Ya compramos los tiquetes y reservamos. Falta un mes para irnos.
Yo estoy a la espera de una notificación de la que me sentía relativamente tranquila, aunque sé que podría salir mal.
Ahora que hay fecha para irnos, empiezo a pensar qué va pasar si me notifican antes de irnos. Me resbalo en el tobogán de la angustia. Si todo sale mal. Si notifican cuando estoy fuera. Cómo voy a hacer esa apelación.
Quisiera que duraran mucho más en resolver. Pero entre más duran, más caigo en ese juego masoquista de imaginarme que notifican y que todo sale mal.
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