- Lo primero: Yo lo vi, no me lo contaron. Por desgracia, ese día tenía que llegar a la 1 a la CCSS a una audiencia. Aunque salí con una hora de anticipación, estuve más o menos 45 minutos en la esquina de la Castellana, gentil cortesía de don Johnny Araya y el trabajo que hace por todos nosotros para embellecer San José. A pesar de todo el caos, logré llegar a la avenida segunda y quiso el destino que a la 1:00 pm, estuviera justo en la esquina de la Caja, de primera en la fila para ver a los antimotines forzar la apertura del paso por la avenida segunda y retener a la gente en las esquinas del Teatro Nacional y de la Caja. Mi carro fue el primero que pasó. Sobra decir que fue espeluznante y macabro, porque en ese momento, lo que vi eran señoras mayores y gente común y corriente, tan asustados como yo, al ver a los antimotines, que empujaban con los escudos a la gente para que no se movieran. Vi a la policía golpeando gente y amenazando a los peatones y a los periodistas. Logré hablar con la gente de la CCSS, me avisaron que el edificio estaba cerrado, que no podría entrar y que ya se habían llevados dos perreras llenas de gente. Estaban tan asustados como yo.
- No solo porque lo vi, sino además porque lo confirman los videos que ahora abundan de lo que pasó ese día: Esos antimotines están entrenados y se les nota en los movimientos que hacen. Esos entrenamientos, sin ponerse uno juicioso, suelen darse en países acostumbrados a estos despelotes, ya sea porque son muy autoritarios o porque tienen poblaciones muy revoltosas. Usualmente lo primero. ¿Serán realmente necesarios para un país como el nuestro? ¿Para qué los entrenan? ¿Es como si Bolivia tuviera Fuerza Naval? ¿No será mejor usar esos recursos en otra cosa? ¿Porqué no los usan contra la criminalidad real o cuando los porteadores, las motos, los taxis, los buses, los arroceros y los furgones también han organizado alborotos?¿Esos antimotines no los meten en los barrios bravos con problemas de narco?
- El viceministro de seguridad tiene razón al decir que nadie, ni siquiera un diputado, puede negociar la libertad de una persona. La duda que yo tengo es si se dieron las condiciones para que se procediera a la detención o si esos arrestos, al igual que el comportamiento de muchos de esos policías, podría calificar como un abuso de autoridad.
- El argumento de libre tránsito da risa. Si al gobierno de verdad le importara el libre tránsito, no lo limitaría con la restricción vehicular. Arreglarían las calles. Reabajarían el precio de la gasolina. Controlarían el precio de vehículos nuevos. Tendríamos un sistema de transporte público decente. O ya que tiene policías que puede destinar a entrenarse en las artes de la represión, podría ponerlos a ayudar en los desmadres de todos los días en el centro de San José, en la General Cañas, en cualquiera de los accesos a Heredia o en circunvalación. Es más, ahora, con la caída del puente Bailey, que todo el mundo se viene por la carretera a Caldera y se hacen presas en el peaje y antes, es tal el caos y uno escucha las latas chocar de la cantidad de accidentes. ¿Y los antimotines? Nadie los ha visto en esas situaciones, donde sí podrían mantener el orden, evitar que le rayen a uno por la izquierda, quitar a los carros varados y arrestar a la gente que le tira a uno encima esos carrazos enormes para pasar a la brava.
- Nada costaría que las manifestaciones tengan permisos y horarios, igual que los topes o el festival de la luz. Así se hace en países como Chile y Alemania, la gente sabe de antemano lo que va a pasar y todos planean ese día cómo sobrellevarlo, en lugar de llevar el hígado en la mano durante dos horas de presa. Esto incluye todo tipo de manifestaciones, hasta de neonazis, por ejemplo (eso sí, rodeados de policías). En Chile, hasta avisan si van a usar gases o no, para que uno ande su kit casero antigas: limón ácido, pañuelo y botellita de agua.
