Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

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Día 2. El jetlag

miércoles, marzo 27, 2024

Me alcanzó el jet lag. Y camino a una ciudad de 18 personas que se llama algo parecido a Hussafell, me quedaba dormida. Tan cansada, que empezaba a soñar de inmediato. Tan cansada, que me costaba hablar y pensar cuando me despertaba. Tan cansada, que Pato y yo peleamos todo el día.

No sabía si me había soñado que el día anterior llegó a buscarnos un taxi que era un Audi.

O si no me habían entendido en una tienda, a pesar de que era claro que yo hablaba inglés. Tal vez la persona que me atendió no.

Al llegar al centro de reunión, comimos en el Bistró. La comida se enfría tan rápido como en Los Chespiritos. Había nueve y veríamos más en el camino.

Nos recogieron en unos buses modo Monster Truck. Originalmente, eran camiones de la OTAN en los que transportaban misiles. No tenían mucho sentido en un país neutral, como Islandia, que nunca ha tenido ejército. Así que los remodelaron para el turismo.

Empezamos a subir muy lento la montaña, o lo que ellos llaman the highlands. Es un paisaje lunar de algún planeta volcánico donde cae nieve.

Nos detuvimos en un campamento de verano y ya nevaba tipo garúa. Pato conoció la nueve, hizo angelitos, pelotas de nieve, las tiró, se tiró, se llenó de nieve. Fue feliz.

De camino, lo mejor para mí, son las historias.

  • Historia y relato se dicen igual en islandés: Saga. No se sabe cuánto es exageración y cuánto es cierto.
  • Islandia fue colonia danesa 500 años. Un día llegó el rey danés y decidió que toda la isla sería de Dinamarca. Y así lo fue hasta que los nazis invadieron Dinamarca en la segunda guerra mundial. Por cierto, no lo contaron, pero yo sé que el rey danés se puso una estrella amarilla en el hombro y muchos daneses también. Además, evacuaron a sus judíos a Suecia. No entregaron a ninguno.

Los gringos y los británicos, preocupados de lo que podría pasar si los nazis llegaban a Islandia, llegaron primero y les hicieron dos aeropuertos en la capital. Envalentonados, los islandeses enviaron un telegrama al rey diciéndole que sentían mucho lo que les estaba pasando en Dinamarca, pero que ellos lo pensaron mejor y que era momento de seguir cada uno por su lado y que no sos vos soy yo, y que te vaya bonito. Una grosería. Pero el rey tuvo la decencia de responderles por telegrama también que les deseaba lo mejor y felicidades por la independencia. Ya sabía ese Rey que esto era un peladero impredecible.

  • Los vikingos llegaron aquí cuando los expulsaron de Noruega. Eran solo hombres, que en realidad, eran muy violentos. No se les decía piratas porque ya tenían el nombre de vikingos, pero el código de conducta era muy similar. De camino, pasaron por Escocia e Irlanda para traer mujeres y esclavos. Ellos hablaban nórdico antiguo, que es lo que se sigue hablando aquí y ellas gaélico. Ellos adoraban a los dioses antiguos y ellas  eran cristianas. A los 5 siglos, estaban a punto de matarse en una guerra civil por un tema religioso. Así que uno de los encargados de gobierno lo pensó toda la noche y decidió, de un día para otro, que Islandia sería toda cristiana y que los que querían seguir con la vieja religión, podían hacerlo pero en la privacidad de su casa y sin que nadie se matara por temas religiosos.

300 años más tarde, de nuevo, entra el rey danés y se queja que qué relajo, que llevaban 300 años de cristiandad y no había una sola iglesia y ofrece que por cada iglesia construida aplica una exoneración de 30 años de impuestos. La isla se llenó de iglesias. Pero aquí no hay madera. Los materiales son muy caros. Así que las hicieron como la casita de palitos de los tres chanchitos. No les dieron mantenimiento pero sí aprovecharon no pagar más impuestos el resto de sus vidas.

  • Mientras fueron colonia danesa, no tenían cárcel. Cuando alguien cometía un delito, le daban a escoger entre ir a la cárcel en Dinamarca o exiliarse en los highlands islandeses. La mayoría escogía lo segundo. Se iban a vivir a una de las muchas cuevas volcánicas y no salían de día, porque cualquier que los reconociera podía matarlos. Salían solo en la noche a robarles a los granjeros para sobrevivir. Por eso la zona se conoce además como el Valle de los Ladrones.

