Yo pensaba que ya esto se había superado. Que con Pato esa puerta se había cerrado. Tal vez es la pandemia, o todo lo que me hace falta para esta época: ir a repartir regalos y abrazos y besos.
Pero siento como se me aproxima la tristeza navideña. La amargazón de decorar. El dolor lejano de los villancicos.
Hoy me mandé y le dije al Patán, que apenas nos vacunaran, él estaba en la lista de las primeras personas a las que me les iba a tirar encima a abrazarlo, que hasta me sentaría a tomar guaro con él una noche entera a hablar estupideces- Que me hace mucha falta-
Pensé que me iba a mandar a la mierda me dijo, también un poco triste “Mae, jueputa, sí, ha sido demasiado tiempo”
Estamos en reunión de padres por zoom y yo tengo sueño pero no de cansancio, sino de resistencia. No sirvo para hacer manualidades. En cada cuadrito se ven árboles de Navidad con sus luces y decoraciones. Yo no quiero hacer calendarios de Adviento. No quiero esta tristeza antigua de Navidad. Descubro que también me puedo disasociar en plataformas virtuales.
Las canciones tradicionales en cualquier idioma, suenan como la sangre bombeando cada vez más rápido antes de la migraña.
Será que las luces, las carreras, las visitas, las presas, los regalos, solo me distraían de mi misma y este año, que seré solo yo, sin nada en que ocuparme, volverá oscura, a acurucarse a la par.
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