Hoy, pero 1989, a 9640 kilómetros de aquí: En la República Democrática Alemana, alias la RDA, donde hombres con ideoleogía marxista comunista comían chiquitos de postre y de desayuno, sobre todo a aquellos a los que no les habían logrado lavar el coco, la cosa estaba que ardía.
Desde el 7 de octubre, aniversario 40 de la fundación de la RDA, la gente se lanzaba a las calles, en Leipzig, todas las noches, en Berlín, primero en las calles de los barrios contrarrevolucionarios, donde vivían los artistas y los progres. Después, directamente en la arteria principal de la ciudad.
Desfilaban no porque querían acabar con el sistema. Querían un sistema diferente. Algunos querían tener la libertad de comprar lo que quisieran, sin detenerse a pensar si alguna vez tendrían los medios. Otros, los menos, querían la posibilidad de ser un hombre nuevo, sin Stasi, sin censura, sin miedo.
“Wir sind das Volk!” coreaban. Nosotros- y no ustedes, el dizque partido del pueblo- somos ese, que llaman pueblo. Es nuestra voluntad la que debe ser escuchada. “Wir sind das Volk” y no “Nosotros queremos el capitalismo. Queremos ser ciudadanos de segunda, perder nuestros trabajos, nuestra referencia, nuestra cultura, nuestra vida. Nuestra identidad. Nuestras conquistas” Pero nadie les dijo. Y ellos, como dicen hoy, 20 años después, jamás se lo imaginaron. Y él si hubiéramos sabido, tampoco les devuelve el pasado.
Gorbi se había negado a prestar el ejército para aplacar revoltosos. Los alemanes, después de todo, habían coreado su nombre y él se llenaba la boca hablando de glasnot y perestroyka. Cuando Honecker le pidió las tropas, Gorbi probablemente se recordó adorado por las multitudes sociales que gritaban “Gor-bi! Gor-bi!” con ese acento alemán y dijo “Nein! cómo voy yo a mandar a garrotear a ese pueblo tan divino que es el único del bloque que me adora?”
Urgía una conferencia de prensa. Y se hizo por primera vez en vivo, sin preguntas preparadas. Y a Günter le encargaron hacerse cargo, Günter, desde tres días antes, se fue a estudiar las respuestas, no fuera a ser que se pelar el popo (el culo) y lo echaran del partido.
Ese 9 d enoviembre Günter entró a la conferencia de prensa afiladísimo. Antes de que iniciara, una machita le dio un foldercillo con un proyecto de ley. Y aunque la conferencia no fue tamaleada, se la jugó como un vikingo.
Las cosas y las preguntas se respondieron a la alemana: en orden, pausadamente y agotando el tema hasta el aburrimiento. La conferencia estaba llena de periodistas extranjeros que estaban cubriendo los revoltosos acontecimientos.
Casi al terminar, alguien preguntó que lo de los viajes al exterior para cuándo. Günter se acordó del foldercillo que le dio la machita, lo abrió y lo leyó.
“Aquí dice que los viajes al exterior quedan autorizados”– dijo, sin acordarse que era un proyecto.
Hubo un silencio. Ese, que precede al infarto. Se escuchaba el crujir del régimen que se desmoronaba.
“Ese permiso incluye Berlín Occidental?”– preguntó un periodista. Porque la mayoría de das Volk lo que que quería era viajar a República Checa o a Hungría. Para de ahí irse a Austria. Y de ahí, a la otra Alemania.
Y aquel silencio. Y ese ruidito, que era el corazón de Lenin, quebrándose. O Carlitos, en la tumba, revolcándose.
Günter, un alemán para el que como todo alemán, la lógica no es un ejercicio mental, si no un credo, dijo algo como así:
“Aquí no dice, pero la lógica indica que sí, que incluye viajes a Berlín occidental”
Y un periodista italiano, de esos ruidosos, que hablan con las manos, hizo la pregunta que le valió el premio internacional de periodismo de ese año:
“Y eso, como a partir de cuándo es válido?”
El documento no tenía fecha, porque era un borrador. Pero Günter aplicó su credo, no el marxista leninista, sino el otro, el que le marca su nación y dijo algo como:
“Bueno, aquí no dice la fecha, pero la lógica indica que eso rige a partir de este momento” o sea “Ab sofort”
La gente que esperaba en la calle se lanzó a los puestos fronterizos del muro. No paraban de cantar “wir sind das Volk”, del otro lado, del oeste “libre” encerrado en el muro, emocionados, les respondían “Wir sind ein Volk” – somos un solo pueblo.
El guarda fronterizo, que tenía instrucciones de asesinar al que intentara cruzar, no sabía qué hacer ante la presión popular y esas noticias tan confusas que escuchaba en la radio. Y llamó a su superior a preguntar qué me diga que qué hago. El superior, fúrico de que el otro no tuviera claro su trabajo, le gritó: “Haga lo que usted crea conveniente” y le colgó.
Y el tipo abrió la aguja. Y la gente pasó. Y pasó. Y siguió pasando.
Günter, en caso que se lo estén preguntando, hoy vive en un barrio Chic de Belín occidental y escribió un libro que tiene el título sugerente de “Casi todo lo hicimos mal“. Pocas cosas tan conmovedoras como un comunista arrepentido.
Hoy, en 1989, a 9640 Km de Berlín: Mi amiga Kim, hija de un alemán, llegó con los ojos llenos de lágrimas al pretil, donde estábamos todos, obviamente, pretileando. Yo era la única que no era egresada de la Humboldt, que no hablaba alemán, que no tenía ni papá ni mamá alemana, que entonces creía que el muro atravesaba toda Alemania y que pensaba en Alemania en términos de nazis, Beckenbauer y equipos olímpicos de natación femenina con mujeres que eran más masculinas que Sandro de América. Cuando la vi con sus ojos azules llorosos, lo primero que pensé fue en un desprecio del amor imposible de turno. “Qué pasó? contame, decime, qué te hizo ese hijueputa?”
Y nos dijo:
“El muro cayó! El muro de Berlín cayó!”
También nosotros hicimos un silencio intenso. Y entonces todos ellos se abrazaron en círculo y bajaron la cabeza y en silencio, lloraron un momento. Y luego, cuando pudieron hablar de nuevo, los comentarios: “En serio?, pero cómo?”, “Mi abuela vive en Dresden”, “Voy a poder conocer a mi tío”, “Tengo que llamar a mi papá, no debe saber todavía” y adivinando, imaginando, cómo estaría ese Berlín que parecía, hoy hace 20 años, que dejaba de ser dividido.
Secuela: Para mañana (o pasado o cuando tenga tiempo): Wilkommen in Kapitalismus. O, citando a mi querida profe Felicitás: hay realmente motivo para celebrar?
Nota: Si quiere ver a Günter pelándose igual el popo, en You tube.
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