El doctor me dijo que procurara no tomar medicamentos que no eran estrictamente necesarios. Separó la lista de pastillas de la mañana en medicinas que SIEMPRE tengo que tomar y los que son vitaminas o apoyos pero que no ponen en riesgo la salud.
En la tira se fue mi desayuno de campeones: el boli de Enantyum o Conrelax Plus, en ayunas antes de nadar, que siempre sospeché que podía ser una de las causas del cáncer gástrico.
No ha sido fácil. Mis tiempos al nadar, de por sí bastante modestos, empeoraron como por 6 a 8 segundos. Al hacer el final, siento el cuerpo tieso y me duele la cintura al agacharme en el “ensusmarcas”. Me tiro a nadar y siento claramente cuando el cuerpo le dice a la mente que no podemos, que no hay con qué.
Es un ejercicio de tolerancia, porque me duele el cuerpo todo el día y, a veces, en la noche, a un nivel tal que no me deja dormir. Tengo que repetirme que ya conozco la diferencia entre el dolor de músculo y el dolor de una lesión. Que tengo que dejar de tenerle pavor al dolor y aprender a vivir con él. Dejarme de chinearme y encamarme a ver tele o leer, cuando siento la menor incomodidad. Aceptar que puedo funcionar normal todo el día aun con eso, aunque cada vez que me levante de la silla sea repetir la sensación de la banqueta.
Hay días en que me amarga ver mis tiempos en el piso acuático metafórico. Pero también es cierto que después del cáncer, no me angustia como antes, ni me castigo como antes, ni siento la presión de antes de mejorar siempre, ni me decepciono de mi misma, ni me avergüenzo por adelantado de alguna futura competencia.
Dejé de mentirme sobre mi capacidad deportiva y mi potencial y me siento mejor. Me acepto como el lastre que soy.
Hay otra óptica en todo esto. Mantengo la disciplina, pero no como obsesión, sino recordándome, cuando no quiero ir, que nadar me ha salvado la vida. Dos veces. Es mi medicina.
Puede ser que esté a las puertas de empezar a disfrutar el deporte y replantear la frase de mi abuela “Gracias a Dios ya me bañé/ me confesé/ comulgué” y a veces me sorprendo con la voz en mi cabeza, cuando me quito los googles “Gracias a Dios ya nadé”, con todo y suspiro de satisfacción.
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