Me desperté como si fuese a ir a nadar. Pero hoy no. Había pensado en ir a la piscina del Colegio. Aun así me desperté una hora antes.
Estuve debatiéndome en si ir o no ir, y sé que eso se me cura yendo, obligándome a ir, a pesar de las excusas y cálculos de si me dará tiempo para desayunar, vestirme, entrar a la reu de las ocho y media.
Me fui para a allá a las 5. Cuando llegué, todo estaba cerrado y apagado. Revisé en redes y abrían hasta las 6.
Me devolví. Me quedé con todo puesto porque volvía en 45 minutos.
Desperté a Pato, le di las medicinas, lo ayudé a vestirse. Me volví a ir.
Cuando llegué, esta segunda vez, me molestó ver que parecía que habían abierto antes de las 6. De haber sabido, hubiera venido más temprano.
En fin.
En la piscina, pongo mi termo de té caliente, mi bolsa de materiales, ignoro a la muchacha que está estirando con un video, gorra y anteojos.
Me subo a la banqueta. Inicio el reloj inteligente. Subo los brazos para trenzar las manos por encima de la cabeza-
-Señoraaaaaaa!- un guarda de seguridad
Me deja subida en la banqueta hasta que le da toda la vuelta a la piscina.
Quesque hay mantenimiento, no se puede, ahorita a las 8 viene el muchacho, así es todas las semanas.
y aquí estoy, sintiendo que no me bañé, extrañando mi remojo diario y considerando cómo escribir una atenta sugerencia al Colegio de Abogados para que actualicen la puta página web con los horarios correctos sin sonar como una privilegiada malcriada y altanera.
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