Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

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Platos fríos

sábado, abril 13, 2024

El primer día dejé que la conversación siguiera y al final me despedí cordial. Pero al día siguiente volvió a hablarme, contándome de su día.

Esperé a que me preguntara que había yo.

Fui malintencionada, lo sé.

Yo nunca digo que no a nadie. Siempre fue de las que dejan, de las que ruegan, de las que sufren. En esa época, parecía que todo el que yo quería, todo el que pensaba que yo quería, cualquiera que me daba pelota, luego desaparecía, se iba del país, se casaba o una combinación de todas esas cosas.

Este no fue la excepción. Yo no esperaba que se quedara. Esperaba un milagro, que le retiraran la oferta de trabajo. No ocurrió, obvio y se fue.

Ese fue el primer año de mi verdadera y tardía adolescencia. Cuando más de una persona me notó. Cuando no me sentí horrible. Cuando andaba con vestidos cortos, medias y tacones todos los días y practicaba mentalmente comportarme como si estuviera en una película y tratar de caminar recta a pesar de mi escoliosis marcadísima.

No sé si de verdad florecí o fue solo que mi autoestima comenzó a sanar poco a poco. No sé si era acceso fácil. Simplemente pasaba y lo agradecía. Tampoco era que se amontonaban en fila en la puerta o mi teléfono de la oficina pasaba ocupado de tanta llamada y propuesta.

En mi escritorio, seguía la foto del que más me dolía. No sabía entonces que esa esperanza sí duraría 30 años.

Así que apenas me preguntó qué más hacía yo, le dije que no quería ser grosera PERO. Yo no podía ser su única amiga en el país. No hablamos hace más de 20 años, mi vida cambió radicalmente. (es cierto. Yo casi no me reconozco en aquella). Tengo un buen recuerdo de mi juventud y las cosas que viví, pero nada más. Que sorry si sueno muy comemierda, probablemente lo sea, pero no quisiera disimular una amistad que no está ahí, y los dos lo tenemos muy claro

Se disculpó, que entendía, que no me preocupara, que no era problema-

Y ya no me habló más y espero que así se quede. Espero no haberme equivocado, pero creo que no lo interpreté mal. No quiero más amigos, los que tengo, son suficientes. Además, no me da buena espina. También tuve acción retardada, pensando en otros escenarios donde yo decía otras cosas, era más grosera o dejaba que la cosa avanzara más para luego dejarlo guindando, como tantas veces mi lo hizo a mí.

No tengo claro si lo que siento es dignidad, porque a la vez, siento culpa. O si es esa sensación de satisfacción de esos platos que se comen mejor fríos.

Motel

viernes, abril 12, 2024

Soñé que cerca de la casa había una serie de hostales mochileros, con muchas habitaciones aireadas y soleadas, llenos de colores.

Yo visitaba uno y quedaba encantada con el lugar, las zonas comunes y hablaba con los dueños.

Sobre todo me interesaba saber qué hacían para evitar que el lugar se convirtiera en un motel con otro nombre, como le ha pasado a tantos y tantos hoteles.

Puertas

jueves, abril 11, 2024

Cuando apareció el mensaje en la pantalla, no sentí nada. Llevo meses pensando si la medicación me tiene muy aplanada, o si es la menopausia.

Duré mucho en contestarle. Hubo un intercambio lento, forzado. Prensé en todas las veces que yo he estado al otro lado, recibiendo esas respuestas cortas y parcas, sin entender o sin querer entender que no me querían hablar, ni alargar la conversación, que me respondían por una combinación de educación y curiosidad, de letting her down gently,

Es tan ajena a mí, esta sensación de no sentir nada, más que un poco de rechazo mezclado con pereza.

Solo me preguntó de mi trabajo. Nada de mi vida. No quise sonar como la señora ofendida, diciéndole que estaba casada y con un hijo. No voy a compartir con él las cosas que son fundamentales para mí.

Han pasado demasiados años. Recordé algunas cosas, pero nada que anhele o quisiera volver a vivir. Me da lástima y pena esa que era yo en ese tiempo. La vez que lo llamé 16 veces seguidas. Las veces que le rogué. Las veces que me despreció. Siempre me sorprende lo que está dispuesto a aguantar un hombre por coger. Porque amor no había y eso lo tenía claro yo.

