Porque una vez le imploré que se divorciara, que nos liberara a todos de ese infierno, que su esposo dejara de pegarme, que usted me creyera cuando le dije que alguien me tocaba.
Porque siempre preferí la soledad de un libro, la privacidad de un poema; a la popularidad del maquillaje y del exhibicionismo para casarme muy joven y darle muchos nietos.
Porque un día me enamoré de un muchacho judío, de un hombre casado, de cualquier patas vueltas, del que no me quiso.
Porque la violencia y la crueldad que me acecha por dentro, siempre fue suya.
Porque yo, a diferencia suya, sé – porque lo viví y porque me acuerdo- que Alejandro me quiso. Y nada de lo que usted diga va a cambiar eso.
Porque ya van muchos años. Porque casi siempre es lo mismo. Solo que hoy, a diferencia de ayer, yo puedo defenderme y usted ya no es la tirana de mi universo.
Porque hoy sé que usted tenía razón. Todos los libros, hasta los más sencillos, están llenos de mentiras: “Mi mamá me ama”, por ejemplo.
Porque me sigue doliendo.
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