Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Sole vs el Parque Viva

desde la isla de

Mi hermana nos regaló las entradas, y lo hizo de tan buen corazón, que habiendo revisado Waze porque no somos del tipo de gente que iría a la Guácima y encomendándonos a Autopistas del Sol, nos fuimos para el Parque Viva para ver el Blue Man Group.

Advierto, de previo, que esta no es una crítica constructiva y que sí, soy una amargada, muchas gracias. Para mentirnos de sus ventajas, consulten con los onversionistas. Si siguen leyendo es bajo su propio riesgo. Enumero, a continuación, mis quejas:

El clima. De tarada, pensando que era un auditorio casi al aire libre, me puse camiseta de manga larga, llevé bufanda y jacket de refuerzo. Casi me cocino, además de la incomodidad de dónde meter tanto chunchero.  No me explico cómo ese swampo de La Guácima no ha sido declarado inhabitable y me imagino que los vendedores de abanicos y aires acondicionados están fascinados con esa moda de irse cada vez más al oeste hasta que se caigan al mar.  Yo me hubiera asado lentamente estando sola, pero si a eso le sumamos la cantidad de asistentes, eso se convierte en una cámara húngara.

La sensación de estadio. Lo revisan a uno de arriba abajo, así que es mejor ir con tan poquitas cosas como sea posible, evitando sobre todo carteras. Las cocas se venden sin tapa. Las botellas de agua también. No le dejan a uno en la mano nada que se le pueda tirar al espectáculo. Y a eso se suma la increíble experiencia de que el aterro de comemierdas que tienen la plata para pagar esas entradas, se colan en las filas, empujan, hacen trampa, silban e interrumpen a los actores como su fuera el Coyeya Fonseca. Aprovechan que se vende guaro como si fuera agua y se ponen peor de la cuenta. La consideración al prójimo no existe.

El parqueo. Carísimo y hay que pagarlo de primera entrada, por dicha aceptan tarjeta. Uno de los asistentes se quejó: “Mae, o sea, en Estados el precio del parqueo ya va incluido en la entrada”. Y a la salida, una peste. Ese gen de porta a mí se exhibe en toda su grandeza y en la desesperación de salir, los carros dan vuelta en U, van contra vía, van hacia atrás, apagan las luces, no le hacen caso a los guardas y hacen de eso un riesgo enorme donde hay que armarse de paciencia y abstenerse de advertirle a los necios que esa no es la vía correcta. No es que no saben. No les importa. Y encima, muchos de ellos vienen con guardo entre pecho y espalda.

La comida. Apesta. Así de simple. No hay variedad y lo que hay es caro y malo. No vi franquicias. Los puestos se parecen más a lo de Zapote, pero sin arroz chino, chop suey, churros, manzanas acarameladas, maní carapiñado o galletas suizas.  Ni siqueira los clásicos de tacos ticos, empanadas arreglas, tortillas con queso o lo usual que come uno en ambiente de feria. Hay demasiado guaro en todas sus versiones posibles, a un lugar a donde se llevan niños y ninguna opción natural de consumo. Casi me da un yeyo cuando me dijeron que no habían palomitas, aunque después las ubicamos y me di gusto, eso sí, pagando a precio de riñón cada cosa.

El público. En general, esa clase media arribista y trepadora que somos todos. De haber sabido que vería tanto conocido, me hubiera vestido menos desarrapada. Ya me quejé de que se colan, no hacen caso, maltratan a los empleados y a los de seguridad, de los silbidos e interrupciones, de la pachucada. A todo eso, agregar que pueden tomar birra y licor, cosa que no ocurre en un estadio.  Un ejemplo más: Por la naturaleza del espectáculo, se pide expresamente, muchas veces, que por favor, no tomen fotos ni videos. Bueno, a nadie le importa y ahí estaban el montón de vivazos pretendiendo capturar en video toda la presentación. Mi único consuelo, desde atrás de ellos, era ver que la imagen se veía como una chorcha desenfocada y que de eso no quedaría nada. Si a alguno de ellos se le hubiera caído la mini Tablet que usan de teléfono, se las hubiera majado con todas las ganas. Llegué a pensar que prefería ver al Blue Man Group  en DVD que en ese hueco, con esos cromañones.  Vuelvo y repito: no me gustan los eventos masivos precisamente por eso: por la masa. Si eso me convierte en una comemierda, que así sea.