Me sorprende que crea que aun podría haber algo. Las células de mi cuerpo han cambiado por completo cada 7 años de esos más de 20 que llevo sin verlo y sin hablarle. Yo he cambiado muchas veces más.

No hay espacio. No hay nada que abrir. No hay puerta. Ni siquiera se cerró ni se tapió. Desapareció. No hay ni siquiera una pared, ni una sombra.

Dejame en paz. No me interesa.  Ni mantenerme en contacto, ni ser tu amiga. Nada

Pato descubre el teléfono fijo

miércoles, abril 10, 2024

Ayer a media clase de natación, llamé a Marce para recordarle un tema de la escuela de Pato. Por alguna razón no le entró la llamada al celular, así que llamé a la casa y tampoco. Le dejé un audio.

Cuando terminé de nadar, tenía 5 llamadas perdidas de la casa. Obvio, pensé que había pasado algo. Y como cuando yo me preocupo, me enojo, llamé muy molesta a ver qué era la cosa. Marce me responde muy tranquilo que escuchó mi audio.

En la tarde, cuando llevo a Pato a las clases de él, en algún momento me pregunta que dónde estaba yo en la mañana y le digo que nadando. Me dice que no me escuchó, ni el carro, ni la puerta del garaje, ni nada más

“Por eso te llamé”

“Me llamaste?”

“Sí, para saber dónde estabas”

“De dónde me llamaste?”

“De la casa”

“¿Me llamaste muchas veces?”

“Sí. Cinco”

Le explico que cuando estoy nadando el teléfono se queda lejos, que además no suena, solo vibra y que será hasta que salgo de nadar que me doy cuenta. Además, que cuando veo tantas llamadas, me preocupo.

“Ok mama”

Hoy en la madrugada, mientras iba de camino a la piscina, veo que me llaman de la casa. Casi choco del susto

“Hola Mami. Quería saber dónde estás. Por dónde vas? A cuál piscina vas? A qué hora vienes? Hoy me puedes hacer masajitos? Te quiero mucho mama”

Colgamos

Otra vez, dos minutos después, llamada de la casa

“Mama, recuerda nadar a tu ritmo. No hagas nada que te canse mucho. Lo importante es hacer ejercicio. Te amo mama. Besitos”

Sonrío. Recuerdo que de niña, cuando descubrí el poder del teléfono, todos los días de mis aburridísimas vacaciones, esperaba con ansias que fueran las 9:10 am para llamar al trabajo de mi mamá para hablar con ella, básicamente las mismas tonteras, pero sin tanto cariño. Nunca nos decíamos que nos queríamos. Y mi mamá se exasperaba conmigo. Mis llamadas interrumpían su descanso.

En mi casa le terminaron poniendo candado al teléfono pero ni siquiera eso me detuvo. Yo sabía llamar a punta de pulsaciones.

Frenesí doméstico

domingo, abril 7, 2024

Los domingos usualmente son de mucha carrera en la mañana, para irnos luego los 4 a donde mis suegros, donde el tiempo pasa mucho más despacio.

Pero ellos andan en Chile y yo me desperté a las 4 de la mañana.

Antes de medio día:

  • Asé berenjenas y luego tomate Cherry, agregué alcaparras y queso feta y dejé lista mi ensalada favorita de la semana.
  • Hice frijoles molidos a mi gusto.
  • Preparé mis boronitas de chorizo
  • Fui al super por dos ingredientes adicionales
  • Hice una megatortilla española. Pero reconozco que me quedó un poco dulce. Sospecho de la papa.
  • Dos strudels de manzana en freídora de aire.

Y todo eso sin contar actividades intelectuales fuera de la cocina.

Antropológicamente atractivo

domingo, abril 7, 2024

Estoy tratando de ver Yellowstone. Me cuesta, porque, para empezar, hay que competir con Pato y Marce por un tele. Cada uno de nosotros tiene gustos muy distintos. A mí me saca de quicio lo que ve Pato, me aburre o siento que me fríen las neuronas. Y lo que ve Marce es demasiado complejo para mí, que no disfruto la ciencia ficción, la fantasía o la matemática.

