y la presa aflojó un poquito. No me separé ni un centímetro del carro que llevaba adelante. Antes de que se disolviera del todo el nudo del tránsito, un cisterna con sombustible trató de metérseme por la derecha, tirándome el camión encima. No le di campo. “Jueputaaaaa! malparidaaaa!”. Y la misma violencia que el otro. Seguís leyendo

Downton Sole-y

viernes, julio 17, 2015

Hace muchísimos años, leí y lloré a mares con La pequeña princesa, mucho antes de saber que había sido una película con Shirley Temple. Lo leí una y otra vez, aquella chiquilla milloneta, que queda huérfana (al papá se lo come un tigre en India, lo hieren en alguna guerra o algo así) y pasa de ser la chineada a la empleada del internado, teniendo que dejar el mejor cuarto, viviendo casi en el ático, limpiando los baños. Una especie de Cenicienta de la era victoriana inglesa. Por cierto, no sufran- vienen spoilers- al final se hace amiga de un sirviente indú que se la presenta al jefe que era muy solillo y muy milloneta y la adopta y todos felices comieron perdices- O el papá aparece. O algo así.

El hotel donde nos quedamos es una casa antigua, muy cerca de la estación Victoria, en el mismo barrio donde queda la casa en esa novela/serie  inglesa buenísima (disponible en Netflix) que es Downton Abbey  Pero, igual que La Pequeña Princesa, nos tocó en un cuartico en el último piso, creo que el octavo, donde estábamos muy cómodos, porque todos nos quedaba a un brazo de distancia. Con estirarlo podía prender el tele, abrir la ventana, prender el ventilador (no había aire acondicionado), abrir la puerta del baño, del cuarto o del closet. Desde la ventanita minúscula se veían más abajo las chimeneas de los vecinos. Y para el desayuno, había que bajar los siete pisos de escaleras estrechas para ir a comer al sótano, la parte down de Downton Abbey. O sea, pagando precio de primer mundo y durmiendo y comiendo como los sirvientes. También podría decir que como Peter Pan, un viejo conocido de infancia. Seguís leyendo

Je suis la Solé

lunes, julio 13, 2015

Dejamos Amsterdam atrás, esta vez en la fecha correcta, con el tren correcto. De por sí, llovió toda la mañana y aprovechamos hasta el último minuto antes del check out.  En la recepción del hotel ya se amontonaban las chiquillas estridentes, con frenillos, colitas, hotpants y jackets, jalando unas maletas casi tan grandes como ellas, reacomodando calzonillos, tacones y enaguas en el piso para que pudieran cerrarles.

Entonces entendí porqué me irritan: en el verano, ellos viajan por las ciudades de Europa como en mi tiempo lo hacíamos a fin de año por las playas de Guanacaste. Comen lo que compran de máquinas expendedoras, puestos en las estaciones o en chinos de barrio, como nosotros. Sus croissants son mis galleta soda. Su pastrami/jamón, mi atún con vegetales. Caen dormidos donde pueden, con tanto cansancio que no importa si hay ocho más en el cuarto de un hostal o si es una tienda que huele a moho en una playa humédamente hirviendo. Jalan medio closet porque se cambian cuatro veces al día. El tren es el carro de un amigo. La plata, la que alcance. Todas las noches fiesta y gente nueva. Lo mío es envidia, no de la juventud de ellos sino de la mía, de la que ya está ida y esa incomodidad de que tal vez desperdicié demasiado tiempo en estar triste, en sufrir por ese muchacho que no me quería o que tal vez, los que estuvieron a la par esos años, me recuerdan sonriendo.

En el tren, un macho fibrudo prepara tranquilamente un puro de marihuana. Una mamá y una hija asiática hablan en perfecto irlandés. La gente sube y baja maletas y bicicletas. Chau, Holanda.

Bruselas me acomoda mejor, porque tiene casi el refinamiento francés, pero mantiene muchas cosas alemanas. No termino de entender a estos locos que conozco a través de Asterix, inventores de las papas fritas, maestros chocolatiers descubridores de los pralines, artistas de los waffles y los panqueques y encima, para los que le entran sin asco, cerveceros en todas sus versiones. Seguís leyendo

Cartas de Sole van Niejts. Día Tres

sábado, julio 11, 2015

Cartas de Sole van Niejts. Día Dos

sábado, julio 11, 2015

Vincent, querido:

La única forma de verte,  es en el museo, pero tomando la precaución de comprar las entradas con anticipación en internet, para no hacer una fila infernal de unas cuatro horas.

Es, como sabrás, un museo pequeño, con poquitas obras tuyas, porque la mayoría están en otras partes del mundo. Al menos se ha cumplido algo de lo que vos querías: que tu arte se vendiera y se conociera. Lástima que ocurrió hasta después de vos muerto, pero por eso estás regado por todo el mundo. Seguís leyendo

Cartas de Sole van Niejts. Día Uno

sábado, julio 11, 2015

Meine liebe Cornelia,

La colonización tiene sus venganzas y si los holandeses dominaron los mares, Indonesia, Sudáfrica, Java, Japón y Surinam y fueron el país más rico de los 1600, ahora lo están pagando en la cantidad desbordante de turistas que parecen inundar la ciudad todos los días, a todas horas, bajando desde la estación central hasta el Dam.

