Hay precisiones del lenguaje que te hacen perder toda esperanza. O aferrarte a ella.
Cuando alguien te dice “No es posible”, no es una negativa absoluta. Implica, de cierta forma, que es una imposición de alguien más, un algo que no se puede hoy, pero tal vez mañana, la presencia de un obstáculo que se puede retirar. Sugiere la temporalidad del impedimento, la vergüenza de negarse, cierto deseo personal que no fuera así. “No es posible” es algo que cede a la insistencia o al ruego, al tiempo, al toque de piel con piel. “No es posible” es una imposición moral que uno no comparte, pero que se ve obligada a respetar. Que hoy no, pero mañana quién sabe, que el universo cambia y las circunstancias cambian y las condiciones cambian y así, cambian las posibilidades. “No es posible” tiene la palabra posible, el sí, la opción, la posibilidad. La esperanza que se aferra. La necesidad de desarrollar una táctica y una estrategia o de simplemente esperar.
El “Eso es imposible”, por otra parte, tiene una finalidad que te descorazona. Algo que te supera, la fuerza de un tercero que tiene la capacidad de Dios o de Dios mismo, una ocurrencia que desafiaría el orden natural. Un convencimiento del que se niega porque se creyó la mentira de que aquello era imposible. Ni siquiera se dice con tristeza. Se dice con el convencimiento de un dogma. Supera la voluntad. Se dice pidiendo que no insistás, que te alejés, que entendás, que el persistir solo puede llevarte a un dolor que ya está advertido y que es siempre una amenaza. Es una sentencia sin apelación. Es el acabose, el punto final, el no me rogués más. Es el día que se congelará el infierno. Lo que nunca llegará. El convencimiento del que te lo dice de que nunca será distinto. Es rendirse, sin pelea. Es la derrota absoluta que requiere resignacióny tiene como efecto secundario una cabanga fuerte.
Como cuando entendí que lo tuyo y lo mío (porque nunca hubo lo nuestro) es imposible. Siempre lo fue.
Y no es nada novedoso. Por alguna razón se descubre y se olvida en cada generación. Bien lo sabía Ray Tico, que lo cantaba con la entonación que calza perfecto a la sensación:
Pero no me pidás jamás que te olvide, porque es imposible.
Dejar de quererte, poder complacerte, dejar de adorarte, eso es imposible.
Pusimos a participar este blog en la categoría de difusión de la cultura del concurso de Google porque a veces me entra un desasosiego de pensar que nadie registra cómo está viviendo mi generación o cómo fue su infancia. Me gusta pensar que es una guía de viaje de mi vida. Solo los más votados serán leídos por el jurado. Recuerden el enlace para votar. ¡Gracias!
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