El miércoles la cirugía empezó 3 horas más tarde de lo planeado. las mismas 3 horas que estuve en pre anestesia sin teléfono, sin libros, sin nadie con quién hablar. Me dormí, creo. Pero yo estaba segura que no estaba dormida, sino meditando.
Luego la anestesia me apagó la conciencia y me desperté en el mismo sitio, la misma pregunta.
Tenía tanta sed, que esperé despierta el té de manzanilla de la 1 am.
Me inauguré en el uso de bidet y no fue tan malo, pero podría haber seguido seguir viviendo sin eso.
Pasé la madrugada leyendo cosas en internet y recordando la cirugía del estómago.
Mis ovarios ahora están en algún basurero de algún laboratorio. Ahí se fue mi material genético. La posibilidad real de tener un hijo, las cosas malas de mí y de mi familia.
Pienso en mi primera regla. En la molestia y la incomodidad de las que siguieron. En el susto de las que se atrasaron. En las personas con quienes pude o hubiera querido tener hijos y ya no será nunca.
Es una liberación y una tranquilidad. También es terminar de cruzar el portal hacia el inicio de la segunda parte de mi vida. O lo que queda de ella.
No me duele especialmente. No he hecho caso de caminar mucho. Quiero quedarme en mi cama. Me aburro. Quiero comer de todo. Falta un mes para volver a nadar. Me aburro más. Quiero silencio. Quiero dormir. Quiero que el tiempo pase rápido.
Pato me confesó que lloró el día que se despidió de mí, pero se escondió para que no lo viera. Y que antes de dormir, también lloró porque me extrañaba.
En la noche, basta con apagar la luz para que me comience a arder el cuerpo, hasta quedar bañada en sudor y despertarme a las 3 de la mañana, totalmente alerta, para ponerme a leer.
Luego me vuelvo a dormir y a las 7 am aun estoy profundamente noqueada.
Dice el doctor que es la menopausia, ahora sí, con todas sus fuerzas y sus letras. Lo que podía quedar de estrógeno se fue al basurero. Además, llegó con vértigo.
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