En ese joyero de madera con forma de cofre del tesoro están las cadenitas y los collares de mi mamá. Cuando nadie me ve, me gusta sacarlos y amasarlos y revolverlos hasta que quedan hechos una sola pelota.
Después me pongo a buscar inicios y finales, a aflojar nudos, a entender por donde entran y salen. Con los ojos puestos en estas culebrillas de colores siento en la piel cómo va cambiando la luz en el cuarto.
Al final me quedan todas sueltas, ordenadas, sobre la cama.
Es hora de enredarlas otra vez. Hasta que me regañen-
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