Una vez que cumplían la pena, podían reincorporarse a su comunidad. Y eran muy deseados, por las habilidades aprendidas en esos 10 o 20 años de vivir así.

  • Cuenta la leyenda que uno de estos exiliados era un hombre enorme, muy fuerte, que se llamaba Eric. Era tan fuerte, que podía caminar con sus manos. Era tan fuerte, que necesitaba comer mucho para mantener su fuerza. Así que robaba más de la cuenta. Los granjeros se organizaron y 20 de ellos fueron a tratar de matarlo, armados de sus escudos y sus espadas. Eric solo tenía un hacha y aun así logró matar a 10 granjeros. Ellos le cortaron una pierna. Eric huyó brincando sobre la otra y subió a la cima de un glaciar, donde vio el atardecer y murió en paz. En otras versiones, le cortan las dos piernas y sube caminando con las manos. Las versiones coinciden en que ve el amanecer y muere en paz. Ese glaciar ahora se llama el glaciar de Eric.
  • Y la más triste: una chica que mata a alguien por error y debe exiliarse. Conoce a su compañero de vida y en esas circunstancias extremas tratan de hacer una vida. Ella supuestamente le cantaba esta canción de cuna a su hijo, que enmarca las condiciones por las que atravesaban, que aun se canta a los niños islandeses-


Ella se llamaba Halla. Tuvieron varios hijos que no sobrevivieron, con excepción de una niña de dos años. En una persecución, decidieron matar a la niña tirándola a una catarata, porque cargarla los haría más lentos. Antes de tirarla, Halla la duerme cantándole esta canción.

Día 2- The cold never bothered me anyway

lunes, marzo 25, 2024

El frío es poderoso. Peor aun el viento. Pero para mí tiene algo de mágico caminar a la orilla de un mar tan azul, de un cielo tan amplio. Hay mucho silencio, mucha paz. El aire tiene el mismo sabor y temperatura del agua.

Anoche tuvimos que llegar en bus al hotel porque la empresa del carro falló. Tembló mientras esperábamos. En el camino, vimos una erupción volcánica, como su fuera la quema de un charral en una pista cualquiera. El humo rojo, el rojo disperso y en el centro, ese color encendido de la lava derretida y un olor prevalente a azufre.

El bus llegó a una terminal y sin saber nosotros porqué, nos pasaron a una buseta pequeña. Pato se había dormido y despertarlo no fue fácil. Pasarse a la 1 am de bus, a uno helado, tampoco. Pensé en esas mamás que son evacuadas en busetas en las madrugadas, que no tienen certeza de qué pasa y solo queda hacerlo con la esperanza de que todo funcione. Sus esfuerzos dedicados a calmar a sus hijos pequeños, porque ya es mucha la tensión y si lloran, es peor.

Marce nos despertó abriendo las cortinas porque si no, seguíamos durmiendo.

El desayuno es un bufet internacional con la ventaja añadida de productos islandeses con una tarjetita de explicación. Probé el pan de centeno, las jaleas, el salmón, el queso. Todo me gustó.

Fuimos a conocer la ciudad. Caminamos 4 horas.

No me explico cómo la gente sobrevive aquí, cómo hicieron identidad nacional, cómo o porqué se quedaron. Todo es sencillo, práctico, nórdico. El aeropuerto muy lleno de madera por todas partes, igual que la mayoría de los lugares. Excepto el baño, hecho con paneles de vidrio celeste, como si fuesen los de palacio de Frozen-

El hotel, lleno de colores cálidos, variaciones del café, pieles de oveja islandesa, lanudísima, y esas luces hogareñas color amarillo.

Al otro lado del puerto, se ven montañas grises cubiertas de nieve. La mayoría de la gente- locales y turistas- andan muy abrigados. Disfrutan del día soleado.

Almorzamos sopita. A Pato no le dijimos que era de oveja islandesa y tampoco preguntó. Estaba deliciosa. Vimos las tiendas que son trampas de turistas como cualquier otra. Cambian los colores y los temas, pero las intenciones siguen siendo las mismas.