- Son preocupantes esos reportes de periodistas que escucharon a supuestos infiltrados en la marcha, vestidos de civiles. Esas cosas siempre me ponen la piel de gallina.
- Los extremos se juntan. No comparto la radicalidad de decirles militares a los antimotines. Créanme que si esa manifestación se hubiera controlado como se hacen las cosas, en Santiago, por ejemplo, habría habido gas y guanaco (el tanque que tira agua helada a presión) y mucha más gente golpeada y presa. Sigue siendo un atropello, lo que varía es la intensidad. Pero tampoco puedo apoyar a la gente que les dice vagos y aplaude que se use la mano dura para, según ellos, poner orden. Al escuchar versiones tan disímiles, queda uno con la impresión que ambos bandos están, por lo menos, exagerando los hechos y mostrándolos a su conveniencia. No hay una referencia para la objetividad y uno se siente medio huérfano mediáticamente hablando.
- Los policías no son fachos. Son mandados que no tienen claro lo que implica el facismo y creo que muchos de los que usan el insulto, tampoco. Y quien los manda ni siquiera se pone al frente, sino que los usa a ellos, funcionarios públicos mal pagados, tan pueblo como los que se manifiestan, de escudo humano. Y nadie sale a dar la cara a nosotros, los asustados e indignados de que se haya tenido que llegar a ese extremo.
- Queda uno con la sensación de que es necesario hacer algo para hacerle saber al gobierno el descontento con sus actuaciones extremas. Que yo prefiero soportar una presa que ver mis impuestos usados en entrenar a una policía civil en estrategias de violencia, que perder 45 minutos no es nada comparado a romper esa fina línea de respeto donde la policía se siente con derecho a golpear a mujeres con niños o a personas mayores. En los videos se ven policías asustados. Pero también, otros que blandían el bastón en el aire con ganas de apiarse al primero que se le pusiera por delante.
- Y ese algo debe ser algo más que trollear o quejarse con los amigos. Ese algo implica hacer saber seriamente que el tema nos molesta, que no estamos dispuestos, como sociedad, a que esa sea la forma de evitar o controlar una manifestación, por la razón que sea. Es decir, poner esa formación que muchos recibimos de gratis, en universidades del Estado, a disposición de cómo mantener y cuidar el sistema que nos permitió ese título, ese control de niño sano, esa movilidad social.
- Debe ser algo superior a los insultos al Gobierno, que solo les confirma que hay que aplicar mano dura a los pachucos. Algo más que llamar al Ministerio de Seguridad para que manden antimotines cada vez que hay una presa. Algo más que quejarse de los malls. Sería más efectivo, por ejemplo, no visitarlos, no comprar en ellos. Sería más efectivo no pagar el marchamo, pero a muchos, posiblemente, les de miedo el parte, que es algo que se soluciona con plata. Perder lo que estamos perdiendo no se arregla con plata. Lo que está pasando responde al viejo principio de si aguanta esta, aguanta cualquier cosa. Son juegos de poder donde se va marcando la línea. Y no, no estoy descubriendo el agua tibia. Basta leer un poquito de las experiencias de otros países para darse cuenta
- Ojalá se nos ocurra algo y nos hagamos sentir y oír. Que la masa de domesticados saquemos la cabeza por un ratito y de forma decente y clara, podamos decir, con respeto, “Así no. Así NO.”, sin que eso sea motivo de bronca, represalias o despido. Un poco como los vecinos de un barrio josefino, que pasaron de quejarse en forma individual a darse cuenta que entre ellos había ingenieros, abogados, biólogos, profesionales pensantes que podían hacer algo para ellos mismos y su comunidad y a punta de recursos muy bien formulados, lograron poner un poco de orden contra la mole de concreto que ahora también afecta el libre tránsito.
- Ojalá, de verdad, que nunca, como sociedad, tengamos siquiera que considerar aquello de que en ocasiones, el poder la violencia es necesario para defenderse de la violencia del poder; porque eso sería el acabose en más de un sentido.
- Costa Rica, creo yo, que no soy nada nacionalista, bien vale una presa.
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