Aprovechando el fin de semana largo, desde temprano ya está la calle principal de San Pedro salpicada de grupos de romeros.
Cuando yo estaba en la U, no había nada de eso de romería en adelantada. La noche del primero de agosto, la gente empezaba a caminar, en jeans, arropada y con algo de comer. Muchos de ellos en grupos, rezando, molestos con los chiquillos que solo iban a vacilar.
Ahora van con sombreros anchos, shorts, camisetas, todo de dry-fit. Tennis y medias especiales de correr. Probablemente con bloqueador y también con pastillitas de hidratante. Algunos incluso con esos palos especiales de hiking. Onvio, el reloj cuenta-pasos y latidos. Los air pods. El teléfono bien cargado y tal vez, si no pesa mucho, una batería.
Más que una promesa, un sacrificio a la Virgen o una odisea, parece un reto deportivo.
Pato quiere saber porqué se llaman romeros, para dónde van, porqué nunca hemos ido a Cartago o a esa Iglesia, qué tipo de favores hace la Virgen cuánto tiempo se paga una promesa, porqué hay que caminar tanto para que a uno le den pelota en el cielo y, ante todo, porque creen en esas cosas.
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