Al frente de la Municipalidad, una laguna hermosa, llena de cisnes y patos gorditos y mal educados. Ven llegar turistas y se acercan muy simpáticos a hacer piruetas. Los cisnes se ponen más elegantes, los patos de consumen en el agua helada por mucho tiempo. Apenas se dan cuenta que no habrá nada de comer, dan media vuelta y se van moviendo mucho la colita.

Hay un parque bastante modesto. Al frente, un galerón que parece de esos para almacenar herramientas, pero es el Congreso. Aquí, en la plaza, gasearon a los islandeses que se opusieron al ingreso de su país en la OTAN.

Caminamos a la catedral luterana, que se alza desde el inicio de la cuesta que hay que subir para verla. Quedo con la impresión de profundos sincretismos, una especie de santería nórdica: frente a la Iglesia, una estatua enorme a Leif Ericson, islandés y vikingo, en el aniversario número mil del descubrimiento de Vinland, hoy Estados Unidos.

Adentro, un árbol hecho de ramas, con muchos papelitos blancos amarrados con lana de todos los colores por la misma Freya. Un cartel que dice que ya no caben más oraciones. Aunque sé que son luteranos, me extraña no ver altares ni Cristos crucificados.

Puede ser que estoy sesgada, porque aquí todo tiene que ver con vikingos: los nombres, las calles, los negocios, los souvenirs. Tal vez es cierto lo que le dijimos a Pato, que esta era la Isla de cómo entrenar a tu dragón. Es la isla de los hombres que no sabían que su vida era durísima hasta que los extranjeros empezaron a llegar y se los dijeron.

El frío explica, de alguna forma, porqué aquí hay tanto metalero. Hay un museo punk de historia islandesa.

En el super hay una sección completa de snacks de proteína que son diferentes presentaciones de pescado seco. Hay cajitas con pedacitos de tiburón. Al desayuno, recomiendan un shot de aceite de pescado.

Marce me dice que esperaba ver más gente rubia de ojos celestes.  Ya he detectado algunos que estoy segura que son elfos.

Hay otro ritmo aquí, aunque es una capital europea. Desde el balcón de la habitación, se ve una casa, donde una vez se reunieron Reagan y Gorbachev. No entiendo cómo acordaron venir a este peladero.

Me recuerda a Alemania, al sur de Chile. Será que me podría acostumbrar a vivir aquí? No creo. Admiro a los que se ven cómodos y en su sitio con este frío, abrigados correctamente, con ropa elegida y combinada. No como yo, que no tengo look escogido para este nivel de frío, paso con el pelo aplastadísimo y la nariz roja y moquienta.

Aun así, amo el viento. Y el silencio.

Día 1- El Viaje

domingo, marzo 24, 2024

Día 1- El viaje

Empezamos chuecos. Las maletas pesan más de lo que autoriza la aerolínea, así que no hay espacio para traerle nada a nadie. Es que somos 3 y entre ropa de frío, botas, suéters y botiquines, pues todo cuenta. Además, con estos calores, empacar o simplemente ver tele, se siente como tratar de correr dentro de un sauna. Terminamos agregando una maleta más.

Ha sido un día de 36 horas.

En San José, no hubo mayor atraso, salvo los kioskos de autochequeo que no sirven de ni mierda. El vuelo venía lleno, casi todos gringos. Esos vuelos red eye ven entrar una cantidad de zombies, en diversos grados de pijama y abrigo, dispuestos a acomodarse como sea posible.

No dormí nada. No porque no tenga sueño, sino porque ser mamá implica el super poder de estar atenta siempre, aunque sea en la terraza de la conciencia. Cada vuelta de Pato, cada codazo, cada abrazo, cada suspiro, me pone en alerta. Podría dormir si viajo sola, pero como viajo por dos, hay una parte de mí que se impone y se duerme solo cuando ya está agotada. Dos veces me pasó y ninguna superó la media hora. En la primera me perdí el final de la película y en la segunda, el golpe del teléfono con el suelo fue lo que me despertó.

Al salir del avión me extrañó ver a las aeromozas tan abrigadas. Al sentir el aire helado en la manga, me quedó claro.

En la aduana no duramos tanto. Pato puso a su peluche para la foto que exigen tomarse y pensé que nos enviarían al temido cuartito helado. No nos hicieron ninguna pregunta.

