Ya mis pechos no están, o mejor dicho, su relleno. No sé cuántas venas, vasos y comunicaciones tenían con el resto del cuerpo. No sé cuánto hubo de cauterizar. Lo cierto es que no ha llegado el memo al resto del sistema y el agua, por dentro del cuerpo, sigue fluyendo y fluyendo a dónde antes llegaba y al no encontrar lo que antes estaba, se queda, se queda y aumenta y me estira la piel y me duele.
Además me vuelve loca. Con cada movimiento que hago escucho por dentro un glú glú que me pone sicótica y aunque traté de ignorarlo los primeros días, me di cuenta que no lo estaba haciendo bien cuando me empezaron a temblar las manos y lloraba con cualquier cosa.
Como el día que el pezón del pecho irradiado empezó a sudar algo como plasma y yo pensé que era pus y que me había infectado. No pude parar de llorar. Simplemente no pude y aun y cuando me explicaron que era normal y parte de la recuperación, seguía llorando. No eran sollozos, eran lágrimas que no podía detener.
Se puso peor. La doctora me explicó que ese pecho, por haber recibido radiación, era como si se hubiera quemado. El pezón hizo un grano que ya se cayó, pero que me dejó la piel rosada como la de un bebé. Mis pezones siempre fueron morenos, casi púrpuras, de las pocas cosas bonitas que secretamente admiraba en el cuerpo. Ahora me dicen que es posible que quede así, como con vitiligio, que no se sabe, pero que si pierde todo el color, también puedo tatuarlo. Y, sin embargo, tengo una sensación de pérdida horrible, de que me están arrebatando algo muy preciado, una de mis pocas cositas, negándome el derecho a tener algo bonito. Una reminiscencia de otros tiempos dolorosos.
No quiero tatuarme. No.quie.ro. Quiero mi pezón como estaba, moreno, bonito, que cuando crecía, crecía montones y se veía más bonito aun. Quiero que alguien me diga porqué nadie me advirtió que podía pasar esto, aunque de todos modos no tuviera opción a otra cosa.
No quiero que me estén recordando que me salvé de un cáncer y que la detección, en mi caso, fue casi un milagro. Ayer supe que casos como el mío se detectan uno en un millón. He venido perdiendo sorteos y rifas toda la vida acumulando puntos para esto. Quiero poder llorar en paz porque estoy cansada de ser tan optimista, tan estoica y tan fuerte.
Quiero que las mujeres, todas las mujeres que me han dicho que han pasado por esto mismo, se lo digan al mundo y entiendan el consuelo que me dan cuando me dicen “Yo he estado ahí y sé cómo te estás sintiendo”. Quiero que no lo vean como algo a ocultar, disimulando con privacidad algo que les avergüenza.
Quiero volver en el tiempo y que mis dos tías maternas que perdieron los pechos lo cuenten y no lo escondan. Lo mismo Nenita, mi abuela materna, que también los perdió en una cirugía.
Quiero llenar una de las tinas antiguas de esta casa y sentarme con el agua a la cintura o sumergir la cabeza con mis anteojos de nadar puestos, para recordar la sensación de una piscina.
Quiero perder el peso que he vuelto a ganar a punta de este sedentarismo impuesto, el aburrimiento que trato de mitigar con chocolates.
Quiero volver ya a lo que era mi vida normal, sin depender de todos para todo. Al estrés de mi oficina, los correos que se me quedan sin contestar durante el día, las reuniones, las manejadas, pero también los almuerzos, y tres días a la semana, la pisicina.
Quiero viajar en el tiempo al futuro, cuando ya no tenga que curarme los pechos tres veces al día, cuando no sea doloroso dormir de lado, cuando no tenga este esparadrapo que pica atravesándome el pecho, cuando pueda dejar de usar este top que me sofoca.
Quiero ser más agradecida con la vida y no comportarme con el berrinche de una chiquita malcriada. Quiero controlarme y me repito “No llorés. No llorés. QUE NO LLORÉS”
Sí. Yo sé que no es nada. Sé que estoy curada. Sé que todo pasa, que a todo se acostumbra uno en la vida. Que ya pasé lo peor de todo, que de aquí en adelante todo es para mejorar. Ahora sé, porque nadie me lo dijo antes, que las prótesis se sienten diferentes a mis pechos naturales. Que pesan más, que se mueven diferentes cuando yo me muevo, que bambolean más. Que un pezón muerto no se compara con el dolor de una radio o una quimioterapia. Que no sea egoísta, infantil, desconsiderada. Que no sea loca.
El otro día me sacaron todo el líquido del pecho. La cantidad de agua que salió, era impresionante, más de un lado que del otro. Mientras yo sentía cómo bajaba la presión y el dolor, la doctora dejó de contar la cantidad de jeringas de agua que me sacó, más de un lado que del otro.
¿De dónde sale tanta agua? ¿Porqué tenía una pequeña piscina en el pecho? ¿Cuál día lloví tanto? ¿Porqué se superó la capacidad de reabsorción del cuerpo? ¿Hasta cuándo va a seguir esto? ¿Cuándo fue que empecé a llorar hacia adentro?
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