Por otro lado, aunque los reviews hablan que es una especie de Succession, y podría serlo, los diálogos no son tan buenos pero, a la vez, no es el tipo de serie que le permite a uno hacer varias cosas a la vez. Te obliga a poner atención, pero no te atrapa en la serie, como lo hizo Narcos al inicio o Gentlemen. Entonces por ratos aburre pero no te permite el multitasking.

Para rematar, es de vaqueros. Nunca me han gustado los vaqueros. Ni siquiera cuando jugábamos de indios y vaqueros. Ni siquiera el Llanero solitario y Wild Wild West solo me confundía muchísimo. Las actuaciones son malas.

Con excepción de Kevin Costner, en el papel del patriarca. Me encanta verlo, así, ya mayor. Después de ver varios capítulos seguidos para ponerme al día después del viaje, me doy cuenta que lo veo guapo. Guapísimo. Me gusta ver lo rudo que es el personaje, cómo da órdenes, cómo dirige las cosas, cómo se relaciona con mujeres, cómo se comporta con ellas. Me gusta que es serio, duro. Es inteligente, asume riesgos, toma decisiones, cuida a los suyos.  Un Tony Soprano a caballo. La mayoría de las tomas son de él muy serio, casi mal encarado. Un hombre Malboro moderno.

Claro, lo que me gusta es lo mucho que me recuerda al Patán.

Es un macho, definitivamente alfa. El arquetipo del hombre fuerte, proveedor-protector, dispuesto a cierto nivel de violencia si alguien atenta contra sus reglas.

Hay algo en mis genes, que deben venir arrastándolo en los doscientos mil años de presencia humana en la tierra, que me atrae mucho a ese tipo de hombre, que es tan difícil de encontrar hoy en día.

O tal vez solo es estrés post traumático.

Maternidad monstruosa

domingo, abril 7, 2024

Estoy vieja. No sé usar Instagram. No veo tiktok porque es como crack. Lo evito al propio. Tengo mis programas fijos en you tube que me gusta escuchar y aunque intenté opciones a Twitter, ninguna mi atrapó y es ahí donde leo noticias y chismes, curando cuidadosamente mi time line y protegiéndome con un candadito. Linked in es mantequilla.

En FB, me aburren los anuncios, las sugerencias y que me lean la mente. Cada cierto tiempo, hago limpieza de contactos y luego me aburro. A veces me meto en perfiles de personas conocidas para ver en qué andan o cuál es su última retahíla.

En esas, ayer vi unos videos durísimos. Se trata de prueba tomada por los vecinos de una mujer que, supuestamente, vende drogas y maltrata a su hijo de cuatro años. Solo se escucha el audio.

En uno de ellos, se escucha cómo ella le dice al niño que es una desgracia ser su mamá, que desearía regalarlo a alguien o dejarlo botado y lo insulta, con desprecio y malas palabras. Atrás, solo se escucha al niño llorando, muy dolido y asustado.

En el otro, aparentemente se toma desde fuera de la casa de ellos, porque la madre sale de noche y deja al niño solo. Aquí se escucha al niño llorando, llamando a su mamá, rogándole que no lo deje solo.

Espeluznante. Fue muy difícil verlos/escucharlos completos. El dolor y el miedo de ese niño era dolorosamente real. No era necesario tener imágenes.

Me puse a pensar en la fuerza de la maternidad, esta relación intensa y extraña. No tanto desde el punto de vista de la madre, sino de uno como niño. Como a pesar de esos rechazos, desprecios, insultos y maltratos; en esos momentos de miedo y peligro, ese chiquitín le ruega a su mamá y la invoca “Mamiiii”.

Confía en que la misma persona que le asegura a diario que su nacimiento le desgració la vida y que quiere abandonarlo, lo proteja de la soledad y la oscuridad.

Porque entre en dolor y la nada, preferiría el dolor.

Yo sé que es así. Y lo entiendo.

Islandia: Cosas que aprendí

viernes, abril 5, 2024
  • Phetta reddast.  “We will get there”.  El lema nacional islandés. Algo así como “Todo va a salir bien” y si no sale, pues seguimos intentando. Alguien dijo que era como un optimismo infantil. Y que cuando las cosas no salían, como suele pasar, igual decían, mañana será mejor. Alguien más dijo que era como la mentalidad de un elfo.