Noté que en el vuelo de Ecuador venían al menos 15 personas en silla de ruedas, pero que se ven todos muy sanitos. De hecho, varios hicieron el intento de levantarse y retirar sus propias maletas. Tal vez no están enfermos, pero al pedir silla de ruedas, sus hijos y sus nietos se aseguran trato VIP de punto a punto.

Dentro de este aeropuerto enorme, he visto muchos anteojos a la Iris Apfel. Conocimos en un elevador a un gringo que cuando habló en español informó que su papá era de San Ramón y le creo: tiene ese acento de Occidente moncheño de inicio de los 80. Estoy segura que él no sabe que su español fluido, además de poloncho, es una joya, una cápsula en el tiempo. El dice ser medio tico. Yo le dije que ese antecedente de San Ramón (y el acento, pero eso no se lo dije) cuenta para ser tico y medio.

Como uno le tiene mucho miedo al Tío Sam, antes de salir de la terminal boté las bolsitas que amorosamente había preparado con nueces mixtas, arándanos, m&ms y sal.  Y no nos revisaron. Siempre recuerdo a mi abuela explicándole al cubano en el aeropuerto de Miami que ella traía queso, plátanos, masa, bizcochos, tamales y pejivayes porque algo teníamos que comer mientras estuviéramos de viaje.

El plan elegantísimo que traía yo de ir al VIP del JFK se destrozó. Pero no importa, yo vengo zen, haciéndome promesas de ser paciente con Pato, de no usar el teléfono y de estar presente.

Terminamos comiendo comida mala y cara de aeropuerto, comprando porquerías para el vuelo que sigue, donde de verdad espero que no vaya lleno y poder dormir un poquito.

La gente en la fila del chequeo de la aerolínea eran sobre todo familias, todos ya con el abrigo puesto.

Se siente raro esto de ir a un destino que ni siquiera me imagino. Un poco como la primera vez que llegué a Berlín o a Hungría.

Siento esa pesadez propia de la ausencia de sueño, ese mal humor, esa intolerancia. En poco tiempo abordamos. Vamos a la tierra de las runas, de los vikingos, del hielo, la lava y el frío.

Viendo la fila de chequeo de la aerolínea, no somos los únicos estúpidos.

Así no

sábado, marzo 23, 2024

Ayer teníamos una reunión para decirle a una empresa que queríamos terminar la relación con ellos porque no cumplieron a tiempo y además porque le deben dinero a la CCSS y no tienen póliza de riesgos del trabajo.

Al inicio, la responsable no prendió la cámara. Todos los demás sí.

A pesar de eso, aceptó, en apariencia tranquilamente, la decisión.

Pero luego se fue encanfinando.

Que le dijeron que sí verbalmente/ Bueno, no hay nada escrito que lo confirme

Que hay una oferta de trabajo y un contrato/ Ninguno se firmó

Que yo empecé a dar servicio porque me lo pidieron/ Diay, para ser una empresa de tanta experiencia como dice tener, no debió asumir ese riesgo sin tener nada firmado.

Que los requerimientos que ustedes me dieron estaban pésimos y si mejoraron, fue gracias a mí/ Sí, el manejo nuestro no fue el mejor, pero estamos tomando las medidas disciplinarias internas. Y no tenemos quejas suyas al respecto

Que todo el mundo quiere trabajar conmigo/ Tome el trofeo

y la cereza del pastel:

Me deberían pagar más de lo que me ofrecen, porque esto se lo están haciendo a una pyme, all women, pequeñita y ustedes son una empresa grandota, multinacional, seria

Aquí es donde a mí se me sale la sonrisa maligna de Ah sí? A ver: esto no es una agresión del heteropatriarcado ni yo ni la empresa somos parte del pacto de hombres. No la pudimos incluir como proveedor porque ustedes que tanto se jactan de velar por condiciones de trabajo, no cumplen con pagarle a la CCSS, no tienen a sus trabajadores en la póliza del INS. Ser PYME, ser solo mujeres o ser tan ingenuas de empezar a trabajar sin tener nada firmado, no les da derecho a recibir pago completo de labores que no concluyeron incluso cuando les damos más tiempo.

Que prefiero que me paguen a mí a nivel personal que estoy inscrita en la CCSS como trabajador independiente/ Lo vamos a hacer como excepción y para salir de esto, pero no deberíamos hacerlo porque nosotros buscamos a la empresa, no a usted, y al hacerlo así, somos parte de lo que le permite a usted seguir evadiendo el pago de sus obligaciones legales.

