Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Desconsuelos y nervios

desde la isla de

Desconsuelo

Un desconsuelo es un dolor físico, en un área delimitada del cuerpo, pero a la vez, no es posible señalar con exactitud donde duele. Por eso, uno dice que “Tengo un desconsuelo aquí, como en el brazo” Es un dolor constante, pero no es punzante, ni brillante, ni intenso. Es más bien como el eco de un dolor. Y precisamente por esa condición etérea, cuando lleva mucho tiempo o varios días, uno se empieza a sentir triste. Pero, en términos generales, un desconsuelo es físico, con implicaciones psicológicas. No aparece de repente, no. Se va gestando. Y el que lo siente, lo siente llegar, pero no lo identifica como desconsuelo hasta que ya se manifiesta como tal.

Cuando uno tiene un desconsuelo, simplemente no se halla. Uno no tiene acomodo. Se acuesta, se sienta, se recuesta, se acurruca y el desconsuelo está siempre ahí. No hay como. Uno se siente incómodo con uno mismo.

Cuando es a nivel emocional, cuando a alguna gente le entra nostalgia o melancolía, muy intensa, hablan de sentir un desconsuelo, pero también un desasosiego o un desatino.

Algo muy particular del desconsuelo, es la necesidad de compartirlo con alguien. Por alguna razón, es un padecimiento que no se sufre en silencio. Uno busca a alguien muy cercano y querido y le dice “Vieras que tengo como un desconsuelo”. Esa persona no sabe qué hacer ni cómo quitarlo, pero de alguna manera, compartirlo ayuda. La compasión ayuda. La preocupación ayuda.

Los médicos, cuando hacen su servicio social, se topan todos los días con descripciones de los síntomas en estos términos. Los pacientes tienen desconsuelos, aires, están aireados, tienen retortijones, pasadas, algo que les jinca, una estaca, una pega, lo sobaron mal y cosas por el estilo. Para los ticos, hay por lo menos una referencia cultural. Para los médicos extranjeros, es realmente complejo lograr entender las diferencias tan delicadas y la delga línea que separa, por ejemplo, una pasada de un retortijón.

Nervios

Otro concepto muy criollo, es el de los nervios. Es tan propio de Latinoamérica y en particular de Costa Rica, que hasta se han hecho estudios de antropología médica al respecto.

Particularmente a nivel local, se dice que alguien padece de nervios o que es muy nervioso, para cubrir una amplísima gama de síntomas o expresiones de enfermedades o trastornos mentales. Así, cuando hablamos de alguien que padece de los nervios, podemos estar hablando de alguien que tiene ataques de pánico o de ansiedad de vez en cuando, o de alguien con neurosis serias, que le impiden, por ejemplo, salir a la calle o de esquizofrenias con episodios de comportamiento violento.

Al calificarlo como nervios, la familia puede lidiar mejor con la situación, libre del estigma de un enfermo mental. Alguien que padece de nervios no es tan peligroso como un loco. Los nervios son un azar, todos sabemos eso, mientras que lo loco se hereda.  Todos los vecinos y conocidos entienden y se compadecen del que padece de los nervios y hasta se acomodan para no propiciarle una crisis. Por ejemplo, si tiembla, todos salen a atajar a Anita que tiene una fuerte reacción con un evento sísmico, se preocupan y preguntan por ella. Si doña Luz llora cuando oye bombetas, pues en el barrio no las revientan nunca y corretean a los chiquillos traviesos que sí lo hacen. Si doña Tere no sale de la casa, nos organizamos para hacerle los mandados y acomodarse a esa vida. Los nervios permiten que entre en acción una red comunitaria de apoyo.

Obviamente, es más frecuente que las mujeres padezcamos de nervios que los hombres.

Popularmente, suele identificarse un momento de cambio o una causa de esa condición nerviosa. Puede ser una infancia violenta, un padre alcohólico, un parto traumático, un abandono del marido, la muerte de un ser querido.

Las personas que padecen de nervios son además consideradas como un enfermo crónico. Si lloran con frecuencia por cualquier cosa, si no duermen, si no comen, en fin, si entran en crisis; se le resta importancia diciendo que esa persona “es así, muy nerviosa”. Viene siendo una forma de discapacidad, una debilidad endógena, que no se oculta, no es motivo de vergüenza, que se comparte y que todos entendemos de qué se trata. Es como decir que uno es zurdo o, como en mi caso, que tengo una dislexia lateral que me impide distinguir la derecha de la izquierda.

Pero a la vez, al calificar algo de nervios, y por lo estigmatizados que están los problemas y enfermedades mentales, la familia descalifica la gravedad. Los nervios se “curan” con tecitos, valeriana, con flor de azahar y evitan llevar a su familiar al médico y mucho menos permiten que reciba tratamiento psquiátrico, aunque eso podría ser la cura a una situación tan angustiante como un ataque de pánico.

Un niño con terrores nocturnos o con ataques de pánico, podría estar indicando problemas severos de abuso, de violencia o de cualquier otra disfunción familiar. Pero no recibe ayuda porque en la casa lo califican de simples nervios y aseguran que ya se le pasará o que simplemente viene así, como parte de su carácter.