Yo creo que cuando vivís en condiciones tan agrestes, es como cuando tenés cáncer. La única opción es creer que todo mejorará, porque creer lo contrario solo te hunde más.

  • Amex es una mierda de tarjeta. No la aceptaron en ningún lado. Nos decían que los cargos eran muy altos o que simplemente costaba mucho que los datáfonos la recibieran.

Acepté una nueva versión de Amex solo para usar los VIPs de los aeropuertos. Por temas de horarios y terminales no usamos ni mierda.

  • Llevé de paseo las meriendas que preparé. Las de semillas y pasas, las boté llegando a NY por temor a que me las quitaran y en Islandia, vivimos a punta de papas, chocolates y palomitas de maíz.
  • Creo que me gusta más esa opción de vivir con poco o jugárselas con lo que hay. Una opción de mantequilla, jalea, ropa, pan y listo. Simplificar las escogencias, sin quejarse.

A la vez, la maravilla local de tener acceso a todo tipo de fruta y verdura llenas de sabor. No hubo una sola ensalada que comiera allá en que la lechuga o la parte verde no estuviera ya malladita, pero había que sacarle provecho y me la comí.

  • Ser flexible me sirvió y me gustó. Todos los días probé algo nuevo de comer. No me estresé cuando se cerraron caminos y tuvimos que modificar el plan. A un guía español le escuché decir en una gasolinera que el itinerario es más una sugerencia que una obligación, que rara vez se logra cumplir. No tuve un solo ataque de pánico, salvo algunas intentonas en esos momentos en que por la nieve y el viento quedábamos envueltos en un ambiente totalmente blanco.
  • La carga de la maternidad es real. Me encargué de comprar ropa y zapatos de invierno para todos, jackets, bolsas especiales para guardarlas, acomodar todo en las maletas, llevar botiquín, comprar calentadores eléctricos y de automárticos para manos y pies, etc y nada de eso me lo agradecieron, como dando por sentado que yo me encargaría de todo. No me gusta que ni siquiera me reconozcan mis esfuerzos o mi creatividad o cómo esas cosas facilitaron todo.
  • Creo que sí me gusta la naturaleza así como la vi, en su versión salvaje, sin estar rodeada de trampas de turistas. Me quedé pensando que nunca había visto focas o cisnes en su ambiente natural y la sensación es distinta. De alguna manera Islandia es un enorme parque nacional, donde uno simplemente llega y observa y la cultura de no rompa, no robe, no ensucie, no moleste es sumamente fuerte. Los paisajes se quedan en la retina.
  • Creo que tengo un prejuicio con los chinos o en general con los turistas asiáticos. En una de las cuevas, cuando quedamos en oscuridad total, empezaron a hacer ruidos de fantasmas y sentí que los quería matar, por la forma en que eso asustó a Pato y a otros chiquitos de su edad. Me molesta cómo se comportan, lo pushy que son, lo molestos. Pero también podría ser racismo.
  • Me gustó la nieve. Pero allá. En esas condiciones. Sin exposición prolongada.
  • Costa Rica es exageradamente caro y no ofrece ni la mitad de la experiencia que ofrece Islandia. Es una estafa. O será que la conozco por dentro y entonces tengo clara la cosa.
  • Nunca más oveja sintética gringa. Si viajo de nuevo al frío, lana, y de verdad. De la que sí calienta.
  • Siempre tengo estas ideas fantasiosas. Por ejemplo, de escribirle a Diana Uribe, que sí lo hice, contándole que gracias a ella vinimos a Islandia. O de escribirle al depto de turismo de Islandia, diciéndoles que escribí una crónica de la visita y que la leen y que les gusta… hasta que los busco en internet y son lo más de pascos y recuerdo al guía que nos dijo que el islandés couldn’t care less about the tourists. Y debe tener razón. Así que esa parte, abortada.
  • Quiero saber más. Tengo lista de libros que leer. Despulgaré Netflix para ver todo lo que sea islandés.
  • Viking se dice en islandés así como suena en español. No «Vaikin»
  • Hay cosas que mejorar con Pato. Cosas que son mis propios defectos. La forma en que maneja el enojo, la forma en que responde cuando está molesto o cansado, su desafío a la autoridad en general.
  • Quisiera regresar. Ver lo que me faltó. Ver Akureyri en verano. Tal vez en el futuro, si regreso a Europa, pueda parar allá unos días, porque no hay carga adicional a la tarifa aérea. O tal vez si mis amigos se antojan de ir y vamos todos juntos. O en sueños. Islandia se quedó en mi corazón.