Si en realidad es una empresa pequeña, especializada en servicios, este berrinche no les ayuda. Mi cliente no quiere saber nada más de ustedes. Ellos y yo quedamos con la peor de las impresiones. Ellos y yo podremos decirle a gente que la quiera contratar que tengan cuidado.

Y para mi saco: cuando no quieren trabajar con uno, hay que ser el oso más vivo del bosque y no ponerse tarado a reclamar. El reclamo no cambiará la decisión y solo te afecta a futuro.

Dorothy Gonzalez

viernes, marzo 22, 2024

Veo el nombre en el correo y asumo que está en oficinas centrales en Dinamarca. Es más, que habla español, porque probablemente es hija de chilenos exiliados en ese país. Me imagino conversando ambas de nuestros lazos con Chilito y de su risa con mi imitación del acento chilensis.

«Supongo que la reu será en español?» – le pongo en el email, haciéndome la simpática

Me contesta en un español macheteadísimo que no, que ella lo entiende pero prefiere no hablarlo.

Ok. Tiene derecho a haberse asimilado a su país. Después de todo, Chile es el país de sus papás, no el de ella.

Tenemos una breve reunión antes de la reunión formal con el cliente. Me disculpo por asumir que ella hablaba español con solo leer el nombre.

Me dice que le pasa todo el tiempo.

Resulta que ni está en Dinamarca, ni los papás son chilenos. Es canadiense y los papás son salvadoreños.

Así mismitico funcionan los prejuicios.

Cuando el universo no quiere

miércoles, marzo 20, 2024

Me desperté como si fuese a ir a nadar. Pero hoy no. Había pensado en ir a la piscina del Colegio. Aun así me desperté una hora antes.

Estuve debatiéndome en si ir o no ir, y sé que eso se me cura yendo, obligándome a ir, a pesar de las excusas y cálculos de si me dará tiempo para desayunar, vestirme, entrar a la reu de las ocho y media.

Me fui para a allá a las 5. Cuando llegué, todo estaba cerrado y apagado. Revisé en redes y abrían hasta las 6.

Me devolví. Me quedé con todo puesto porque volvía en 45 minutos.

Desperté a Pato, le di las medicinas, lo ayudé a vestirse. Me volví a ir.

Cuando llegué, esta segunda vez, me molestó ver que parecía que habían abierto antes de las 6. De haber sabido, hubiera venido más temprano.

En fin.

En la piscina, pongo mi termo de té caliente, mi bolsa de materiales, ignoro a la muchacha que está estirando con un video, gorra y anteojos.

Me subo a la banqueta. Inicio el reloj inteligente. Subo los brazos para trenzar las manos por encima de la cabeza-

-Señoraaaaaaa!- un guarda de seguridad

Me deja subida en la banqueta hasta que le da toda la vuelta a la piscina.

Quesque hay mantenimiento, no se puede, ahorita a las 8 viene el muchacho, así es todas las semanas.

y aquí estoy, sintiendo que no me bañé, extrañando mi remojo diario y considerando cómo escribir una atenta sugerencia al Colegio de Abogados para que actualicen la puta página web con los horarios correctos sin sonar como una privilegiada malcriada y altanera.

Protegida y querida

martes, marzo 19, 2024

Anoche soñé que había un apartamento que Claudia y otras de la piscina usaban los fines de semana para ir a nadar. Quedaba cerca de la escuela de Pato. Yo pasaba por ahí un fin de semana y veía por la ventana que había unos hombres adentro y que ellas no estaban. Normalmente las vía ahí con paños puestos, pelo mojado, después de la ducha de unos 3 mil metros de nado. Como sabía que Claudia no prestaba el apartamento, me apuré a llegar a la casa y activé las cámaras de seguridad del apartamento porque temía que algo les hubieran hecho.

Adentro se veían esos hombres y en el suelo, escrito con lápiz entre las separaciones del piso, decía “Estamos bien, nos fuimos a tal lado, búsquenos”. Yo me quedé tranquila sabiendo que estaban seguras.

