Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Sole y el #temblorcr

desde la isla de

Estaba yo bien sentada, pata cruzada, sillón de cuero negro, sala de espera con vista a las montañas de Heredia,  revisando la compu, tratando de encontrar la presentación que iba a dar a las 9. Y conversando con una de las del público, que me interrogaba confianzudamente sobre servicios ambientales disponibles a buen precio.

En eso, cimbró todo el edificio. Considerando que estábamos en La Uruca y las cosas que vi en la presa de 45 minutos de camino, hice el comentario Light usual en la conversación con extraños recién conocidos:

“¡Qué relajo como se mandan esos furgones! ¿No ves? Se mueve todo el edificio, más cuando meten los frenos o decompresionan. Te apuesto a que ese va sobrecargado, ¿y el tráfico? Bien gra…”

Y antes de que pudiera agregar que uno de esos casi me desnariza por venir picando conmigo, el grito de terror:

“¡ESTA TEMBLANDO!”

Un poquito tarde porque el escándalo, el movimiento y la cara de angustia de todos evidenciaban que sí, que estaba temblando. Es más: era un vergazo marca Cinchona o pior.

No me dio tiempo de la excusa usual de “Yo le tengo pánico a los temblores”, que justifica que esta boluda llore, gima y se angustie al borde de un ataque de ansiedad cuando tiembla fuerte. Mimí siempre me decía que habían cosas que me pasaban por muerta de hambre, por no querer pagar algo, por buscarme un almuerzo gratis. Bueno, esto me estaba pasando por neurótica, por llegar temprano, porque si no, hubiera venido en el carro y con suerte ni lo siento.

A ver, para ampliar sobre lo de pánico o, como decimos los abogados, para ponerlos en autos: Para el temblor de Cóbano, Alajuela y Puriscal, me tenían que dar flor de azahar para que pudiera dormir. Yo huía para donde Mimí, como si su cariño fuera un escudo antisísmico. Tenía pesadillas de las que me despertaba porque soñaba que estaba temblando. Para el de Limón, estaba en la U y recuerdo ver los carros en el parqueo de Ingeniería, moviéndose como gelatina casi 90 minutos seguidos después del temblor. Todos estábamos mareados. La facultad de derecho se resquebrajó toda, las gradas casi se caen y se reparó con pintura antisísimica. La causa es obvia: siempre hemos sido objeto del odio y la envidia de los ingenieros.

Yo juré no volver a Universal Studios, porque solo unos bárbaros con la jupa llena de aserrín pueden creer que es divertido montarse en un trencito, entrar a un túnel oscuro y experimentar un terremoto artificial de 8 grados, donde se descarrilla un metro, se rompen tuberías y hay incendios. Sí, yo nunca he entendido ese humor del desastre. ¡Vieran qué vacilón sentir que se te cae la casa! Drácula podrá dar miedo, pero no existe, a diferencia de los temblores y terremotos.

Yo ya estaba vieja cuando se inauguró el Museo de los Niños, pero cuando me subí a la rampa que imita temblores, sentí el mismo pánico de antaño y nunca más me he montado, quejándome además de que solo un tarado le gusta replicar experiencias como esa. Tengo que reconocer públicamente que me había equivocado: Gracias al Museo de los Niños, mi sobrino me llamó y me dijo: “Vizte Tía Zuzú? Ze movió diquiízimo, como en el Muzeo!” Dichosos los güilas que crecen sin tenerle miedo a los temblores, porque de ellos será el reino de la Costa Rica antisísimica.

Abrazada a la laptop, se me olvidó que estaba en tacones, que me duele la patita izquierda y agarramos para las escaleras con habilidad atlética. Instintivamente nos tomamos de la mano, para darnos equilibrio mientras bajábamos las gradas. Atrás, se escuchaban los gritos:

“NO BAJEN! NO BAJEN! NO CORRAN!”

Solo porque iba viendo dónde ponía las patas, no me volví a responderle: “Sí webón, mirá como está temblando que no baje porqué putas?. Esta mierda se va a caer”- mientras pensaba si mi casa aguantaría, que cómo estaría Fuser, que qué se habría quebrado y que, de verdad, este era el temblor más fuerte que recuerdo en mi vida. Que qué se sentiría ver todo caerse y encima quedar vivo, en tacones, abrazada a una laptop.

Logramos llegar a la puerta de recepción. Que es de vidrio. Que es eléctrica. Que estaba cerrada. Que no había nadie en recepción que la abriera. Seguía temblando. Es que fue un temblor muy largo.

Yo empecé a apretar todos los botones que vi. Me sentía como en la pintura del grito, pero no salía nada. Mi acompañante, en cambio, se mandó a gritar y a golpear la puerta “¡Abran! ¡ABRAN! ¡Estamos aquí adentro!”

Y yo: “¿Pepeero vos estás loca? ¡Eso es VIDRIO! Y está temblando: TE VAS A CORTAR TODA!”

La verdad es que tanta histeria tenía esta muchacha que me robó a mí la oportunidad de hacer el ridículo y de exponer públicamente, ante perfectos extraños, porqué soy la reina del drama. O sea, ella se descompensó. Yo tuve que mantenerme ecuánime y conformarme con el papel de calma forzada.

Para rematar, estábamos en una empresa que tiene cámaras por todas partes. Para el terremoto de Cinchona, un video de seguridad que mostraba a todos espantados, se hizo viral y nos hizo reír de nervios a muchos. Yo estaba que me llevaba puta de pensar que la loca del video, la miedosa, sería yo. Si sobrevivíamos, claro.

