Tener un perrito es todo un entrenamiento para una eventual (y por el momento poco probable) maternidad, guardando las distancias, claro, y sin que se crea que tengo una relación de dependencia emocional-afectiva con el Fuser (mi perro). Procedo a explicar los motivos de mi brillante conclusión.
Uno lo chinea:
Hola zhuzhi … hola cocoooollll … quién, quién es el perrito más guapo del mundo? muerda, muerda, que hace lo que le da la gana por que es el rey! co-co-li-no, co-co-lino… gordo precioso, quién es el zaguatín más lindo do mondo? Tome kuki, muerda mis tennis. Mirá pupi, te compré unas galletitas solo para vo-os… Usté se puede subir del sillón las veces que usté quiera guapísimo! Te voy a cambiar el nombre y ponerte Principeso… o “Cholalonkon”. No, no, mejor Inquietú… pero qué belleza como suspira … Zi, zi, zi
Uno compra todos los juguetes que se encuentra de camino anunciados como aptos para caninos, aunque a él le hagan gracia por 15 minutos y hasta haya que comprarle una canasta para que los encuentre todos juntos y los riegue por toda la casa. En el super, la sección de perros es parada obligatoria.
Uno, normalmente asqueroso, se entrega con dedicación a limpiar los “quehaceres” orgánicos del perrito, con un rollo de papel toalla en una mano y un tarro de lysol desinfectante en la otra. Lo dejás chuparte la cara. Le metés la mano en la comida. Rejuntás los juguetes babeados. Lo despulgás a mano limpia. Le sacás de la boca cuanta cosa confunde con comida.
Uno se emociona hasta las lágrimas cuando llora cuando te ve (de alegría), mueve la colita como un loco, brinca para ser alzado (estado natural de un cachorro) o te sigue a todas partes, cosa que uno, ilusamente, confunde, por culpa del vacío afectivo, con amor perruno genuino.
Uno se conduele cuando le ponen su primera cadena de ahorque, cuando alguien sin querer lo maja, cuando le tatúan el pedigree (y… no es chusma el Fuser) o lo vacunan, cuando por olvido quedó con hambre, cuando queda entregado en el kinder donde lo cuidan mientras yo trabajo.
Uno piensa en él durante el día y acomoda sus actividades al Fuser o a la existencia de un doggie-sitter, piensa como reaccionará con la visita de extraños a la casa y hasta entiende con sonrisa cómplice a los gringos locos que tienen fotos de sus perritos en el escritorio, que ya ahora no parecen tan locos. Llamás al pediatra, digo al veterinario, con cada estornudo o porque tiene hipo. Celebrás con los amigos que se le paró una orejita. Lo comparás con otros perritos y te comprás libros extraños del “Interrelación y propuesta: semitótica marxista de los pastores alemanes”.
Pero, entonces, cuando Fuser se da cuenta que él tiene un amo y no que el amo tiene un perro…
Fúser, NO! no me muerda… Fúser, deje eso quedito.. . Te vas a ENFERMARRRR!! dejá de comerte los abejones… Fus… Fúser! vení, hacé caso, pero pe… qué chiquito, VENGA LE DIJE! FUSER! ya me tenés loca… DEJE DEJE o lo encierro! FUSER YA! AU ME DOLIO! YA LE DICHO QUE NO-ME-MUERDA cabrón… VENGA que le estoy hablando! no me ladre… NO ME LADRE LE DIJE… suficiente con usted!! LOS LIBROS NO SE MUERDEN… Ya me tiene harta… lo voy a amarrar con cadena! JUEPUTA PERRO…
Fuser se comporta como un perrito problemático, digno de ritalina, y a juzgar por la dificultad que tiene para el condicionamiento, además disléxico, como la suscrita (aunque la mía es estrictamente espacial). Desafía la genética perruna con actitudes arrogantes, independentistas y rebeldes tan alejadas de la neurótica lealtad y entregadez que caracteriza a los demás perros.
Pensé que le daba lo mejor, pero en tiempo record lo arruiné a punta de cariño y de abundancias. Le perdoné cada una de sus rufianerías y se las recompensé con abrazos. No soy figura de autoridad. Creo que me quiere, pero estoy convencida de que no me respeta. Ahora lo puedo sostener del cogote, alcanzarlo cuando huye y mantenerlo bajo vigilancia; cuando sea un pastor alemán adulto, no sé que voy a hacer.
Y no es exageración que me sienta triste y entre en crisis existencial cuando pienso en lo que he hecho, porque el perro es lo de menos. Es, al final de cuentas, un animalito doméstico. Si resulta que lo hice mierda por chineado o que ya venía loquito de fábrica a pesar del pedigree, se vende, se cambia, se regala o se paga un entrenamiento de esos donde aprenden a palos y obedecen al tiro y hasta los hacen bilingües porque las órdenes se las dan en inglés …
Y si fuera un hijo ¿Qué hago?
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