Alguien me dijo que me fui tanto tiempo, que más que viaje, parecía que me había ido de intercambio y que porqué no me iba a vivir allá. Le respondí citando al ídolo, a Juan Gabriel: «No me provoquen»

Día 10: I’m just a ray of fucking sunshine

viernes, abril 5, 2024

Hoy es el último día en Islandia. Amanecimos en un hotel muy cerca del previo.

Como no teníamos plan, porque la Laguna Azul está cerrada por la erupción en Grindavik. Me ofrecieron ir a otra laguna termal, pero dije la verdad: estamos agotados, mejor me dan un reembolso. No les dije que tampoco me hacía gracia bañarme en pelota con vigilancia para luego ponerme el traje de baño. Además, yo quería aun hacer unas compritas. Buscamos plan y nos fuimos a un Museo que se llama Perlan.

Es impresionante lo que se puede hacer con plata. El museo es de historia natural, con paredes que en realidad son puertas que se abren, planetario, shows, cueva de hielo, y un restaurante en el último piso que gira para tener una visión 360 de Reikjavik.

Traté de explicarle a Pato lo que es ir con Marce a un museo. Cómo papá prefiere ir muy despacio, leyendo y apreciando todo, muy diferente a nosotros dos, que corremos de un lado a otro.

Me encantó el show de volcanes, que eran videos de las últimas erupciones. Creo que a Pato además le sirvió para calmar un poco el temor irracional que tiene con los volcanes, muy similar al que tenía yo a esa edad.

Me gustó aun más el de la Aurora Boreal. Los Vikingos le decían Áróra. Me gustó cómo se contó la historia, aprender que existe además en China, donde creían que era un dragón rojo con cara de hombre o que los indios de los Estados Unidos bailaban al ritmo del baile de las luces en el cielo. También aprendí que en Islandia, cuando la aurora boreal se ve roja y no verde, los vikingos creían que era señal de tragedias. 

Volvimos al Hotel y tuve un ratito para mí, para ir a explorar el centro de la ciudad, que es re chiquito. No llevamos casi nada de vuelta a CR porque no cabe y porque todo es muy caro, pero como leí en la tienda de regalos del museo: Quién dice que yo vine a Islandia a ahorrar?

La calle principal es chiquita pero muy activa. Volví a la catedral a tomar fotos por dentro, porque más temprano había un funeral y no había podido entrar.

Me compré una suéter que quería. No dejo de sentir cierta tristeza de pensar que siempre pienso en los demás y nadie piensa en mí. Le compré una camiseta a Pato y a Marcelo hacer unos días, y a Marce no se le ocurre comprarme nada a mí.  Si hubiera tenido esta suéter desde el primer día, hubiera sido más fácil todo, porque por error mío, no traje suéters y por otro lado, la lana aquí de verdad que sirve para todo.

Los souvenirs son muy similares en todas partes y de poca variedad. Los troles y los vikingos son feos. No encontré una camiseta para mí. Esta me gustó, pero luego pensé que no la usaría:

Me siguen gustando las cosas de invierno, que tienen poquísima utilidad real. Ya de por sí traigo 3 gorritos de lana, dos cobertores de orejas y guantes nuevos. Me hice una lista de marcas  islandesas a ver si compro en línea, aunque después de este viaje, lo que sigue es un periodo de austeridad y ahorro.

Vi una fila gente muy joven en una panadería y pensé que venderían edibles. Cuando pasé de vuelta, ya no había molote y pregunté qué vendían. Resultaron ser unos rollos de canela y pastelería deliciosa, a punta de toneladas de mantequilla, pero riquísimo.

Siento que conocí lo que valía la pena conocer del centro de la ciudad y que me manejo bien, que ya finalmente me ubiqué. También me acostumbré al frío, porque me fui quitando capas conforme paseaba por toda la ciudad.

Fuimos a almorzar-cenar a una especie de mercado o Hall Food donde uno puede pedir diferentes tipos de comida.