Amsterdam desaparece debajo de esa marea y el área que le ganaron al mar se la comen los pasos de miles de turistas de todos los rincones del mundo, aliviados de encontrar una ciudad donde se habla algo más complejo que el alemán pero donde el que no habla inglés, es como si fuese mudo.  Por culpa de la globalización, esta ciudad se ve como todas las demás, con las mismas tiendas, las mismas marcas, las mismas cafeterías y para este momento, forrada en Minions, como Berlín. Por culpa de los chinos, los souvenirs son idénticos a los de todo el mundo, pero de colores distintos. No hay artesanías. ¿Dónde viven los holandeses en esta capital del Disneylandismo europeo? ¿Hay alguien en esas casitas bailarinas de los libros de cuentos que se están yendo de lado?

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System Glitchen

jueves, julio 9, 2015

Glitch eins: Estos días eternos, que rinden montones, que obligan a dormirse con luz del sol y a las 4 de la mañana, ya está de nuevo iluminado, como si te robaran vida, o en este caso, sueño, todo bajo un sol inclemente y un calor de mierda.  El ciclo circadiano y el despertador biológico reclaman. Soy el antónimo de un vampiro, me activo como si fuera una öko-bio person, que funciona con luz solar y energía  limpia y renovable.

Glitch zwei:  Ayer nos íbamos para Amsterdam. Bajamos y subimos gradas con rodo el chunchero, compramos sanguches y agua (sin gas) para el camino,  desayunamos de a parado, nos acomodamos a esperar. Cinco minutos antes de que el tren llegue, nos damos cuenta que estamos corridos no 20 cm o 20 mins. No. Un día completo. Este no era el tren ni la fecha ni deberíamos estar ahí. Estallo en furia y chicha, me ataco por bestia. Lo que había sido un temblorcillo de ansiedad cuando vi las pantallas desconfiguradas de la estación, es ahora  un terremoto. Empiezo a hiperventilar y pensar en quéhacercómohacerquéhacerquéserádemí hasta que mando un mensajito de texto y podemos volver al lugar que llamo casa, donde me puedo reír del error y se me pasa.

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De paseo

lunes, julio 6, 2015

Huimos hacia el noreste, a una finquita de fin de semana, en un ride a cargo del novio de la gringa amiga de mi amiga. El novio en cuestión, un mae con pinta brava de árabe, peludo, oscuro, moreno, ojeroso, patán y machista, que confirma llamarse Sean, un nombre profundamente irlandés, aunque dice ser iraní. Tiene cara de Mohammed Abdullah y sí, sé que suena racista. Pero es cierto. Se comporta como un macho de medio oriente en la forma en que maneja, lo que le dice a la gente que se le atraviesa, el rap que va escuchando todo el camino, las cosas que dice. La gringa esta debe estar en la lista de vigilancia de la NSA  por andar con este prototipo de terrorista que encima vive en Alemania y nosotros ahora también por habernos montado con él al carro. Cuando me dan la oportunidad de escoger música, pido a Oscar d’León, el diablo de la salsa, y por 20 minutos la sensación de sol, música y paseo es puro  Caribe.

Hace calor. Mucho calor. Mucho. 37, 39, 39 grados. Al próximo que me diga que de todos modos yo debo estar acostumbrada porque vengo del tópico, le meto un manazo. Nada de aire acondicionado en ningún lado.  Tampoco hielo. Todo lo toman a temperatura ambiente que es casi hirviendo. Encima es agua con gas que me sabe a alka seltzer y no sé si el agua del tubo es potable o me van a salir lombrices. Me quiero volver chango, porque no hay ni medio centímetro de viento, sudo como si estuviera haciendo bicicleta y paso empapándome con mangueras cercanas, monopolizando hamacas y sombras.  Somos como 30 personas, haciendo nada, sentados, conversando . Cuando dicen que vamos a nadar, soy la primera que se monta en el carro.

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Blicke auf Berlin

sábado, julio 4, 2015

Es llegar y recuperar la sensación de la sonrisa, el agradecimiento de una casa y un corazón que me recibieron, la familia que ahora es mía y me espera, cinco años después y esta ciudad prestada la sigo sintiendo como mía.

En el S-bahn, este caballero inglés de pasaporte español cuenta como al morir su papá, encontraron un bellísimo- esa es la palabra que usa- uniforme Nazi en perfecto estado y que nadie sabía qué hacer con él, si enterrarlo con el uniforme puesto, quemarlo o qué. Insiste en la belleza asesina del traje, sobre todo visto de cerca. Nadie se inmutó ni mostró sorpresa algún y decidieron entre todos entregarlo al Museo de Historia Británico. Curioso– comenta la sobrina, porque aparentemente el muerto siempre fue amable, cariñoso y particularmente llevadero con los niños pequeños.

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