Soñé que volvía a Generales, como soy ahora pero solo yo lo sabía. Era el primer día. Yo ya conocía las aulas, los lugares, me movía con confianza entre tanta gente tímida y asustada de su primer día de U.
En la clase había ya alguna gente, callados, en sus pupitres, viendo hacia los lados. Yo me sentaba atrás, llevaba un libro que me habían dado y que me moría por leer, era algo así como los sentimientos de experiencias que ya no existían. Yo sí las había conocido en mi infancia. Mis compañeros no, pero ellos no sabían.
Tratré de hablarle a dos compañeras, de preguntarles el nombre, de memorizar sus caras, de ir haciendo amigos, gente con quien pudiera hacer trabajos, saludar al llegar, pedir apuntes. Pero no me daban pelota, parecía que les generaba desconfianza un trato tan amistoso.
Salíamos. El pretil estaba lleno, no había dónde sentarse. Eramos muchos de pie, moviéndose de aquí para allá.
Tres muchachos me empezaban a hablar. Altos todos, de pelo negro, parecidos un poco entre ellos. Se notaba que eran amigos de antes. Empezamos a vacilar y me resigné a que tendría amigos y que, como siempre, ninguna mujer sería mi amiga.
Me defendían del molote, me cuidaban, nos íbamos conociendo con bromas.
Quería saber de cuál colegio venían y les preguntaba dónde habían estado el año pasado. Irlanda- me respondieron. Eran chicos de intercambio.
Ah sí?, en cuál ciudad?
Dublin
Me caían bien esos muchachos.
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