El hablar de nervios es parte de nuestra cartaguitud, de ese temor al qué dirán. En este momento y esta época, seguimos en la oscuridad sobre las condiciones mentales, creyendo que los tratamientos son adictivos o que te atontan. Le tenemos miedo a la palabra loco y muchos medicamentos reciben el trato insultante de “amansa locos”. A la gente le da vergüenza que lo vean en una sala de espera de un psicólogo y peor aun de un psiquiatra, a pesar de que la ciencia ha sido clara sobre la importancia de la terapia, incluso para las personas que no padecen de los nervios.

A la vez, los problemas emocionales abundan, sobre todo en una sociedad que ya tiene todo y que puede darse el lujo de prestar atención a lo emocional cuando ya no tiene que preocuparse de qué comer en el día a día. Basta poner atención en un té de babyshower, en una fiesta o en un almuerzo, para ver la cantidad de gente que comenta tener problemas severos para dormir y los diferentes métodos que usan para conciliar el sueño, incluyendo licor en diversas presentaciones y pastillas de las que se venden con receta verde. Gente que para luchar contra el estrés, se toman una Tafil o dos, en la noche y en la mañana. Gente que se queja de su vida, de su vacío, de su pareja, de su familia.

También es frecuente escuchar recuentos de episodios que son claros ataques de pánico, que se le atribuyen al estrés o a una causa desconocida, pero al empezar a preguntar, es más frecuente de lo que uno se imagina.  Algunos datos de los ataques de pánico, que aparecen con frecuencia en las descripciones de las personas nerviosas:

  1. El ataque de pánico se siente venir. A alguna gente, como una sensación circular alrededor del pecho.
  2. Sudor frío, temblor de manos.
  3. Dificultad para pensar. Suele haber un pensamiento al que se le da vuelta y vuelta y vuelta y no podemos salir de ahí.
  4. Hay gente que siente ganas de orinar, defecar y vomitar, todo al mismo tiempo.
  5. A alguna gente le brincan las piernas sin control.
  6. Hay una sensación de pérdida de control, que me voy a morir, que me estoy volviendo loco.
  7. Taquicardia, respiración acelerada. Por eso, en medio del ataque, hay que tratar de respirar despacio.
  8. Llanto, inexplicable.
  9. Sensación de mucho miedo o pánico, tanto por la idea que acompaña el ataque como por el ataque mismo.
  10. Muchas veces el ataque lo propicia una idea que no tiene ningún sentido ni asidero. Por ejemplo, leo en el periódico que acusaron penalmente a un abogado de algo, me pongo a pensar que me podrían acusar de lo mismo y me hago un enredo con la idea.
  11. No se puede controlar. Si se intenta controlarlo, es más intenso. Por eso, no se debe luchar contra el ataque, hay que dejar que ocurra para que pase más rápido.
  12. Son más frecuentes en las madrugadas. Curiosamente, con la salida del sol la mayoría de esos pensamientos circulares desaparecen o ya no parecen tan amenazadores.
  13. Es una experiencia espantosa, que no se disfruta. Es vivir el infierno 5 minutos. Es horrible.

Los psiquiatras hoy reconocen que no se sabe a ciencia cierta porqué ocurren los ataques de pánico. Las personas que los padecen probablemente recuerdan esa misma sensación desde la niñez o la adolescencia y cuando se presenta un incremento de los ataques, pueden identificar qué los puedo haber disparado. Es decir, la presencia de ataques de angustia, ansiedad o pánico incluso puede ser por causas físicas.

Recuerden además que a una persona en un ataque de pánico no hay que decirle que se controle, porque no puede. Mucho menos regañarla. Hay que acompañarla hasta que el ataque pase, y si es posible, abrazarla o acariciarla mientras el ataque ocurre.

Corremos, nadamos, andamos en bici o vamos al gimnasio para no tener grasa, para evitar el infarto, para vernos lindos; pero descuidamos a la salud mental, que viene a ser como el Tío Lucas o peor aun, como ese tío o primo de antaño que escondían en el cuarto de atrás para que no lo vieran los vecinos.

Le tenemos horror a los rincones de la mente, a escudriñar pensamientos, a enfrentar dogmas. Por eso evitamos situaciones de confrontación donde haya que armar argumentos, por eso no cuestionamos situaciones. Le tenemos horror a la idea de volvernos locos, de perder el control, de terminar en un manicomnio, de un suicidio.

Tal vez llegará el día que nos acerquemos a los porteños, que van todos a terapia, lo discuten abiertamente y sin vergüenza y les interesa desentrañar pasados para entender presentes y enfrentar futuros.  Tal vez llegará el día en que reconozcamos que no está mal reconocerle a los seres queridos que nuestra vida no es perfecta y que necesitamos ayuda para lidiar con malos recuerdos, malas decisiones, cadenas o fantasmas.

P.S.: Si usted tiene preciosiones que aportar, por favor hágalo. Es un tema que me interesa muchísimo. O si tiene una palabra perdida que quiera encontrar, también.


Gotitas de lluvia

3 respuestas a “Desconsuelos y nervios”

  1. Acabo de preguntarle a un médico de la UCR y me dice que en clases les dan la definición de desconsuelo, que es un dolor, que no llega a dolor, que es constante, que fluctúa a lo largo del día y que produce un discomfort. Además me explicó la diferencia entre pasada, retortijón y un cólico. 🙂

  2. Es usted demasiado amable

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