Regresaré a CR gordita. No me he inyectado en todo el tiempo que estuve aquí y aunque llevaba toneladas de medicamentos para el estómago, nada me cayó mal.  Creo que he comido tanto porque todo me gusta y, sobre todo, porque no he sentido náuseas ni un solo día. El pan, el queso, la mantequilla, los chocolates.

Luego a empacar y dormir. El regreso sería un día de 32 horas, porque volamos devolviéndonos en el tiempo.

Día 9: La Cueva

martes, abril 2, 2024

Pasamos en la carretera casi todo el día. Desde un amanecer con 2 metros de nieve, escolta en la montaña, parajes completamente blancos a un poco de sol conforme nos acercamos al sur. La nieve la retiraban incluso con bajop.

Llegamos justo a tiempo a un tour de una caverna de lava. No me hizo nada de gracia bajar 150 metros (y me fue peor de regreso, me quedé sin aire), en un lugar heladísimo, en oscuridad total, con temor a que temblara en cualquier momento y tratando de calmar a Pato que lloraba e insistía que no quería ir. Al menos ahí abajo lo único que está vivo es una bacteria que crece como el moho. No hay murciélagos en Islandia porque es muy frío.

Al final no me fue tan mal. No hubo que gatear ni arrastrarse y hay buena infraestructura, plataformas y pasarelas por donde se recorre cómodamente la cueva. Pero no es algo que repetiría.

Así que mejor me dedico a lo que dejé pendiente de lo que aprendí en el tour de la aurora boreal:

  • El guía nos dijo que estamos locos, pero que solo así realmente se puede conocer Islandia. Que ir a Reijavik o y/o a la laguna azul no es conocer Islandia.
  • La mayoría de los islandeses tienen una casa de verano, una casita sencilla, de tres cuartos, con un jacuzzi de agua caliente. Eso no puede faltar.
  • Se precian de ser libre pensadores y respetar la forma de pensar de todos los demás. Así que la vacuna nunca fue obligatoria, salvo si querían viajar. Igual los impactó mucho la pandemia.
  • Aquí viven 150 mil extranjeros. Solo tienen 1000 policías. No tienen ejército.
  • Las familias tienen de 6 a 7 hijos, un promedio altísimo para Europa.
  • Aunque oficialmente se dice que los Nazis no invadieron Islandia, sí hubo un naufragio durante la segunda guerra mundial en los fiordos del este de un barco alemán. Y se sabe que muchos sobrevivieron porque en ese pueblo hay varios Adolfs y Heindrichs, nombres que no son para nada comunes en Islandia.
  • Hay rotondas por todo el país y funcionan al revés que en Costa Rica respecto al derecho de vía. En todo caso, los islandeses son bien animales para manejar.
  • Todo el país huele a pescado, así como en CR huele a fritanga o a pollo de bombillo. Comen con muy poca sal y en general, pocos condimentos.
  • La ropa de invierno aguantó. Yo hubiera querido tener una suéter (no traje ninguna), pero la ropa interior larga, las chaquetas triple efecto y el sombrerito y guantes que compré localmente, me mantuvieron no caliente, pero sí cómoda. Los pies los sentí fríos pero no helados. Todo superó su prueba más brava.

Ahora sobre Akureyri:

  • Frente al hotel había una librería enorme y maravillosa. Aquí el tema de la traducción y la imprenta debe ser un buen negocio para alguien, porque todos los libros de moda y locales están impresos en islandés. Y se venden, porque por el clima, la gente lee mucho.
  • Los semáforos tienen sus luces en forma de corazones.
  • Los locales (Aureyrisenses) son conocidos por ser muy amistosos y buena gente.
  • Tienen 7 meses de invierno (nieve).

Y como la grieta que está cerca del aeropuerto sigue supurando lava, nos cancelaron el tour a la Laguna Azul. La verdad, mejor. Estamos agotados, y además, no me hacía nada de gracia eso de bañarse en pelotas con vigilancia antes de ponerse el vestido de baño para meterse a las termales. Para esa gracia, voy a Tabacón donde sí me tratan como una reina.

Mañana me dedicaré a recorrer el pueblo antiguo de Reijavik y comprarme algunas cositas, que ya me di cuenta que aquí están más baratas que en el norte y que allá arriba me estafaron, como siempre me pasa. El jueves, regresamos a Costa Rica.