Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Let’s get physical

desde la isla de

El colegio tuvo una noche de entrega de reconocimientos deportivos, que la montaron como un evento de la NBA

Con cada profe del departamento de deportes que entraba, se encendían y apagaban luces y los chiquillos gritaban como desaforados.

No es el tipo de evento al que yo asistiría por gusto. Pero Pato y todos los de primero, tenían una presentación musical. Les tocaba bailar Shake it off. Pato reconoció que por primera vez estaba nervioso y que se le habían olvidado los pasos.

Al final lo hizo muy bien, por lo poco que pude ver porque estaba casi en las últimas filas.

Entonces el colegio premia a la mejor resistencia cardiovascular de cada edad. Tienen equipo de basket, futbol, gimnasia, volley, natación y atletismo. Con todos los fierros. Me impresionó que para atletismo tienen jabalinas, vallas y las cosas de salto.

Premian además el mejor espíritu deportivo y como requisito hay que estar en 3 clubes de deporte.

Luego premian tercer, segundo y primer lugar para alumnos destacados en algún deporte a nivel nacional o regional, con cinco nominados por categoría.

Yo no tenía tan claro que el cole impulsaba tanto el tema deportivo, aunque en una fiesta infantil, hace unos días, algo me habían comentado de lo importante que era el futbol en los chicos y lo competitivos que son. Van al club de la escuela y también a escuelas de futbol por aparte, donde les venden que pueden llegar a jugar en Europa o tener becas deportivas en otros países.  También nos había llegado el comunicado donde le prohibían a los quintos años jugar futbol por un mes por la forma artera en la que juegan.

Todo bien con celebrar a los mejores. Pero no todos van a ser campeones. Todos, en cambio, sí se beneficiarían de hacer algún deporte. No debería ser solo para los talentosos. Más bien debería haber énfasis en los que no lo son, que, en un ambiente tan deportivo/competitivo, con toda la razón del mundo se alejarían de esa posibilidad.

De invitada especial estaba una atleta nacional con discapacidad. Admiro su tesón en seguir haciendo deporte aun después de lo que le pasó. Pero dejan de lado que ella, por razones familiares-económicas, tuvo acceso a lo que le está vedado a la enorme mayoría de personas con discapacidad. No es un llamado de atención a su privilegio, porque ella no tiene la culpa. Los que estamos mal como sociedad somos todos, dejando de lado a las personas más vulnerables.

Había varios actos musicales. Piano de cola, violines, cellos… y una de las intérpretes, al hablar, no tenía nada que envidiarle a un garbanzo o a una mean girl. Sí, muy lindo lo que toca y la disciplina y todo. Pero con esa comunicación, el único camino asegurado es a una trophy wife. Y, aver: yo hablaba igual a su edad. Pero no era bonita, así que sabía que las posibilidades de un matrimonio que me asegurara la vida Barbie, no estaba garantizado. Tampoco lo quería. No sabía bailar salsa ni merengue. Estaba alienada. Y deprimida.

¿Y la proyección social del cole? Teniendo esas instalaciones, esos equipos, esa locación tan cercana a comunidades marginales, ¿qué hacen al respecto? Pasé 5 años adolescentes preguntándole lo mismo a los franciscanos. La respuesta se mantiene: silencio.

Sé que a los alemanes les encanta el ejercicio. Ir a caminar, andar en bici, recorrer montañas, la naturaleza, etc. Pero tanta alabanza al sudor, al esfuerzo, a la práctica y a la disciplina, al ejercicio y a los cuerpos atléticos, por prejuicio, de pronto evocaron esos documentales de chiquillos en campamentos donde se les reforzaba esto mismo: La Juventud Hitleriana. Y ando con esa espina incómoda porque desde que anunciaron la celebración del cumpleaños 111 del colegio, nadie mencionó la importancia de hacer un mea culpa o al menos reconocer la conducta del colegio durante la era del tercer Reich-

Punto positivo: por primera vez en 30 años el colegio participó llevando la antorcha de la independencia y me emocioné de ver esos chiquillos correr bajo la lluvia, rodeados de policletos, llevando esa antorcha encendida, temblando de emoción por algo que probablemente no terminan de entender muy bien y la verdad, yo muchas veces tampoco.


Gotitas de lluvia

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