Es una lástima que el Parque Nacional del Volcán Poás cierre a las 3:30. En estos días de verano ventoso, el atardecer, desde el volcán, debe ser algo impresionante. Sobre todo si tiene uno esa suerte mítica de un día despejado. Dicen los que lo han visto, que se ven ambas costas. Se verá así, simultáneamente, del Atlántico iluminándose de estrellas y el Pacífico incendíandose de atardeceres? Nosotros llegamos a las 3:22. Así que nos devolvimos antes de que nos devolvieran en la boletería.
En realidad íbamos para Chubascos. Pero en el primer intento, estaban llenos y nos mandaron a darnos una vueltita. Aprovechamos para el intento fallido de llegar al volcán, comprar queso palmito, horrorizarnos ante las cicartices, todavía evidentes y dolorosas del terremoto de Cinchona y llenarnos de vergüenza ajena, en uno de los negocios donde no se ha bajado uno del carro, cuando le estpan metiendo a uno como una chupeta, una fresa enorme en la boca, le sirven tres tipos de vinos para que los “deguste” y antes de que uno logre cruzar la puerta del chinchorro, le han ofrecido abrirle cualquier producto si uno los quiere probar. La forma de quitárselos de encima es que aparezca otro carro con víctimas o preguntar que cómo putas hace uno para pagar. Mis bizcochos estaban añejos.
En Chubascos comimos como pocas veces comemos en un restaurante. Nos antojamos de todo y aun así quedaron pendientes antojos para la próxima vez, como la sopa de tomate y chile dulce, el flan o el arroz con leche. Los platos son super generosos y aun alguien tan melindres como yo para comer, le entra con gusto a todo. Pedimos los patacones rellenos- muy originales y sabrosos-, choricitos con salsa de mango, un poco picantes pero muy buenos; empanadas de plátano maduro, mis favoritas, que las sirven con un poquito de natilla y mucha canela. De plato fuerte, yo quise una tortilla aliñada de morirse, que no me cupe y me traje bien empacada y me sirvió de desayuno tres días más. Marcelo se pidió un gallo de no sé qué, que eran como seis en uno. Y luego, porque a él le cabía, un postre, con porción también enorme. Los precios, muy cómodos.Mi única queja: como llegamos entrada ya la tarde, no habían fresas para el batido.
Visitamos las cabinas y de verdad que estpan muy lindas y cómodas. De metiche, me puse a opinar que sería lindo contar como con un menú de actividades para la zona, digo, para aquellos huéspedes que quieren un poco de actividad física. Aunque la verdad, si uno solo va a descansar, la ubicación es perfecta.
Me encontré a una compañera del colegio que no veo hace 20 años, los mismos que llevo de haber salido de ahí. Ella me reconoce y como se da cuenta de que la saludo como a uno de mis contaditos fans, me dice mi nombre y entonces me doy cuenta de a quién estoy saludando, pero no logro acordarme si se graduó con nosotros o engrosó la lista de egrechados, que para cuando nos graduamos era de más de 80 personas. Me pregunto si yo me veo igual que en el Colegio o si ya me está empezando a fallar la memoria. Vengo sospechando que se me está llenando el disco duro.
De regreso, en un San José surrealista, las calles principales que llevan al este de San José estaban bloquedas y el público del tope se distribuía como hormiguitas borrachas vestidos, según ellos, de cowboys, con botas, camisas de cuadros y sombreros vaqueros. En la oscuridad y entre los tráficos que se capeaban madrazos de repente aparecía un caballo, jineteado por otro borracho que solo por andar con un número del tope se creía con derecho de paso.
Si la Biblia se escribiera de nuevo en esta época, Sodoma y Gomorra se vería igual que Zapote, pobladas por todos los borrachos del tope, además de todo el resto.
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