Me tenía que alistar para ir a ver un tope. Caminé desde la casa de mi abuela en Barrio México hasta el mercado de la Coca Cola y lo atravesé por el medio. Encima, en un segundo piso, había en el sueño unas oficinas de Hacienda (que en realidad quedaban en la cuadra del frente) y ahí había un ventanal que daba a la calle por dónde pasaría el tope.

Mientras caminaba vi llegar carros antiguos, caballos, personas vestidas de rodeo. Ya en el segundo piso, nos repartían cosas de comer y cuando empezó el tope, era muy difícil ver por el ángulo de la ventana. Apenas si se veían venir por la calle de arriba y todos nos apelotábamos en la ventana.

Eduardo y el socio estaban ahí. Así que cuando todo terminó, nos fuimos los 3 juntos. Los ascensores no funcionaban. Alguien nos explicó que en realidad teníamos que meter una mano en el horno de microondas e indicar el piso. Lo hice y sentí como se me empezó a elevar el cuerpo y luego ya no sentí el cuerpo más.

Íbamos caminando por el Paseo Colón, hacia La Sabana, yo, como siempre, al lado de Eduardo. Estaba amaneciendo. El tope se me había hecho cortísimo pero había tomado toda la noche. Yo tenía mucho sueño. Así no iba a poder ir a nadar ese día.

Sin pensarlo yo le daba la mano a Eduardo y él paraba y me decía que por favor no hiciera eso. Entonces yo lo besaba en la boca y él hacía un gesto de dolor, de aynoporqueyaséparadóndevatodo y no puedo. No insistás.

A la par de él nada me da miedo. Ni el centro de San José, ni la Coca Cola amaneciendo, ni los maleantes ni los drogadictos de la calle.

A medio Paseo Colón, me decían que fuéramos a desayunar. Yo preguntaba si comíamos caldo de costilla como los colombianos. Entramos en el restaurante de un hotel donde solo habían maes, la mayoría de ellos en boxers. Algunos tatuados. Eduardo me explicaba que era un hotel solo para médicos y yo le creía porque no tenía motivos para no hacerlo.

Como todas las mesas estaban ocupadas, nos sentábamos en el suelo a esperar. Yo me recostaba en Eduardo, agotada, y le preguntaba, como siempre, que porqué no. El insistía en que era mejor que no, que yo sabía eso.

Se me cerraban los ojos, pero no luchaba contra eso, porque qué mejor lugar para quedarme dormida que recostada al hombro de él? Lo escuchaba decir “Es que me gusta mucho”.  Eso me sacó de la modorra pero me quedé con los ojos cerrados y pregunté casi bostezando qué cosa. Y Eduardo, pensando que yo estaba hablando dormida, me decía muy suavecito “vos” y me abrazaba.

Yo quería decirle que intentáramos, que habían sido tantas veces, que la vida era corta, que podíamos irnos a ese apartamento que, en otro de mis sueños, él tiene en Guanacaste. Que él sabe que yo jamás lo traicionaría y que tampoco sé hacer daño porque más bien yo soy siempre la que salgo dañada, pero que en el caso de él no me importaría. Pero tenía mucho sueño y me sentía querida y protegida ahí, sentada en el suelo, recostada sobre su cuerpo, con su mano enorme sosteniéndome.

Luego llegaba a mi casa a las 5 46 am y le decía a Marce que no iba a ir a nadar, que  se me había ido toda la noche, que alguien se metió al apartamento de Claudia y que estaba molida, que necesitaba dormir.

Islandia

lunes, marzo 18, 2024

Como Marce no tiene intereses turísticos, pero sí científicos y probablemente nos odia a Pato y a mí, esta semana santa iremos al idílico e inhóspito destino de Islandia, que lleva saliendo en las noticias todas las semanas porque algo nuevo explota, erupta, se quema o es evacuado. Agradeceremos oraciones y buenos pensamientos.

Sé que no tiene árboles, que hace tanto viento que recomiendan amarrar a Pato para no perderlo, que hay playas negras con pedazos de hielo, glaciares y cero grados.

He comprado todo lo que he podido pensar para protegernos del frío, pero estoy segura que la ropa de lana de manga larga, los calentadores de mano, la ropa de nieve (usada, porque nueva es carísima), los dos pares de botas (porque el primero me quedaba demasiado exacto) no serán suficientes.

