Mi jefe tiene abierta una página en Excel. Recibe llamadas cada 5 minutos. Nos congregamos alrededor de él a comentar. Nos dice que anoche Liberación estaba en tal estado de shock que no les salían los números. Se les olvidó como hacer proyecciones. Estamos como en una vela. Ojalá no tengamos que acudir a un entierro.
“Nos llevó puta– me dice un compañero- y yo de idiota votando por los libertarios para presidente”
Nos dice que no hay forma humana que gane Ottón. Que el TSE está sosteniendo el último 15% porque Ottón empareja a Liberación en el centro del país y que si eso se hace público, el PAC se tira a las calles y no hay forma de devolverlo. Que se sabrá hasta que esté todo contado. Que hoy, a las 3 de la tarde, faltaban las “aguas” (provincias con mares) y que con eso ganamos.
“Es que la gente no nos dijo la verdad. Llamamos a 8 mil personas para poder obtener 1500 respuestas. Es la espiral silenciosa”- se justificaba, palabras más, palabras menos, Víctor Borges y Asociados.
Mi otro jefe tiene los ojos tristes y descreídos. Le reclama a los mariachis que no les ha bastado cagarse en el país con Carazo, con Calderón, con Rodríguez, con Pacheco sino que encima salieron a votar por el PAC por pura tirria a Oscar Arias.
“A mí me cae pésimo– me dice- pero no entiendo porqué la gente joven lo odia tanto”.
Todos sabemos que era un pésimo candidato. Mi amigo M dice que este es el precio que estamos pagando los liberacionistas por soberbios. Un invitado al almuerzo nos comenta que ni siquiera está picado o fúrico, está simplemente desilusionado. Nos reímos por no llorar de Víctor Borges, de los resultados alegres que publicó telenoticias al inicio de la noche, del intento del voto sin cédula de Miguel Angel Rodríguez, de Calderón acompañado de mariachis (cantando) en la escuela donde cumplió con el voto.
“Cuando a estos cabrones irresponsables se les reduzca la capacidad adquisitiva a la mitad y tengan que dejar el apartamento, devolver el carro, irse a vivir con la mamá y perder el brete y el salario que les da una transnacional, ahí sí los quiero ver llorando”- amenaza furioso el Patán y le sacude el puño a esas dos décimas de diferencia que nos tiene en ascuas. De repente se acuerda que yo no pienso como él en todo y me achina amenazador los ojos y me señala muy serio y me dice -“Y vos por quién votaste? No me digás que por ese imbécil?!?”
Hay trompas, tristeza, preocupación, malos humores, chichas, silencios, una noche de no dormir, la página del TSE cargada y refrescada demasiadas veces. Llamadas entre amigos para compartir impresiones, chismes, cálculos y auto mortificarnos Los economistas, contadores y aficionados suman y restan una y otra y otra vez en papelitos blancos y se preocupan de las mesas inconsistentes. Todos nos comemos las uñas. Todos estamos en eso.
“Vas a ver que sí será el gobierno de las madres– me dice mi mejor amiga- porque para llenar los ministerios y todos los puestos de elección de confianza vana a tener que sacar y nombrar hasta a las abuelitas de los del partido”.
Yo por ratos pienso que ni modo, que si la cosa no sale, a conformarse se ha dicho. Que irresponsable fue lo que dijo Kissinger de los chilenos y ya sabemos cómo terminó aquello pero que una cosa es Allende y otra Ottón, eso lo tengo clarísimo. Que así son las democracias. Y me imagino la sensación de hundimiento que deben haber sentido ciertos sectores en Chile en el 73, en Venezuela con el triunfo de Chávez, pero sé que a la vez es distinto. Sé que a los que he escuchado, a los que me rodean, a los que trabajan conmigo, pertenecen a ese sector. A los del fondo de la caverna. Al Kapitalismus…
“Dice Memo que él habló con los del anarcosindicalismo y le contaron que anoche el TSE se dio cuenta que Ottón ganó por mil votos, y que por eso lo están sosteniendo, hasta contar todo y estar seguros”- no podía faltar el comentario del conspiracy theory.
Yo me siento como esperando una biopsia de un tumor que no se sabe si es maligno. Como cuando esperé 24 horas sentada en la misma silla, con los ojos fijos, a que ella saliera de la anestesia “Si sobrevive un día, ya no se nos muere” me había dicho mi amigo M. Me siento como cuando tembló fuerte en la madrugada y estamos inquietos, esperando las réplicas y yo me duermo con tennis puestas y buzo, por aquello.
“No va a haber fraude. Eso no pasa en Costa Rica. No va a pasar nada malo. Y si queda Ottón, tampoco es que sea ningún estúpido. Yo creo en la intervención del Estado. Creo en eliminar la corrupción. Creo en darles oportunidades a los más pobres. Creo en gobiernos austeros. Tal vez no estamos tan lejos. Qué me pasó? de qué lado estoy? a dónde me encuentro?” – me repito y me repito como un mantra, pero en las pesadillas de los ojos abiertos recuerdo con demasiada cercanía las injurias y las infamias y las mentiras que le he escuchado a su fracción y que es exactamente la razón por la que desconfío.
Me pregunto en qué cree uno cuando falla y miente la prensa, los números, los políticos, los candidatos, el gobierno. Cómo sabe uno a quién creerle. Si habrá que guardar la razón un ratito o hacerla asesorar por el instinto.
Siento que mi país, chiquito y especial, el país que conocí, donde me crié, que me permitió estudiar y crecer y trabajar está dejando de ser el mismo. Sé que todo cambio da miedo pero eso no es consuelo. Y no sé si es bueno, si es malo o siquiera, si es sano.
Nota de Sole: No necesariamente comparto los comentarios ni los calificativos que cito aquí, que desgraciadamente debo reconocer que son absolutamente reales.
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