Un tipo que iba corriendo nos oyó, hizo la caridad de devolverse a rescatarnos, pasó la tarjetilla de seguridad y nosotras salimos escupidas hacia la zona de seguridad, donde otro muchacho tenía los ojos cerrados, una mano abierta alzada al cielo, y la otra sosteniendo una fila de muchachas llorosas. El muchacho gritaba con tono de pastor evángelico:

“APLACA TU IRA Y TU FURIA SEÑOR Y PERDONA A ESTOS POBRES PECADORES! SANTO FUERTE, SANTO DIOS, SANTO INMORTAL! EN EL NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO TE ORDENO QUE DEJES DE TEMBLAR!”

Yo pensé que era conmigo, porque a mí, me temblaba todo. La adrenalina me impedía pensar. Me llevaba puta ver a todos pegados del celular y oír las quejas de que el ICE no tenía señal. Yo sí pude llamar y contribuir a la congestión de líneas. Pero no pude llamar a amigos que ya tienen números que no empiezan con 8.

Nos alcanzó el anfitrión de la charla casi en calzonillos, porque había llegado en bici y estaba cambiándose cuando se vino el meneón y dejó la ropa tirada por salir huyendo. Ciudadano de la Comunidad Europea, se cagó en la leche y en todas las vírgenes porque recién llegado a las Américas, los temblores le parecían algo exótico y curioso, pero después del de Cinchona, les había empezao a agarrar miedillo.

Alguien dijo que había sido 7.9 en Nicoya. Los demás lo miraron con envidia por ser el primero con noticias. Después de un ratito, nos autorizaron a reingresar.

Mi compañera de desgracia y yo le contamos a todo el mundo que quedamos encerradas. Todos decían: “No puede ser … ¿fallaron las brigadas?”, genuinamente consternados que, en media emergencia, nadie hubiera recordado los procedimientos.

La audiencia comentaba su experiencia personal como exorcismo primitivo del miedo. Unos que no lo sintieron (dichosos), otros que creyeron que se les había reventado una llanta (un par de ellos), los que estábamos todavía en shock, los que se enteraron por doña Amelia y así sucesivamente. Yo me ocupé en enviar correos compulsivamente a familiares y amigos en el extranjero, sabiendo lo chismosos que son los noticieros, para que supieran que todos estábamos bien. Todos, claro, los del Valle Central, porque a esta hora ya es claro que hay que pedirle a los chinos que se pongan generosos y que, entre otras cosas, reparen el puente que nos hicieron los otros chinos que estos chinos no reconocen como cosa aparte pero que eran amigos antes de que les pateáramos el rabo y los cambiáramos por los chinos actuales.

Yo di la charla en automático, todavía de color verde y despeinada; pero disimulé aplomo. Se me olvidó cerrar el skype y el correo y desfilaban los globitos “Sole, ¿viste qué pichazo?”, “¿Estás bien? ¿Llamaste a tu mama?”, “¿En donde estabas?”, “¿Sintió el meneón?” y, el Patán, por supuesto “Mae, Tita, espero que no hayás hecho el ridículo…”. Me di cuenta que había quedado empapada en sudor, pero no del calor: era miedo. A esto que olía yo, es a lo que huele el miedo.

Al salir, me vine directo a la casa. Prefiero el teletrabajo a un cuarto piso donde todo se siente y se amplifica, además de la recomendación personal de la recepcionista de no usar los ascensores por cuatro días. Todo estaba sin quebrar, pero en lugares distintos. Fuser lloraba de emoción mientras me daba las quejas. Yo necesitaba cambiarme de ropa. Ya se me activó el síndome de sismógrafo y creo que he sentido como 50 de las 75 réplicas.  O me las he imaginado, por lo menos.

Dicen que las personas que pasan juntas por experiencias extremas quedan unidas por ese vínculo especial para toda la vida. Mi acompañante histérica se levantó a despedirse cuando yo me fui y me dio un abrazo como si hubiéramos sobrevivido un tsunami comiendo carne de ardilla durante un mes completo. Ahora somos mejores amigas.

Un dato más: Revisen el orden de llamadas que trataron de hacer y saquen sus cuentas. Dicen que en un temblor, uno piensa primero en lo que le es más querido.


Gotitas de lluvia

11 respuestas a “Sole y el #temblorcr”

  1. Yo pasé por su casa temprano y me aseguré de que Fuser estuviera sano y salvo. Traté de llamarla, pero no se pudo. :*

  2. Una actualización necesaria: Ya vamos por 230 replicas. Entonces he sentido/me he imaginado unas 217

  3. […] Sole from Anchas Alamedas [es] describes her experience in a lengthy and entertaining post. She says that, like many others, […]

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  6. Santo Dios, Santo Fuerte. Lo primero que hice fue salir a buscar a mi sobrino pero mi papá me prohibió sacarlo del kinder “para que se acostumbre” :S

  7. Una prima me hizo el favor de enviarme lo que mi abuela decía en los temblores, realmente de antología: santo Dios, santo Fuerte, santo immortal, por la sangre que derramaste te lo pedimos Jesus, aplaca tu ira tu justica y tu rigor

  8. el de mi mamá para los temblores es: santo fuerte, santo inmortal, si fuerte venís más fuerte es mi dios

  9. Solo puedo pensar en el panico, I am so far from you, and I was desperate to know how you were, I had such a deep feeling inside of me, that I could hear my heart beat, I am thankful you wee ok, that your family was ok, and that my family was ok. Solo puedo imaginar el
    temblor dentro de ti en ese momento tan terrible, I am glad to read this and to know that you are ok!

  10. A mí me aterran los temblores, y eso que en Lima los pasamos con frecuencia.
    :'(

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