Yo voy con una resignación zen, que me alarma. Tal vez ya sea tiempo de bajar la dosis del ansiolítico, porque voy como si lo mío fuese subir montañas de piedra enormes en condiciones de accidente aéreo en Los Andes a pata renca.

Yo, que no soy fan de la naturaleza, voy con el corazón abierto, dispuesta a la aventura, a hacer uso de todo mi control mental para no enojarme ni quejarme de nada, aunque el hotel de la primera noche sea un galerón en medio de la nada de un solo piso y ya Marcelo me haya preguntado que si llevo algo para los nervios porque es muy posible que tiemble. Post-data: el ribotryl está agotado.

Ya revisé redes y no hay mercaditos. No hay nada parecido a Target. No hay compras locas. Todo hay que llevarlo de aquí porque ni siquiera venden zepol over the counter, así que media maleta está dedicada a atender riesgos farmacéuticos. Todos dicen que todo es carísimo. Los que han ido, los que han leído, a los que les han contado. Yo me consuelo pensando que los que han ido tienen gusto de millonarios y los que no, creo que hablan desde la envidia. Además, ya no puedo hacer nada porque está todo comprado. Y no cuentan con mi super poder de vivir a punta de papitas, coca y helados.

Una amiga visitó hace unos años las islas Galápagos, a donde llega y sale un vuelo una sola vez por semana. Después de pasar migración, registrarse en el hotel y ver a George, no hay nada más que hacer salvo esperar a que pasen los casi 7 días para jalar. Dice que le tocó ver a una española gritando desencajada en el aeropuerto «¿A QUE PUTAS HORAS HAY UN VUELO? YO YA NO AGUANTO. NECESITO SALIR DE AQUI YA». Eso me inspira y en caso de ser necesario, agarro a Pato y nos vamos a Londres. O a Alemania. O a esperar a Marcelo a NY. Yo, comiendo mierda, no me quedo.

Voy con la flexibilidad que me enseñó la pandemia y con la certeza que será temporal porque regresaremos a casa. Quiero conocer la ciudad donde se desarrolla el libro de Caritas untitled. Quiero ver cosas distintas. Quiero pasar tiempo con mi familia.

Ojalá no nos terminemos matando

Fidel

martes, marzo 12, 2024

«Cansarse es más bochornoso que rendirse»

La flor y el pajarito

martes, marzo 12, 2024

Cayó una flor rosada sobre la tapa del carro. Se asomaba por ratitos, como jugando escondido. La breve cola blanca de la orilla de sus pétalos.

Le dije a Pato que era un mensaje de mi papá, o de Dani y que la recogeríamos apenas llegáramos.

En un momento pensé que se voló y se lo dije. Lo oí llorar bajito desde el asiento de atrás.

Al parquearnos y bajarnos, vimos que la flor estaba aun allí.

Cuando veníamos para la casa, Pato me preguntó cuál era el mensaje que traería la flor.

Si fuese de mi papá, me diría que siempre está conmigo, que está contento de verme feliz, que su nieto es un niño maravilloso, que nos quiere mucho.  Se me quebró la voz. Quise llorar pero me forcé a mantener el tono alegre de esa carta entre mundos.

  • Y si fuera Dani?
  • Querido Patito. Sé que me extrañas mucho y yo también a ti. Te pienso cada vez que sonrío, que pienso en cosas bonitas, que recuerdo nuestros abrazos y cuando jugábamos de perritos. Te quiero mucho y siempre estaré en tu corazón

Me escuchó con la carita inclinada. Vi por el retrovisor sus ojos grandes llenos de nostalgia y de lágrimas. Sentí su manita tomar la mía y apretarla-

***

Le conté a doña Isabel de la flor y sus cartas. Me contó que desde que murió Dani, hay un comemaíz que entra todos los días a la casa. Nunca antes había pasado.

El comemaíz vuela por la casa. Permite que lo toquen. Se acomida en el hombro de ella y se deja acariciar. Se baña en la pila de la cocina. Se come las miguitas de pan de la mesa. Pía y se pasea. No está nervioso ni le urge salir.

“Es Daniela. Yo sé que sí”

En eso entra, volando feliz. Y doña Isabel me vuelve a ver con los ojos llenos de certeza y sonríe de la emoción de enviarle a Dani un mensaje de te extraño mucho, chanchi. Te quiero.