Las sillas. Pegadísimas unas a otras, duras, incómodas y angostas. Parecen hechas para personas bajitas que no tienen cadera. La luneta está toda al mismo nivel, así que de cierto punto para atrás, usted no ve nada a menos que sea bien alto. Particularmente terrible para las familias que llevan niños, que ni siquiera alzándolos logran disfrutar nada y obvio, lloran, hablan, se quejan, corren por los pasillos y en general apestan. Algunas personas se quejaron de que dependiendo de la ubicación, pagando entradas caras, no se ve nada.

El acceso. No me explico cómo el MOPT autorizó esas instalaciones con esa capacidad y ese parqueo con ese acceso. Una mini calle angosta que no da abasto y colapsa a la salida del espectáculo, obligando a pasar casi 90 minutos atravesando el pueblito a velocidad de funeral hasta llegar a la salida de la pista, que además no está rotulada. Como La Guácima está literalmente en un hueco, tampoco hay señal para reportar en Waze el tránsito o entretenerse con redes sociales. En realidad sí me explico. Basta con ver los dueños y patrocinadores de las instalaciones. Poderoso señor es don dinero.

Los equipos. En un espectáculo que depende de las luces y la oscuridad, se fue la luz casi 3 minutos y no se veía nada. El sonido reventaba por todo lado y reverberaba en los tímpanos, molesto, dificultando entender lo que se decía. Yo no sé nada de acústica, pero el físico que me acompañaba me dijo que era pésima.

Hay cosas rescatables: las instalaciones son bonitas. Es muy ordenado, con mucha gente de seguridad y a quién preguntarle. Las filas para comprar algo de tomar o comer se movían más o menos rápido. Y pare de contar.

Yo, por ejemplo, no vuelvo, pero porque soy una antisocial que se pone ansiosa en eventos públicos y prefiero estar en mi casa sola, con un libro y con un perro, que en molote. No somos una sociedad que castiga negándose al consumo cuando algo tienen tantas cosas malas. Por el contrario, nos resignamos, porque es la única opción disponible y a juzgar por las recientes regulaciones de ruido para el Estadio Nacional, así seguirá siendo por mucho tiempo.

No era el lugar ideal para el Blue Man Group. Ese es un show para un lugar cerrado. El final, que en otras locaciones es toda una experiencia de luces, música y sensaciones, se perdió gracias a la poca brisa que corría y que se paseó en todo, llevando los elementos del espectáculo más allá de la tapia.  Era tal la amargazón con las condiciones poco óptimas, que en algún momento me aburrí profundamente, el grupo me parecía muy Plaza Sésamo y sentía la necesidad de salir corriendo para mi casa, pensando, en forma arrogante, que por sí ya los había visto una vez y además, en Europa.

Definitivamente, mi concepto de calidad de vida o de experiencia cultural no tiene nada que ver con lo que ofrece el Parque Viva.


Gotitas de lluvia

3 respuestas a “Sole vs el Parque Viva”

  1. Avatar de unmanuch

    Te entiendo tanto, y pude confirmar que ahí no iría a excepción de que sea por un par de shows que aún me falta por ver en vida y de seguro nunca vendrán a este país.

  2. No conozco el grupo del que hablas, pero los conciertos, eso sí son iguales en todas partes del mundo. Por eso simplemente no voy a ningún concierto. Creo que el último al que fui fue en los años 90. Me aterra la gente apiñada en un lugar que rebasa su capacidad, me da miedo toda esa gente encerrada en un lugar con la de temblores que hay en Lima, no quiero ni pensar en la posibilidad de un apagón (mi generación creció entre apagones, en tiempos de terrorismo). En fin, para qué seguir. Con decirte que ni a discotecas voy, me han dado pavor toda la vida, desde la adolescencia (para que no se piense que “es que ya no eres tan joven”, y recalco el “tan”, ja, ja).
    Suscribo totalmente tus palabras (aunque confieso que no sé qué es molote): “Yo, por ejemplo, no vuelvo, pero porque soy una antisocial que se pone ansiosa en eventos públicos y prefiero estar en mi casa sola, con un libro y con un perro, que en molote”.

  3. Unmanuch: la elegancia metódica dicta que Teatro Nacional o nada.

    Gaby, un molote es un montón de gente en forma muy desordenada 🙂

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