Hoy exactamente hace una semana, reviví uno de los dolores más fuertes que he experimentado, ese de sentir el puñal de a traición y saber que lo está empuñando alguien que, según la naturaleza, se supone que me quiere y me protege: Ella. Pero la realidad muestra todo lo contrario y los antecedentes, tristemente lo confirman. Yo estoy entrenada para sacar conclusiones basadas en las pruebas, aunque cuando se trate de mí, me comporte de una forma tan ciega.
Esa noche casi no dormí y además lloré como una chiquita de cuatro años. No lloré por esta nueva traición. Lloré por todas las previas, por el dolor resucitado, por tantos años de lo mismo, por las decisiones que esta situación me obligaba a tomar, como la de alejarme por muchísimo tiempo. No sé exactamente cuánto.
Esa noche quise tener cerca de las personas que, afortunadamente, he tenido cerca de alguna u otra manera. a lo largo de mi vida. Gente en que confío y que sé que me quieren, que es poca, esencialmente porque soy una desconfiada. Gente que, cuando leyera lo que había escrito, iban a entender que otra vez había ocurrido lo mismo.
He pasado una semana muy dura, en la que a veces se me vienen las lágrimas, en la que tengo ganas de llamar y exigir una explicación, en la que no puedo hablar con nadie, salvo con Marcelo, de cómo me siento. De adaptarme a una vida prácticamente de huérfana. De hacerme a la idea. De recuperarme.
Hoy, exactamente hoy, me dieron una excelente noticia. Hay un curso de idiomas que llevo hace tres años. Porque me gusta, porque me entretiene, porque me descansa, porque me encantan los idiomas, sobre todo los más raros. A la vez, porque también me ayuda a evadirme un poco y en sus palabras me refugio cuando no quiero enfrentarme a algo.
Resulta que me escogieron para hacer un curso de ese idioma en uno de los países en los que se habla, todo pago por 6 u 8 semanas. Cuando me dijeron, no paré de reírme en carcajadas muy ruidosas. Voy a cruzar el charco, por primera vez en mi vida conciente. Con Alejandro y con ella vivimos en Europa poco más de un año, pero no me acuerdo de nada, solo tengo las fotos. Me siento como si fuera para Júpiter porque no me imagino con qué me voy a encontrar, si me va a gustar, si voy a poder. No sé cómo voy a coordinar con mi oficina. Qué pan comprar, cuáles frutas habrán, cuál es la leche sin grasa, a dónde podré ir a correr.
Sé que quiero hacer los fines de semana: Berlín, Moscú, Praga, Viena, Budapest. También sé que hoy también lloré, pero como decía Facundo, de alegría.
Y eso. Quería compartirlo no más. Porque no todo es triste en estas alamedas. Hoy, colgamos lámparas de papelitos azules con una candelita adentro, sacamos las mesas, pusimos la música de Víctor Jara a todo mecate y compartimos con los amigos empanadas de horno, sonrisas, abrazos: las cosas buenas.
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