Anoche soñé con LJ. No con él, pero sí de él. Alguien me decía que él había renunciado en media crisis. Yo no lo podía creer. Me decían que estaba agotado, que era un puesto de confianza, que había decidido irse a otro lado donde podía llevarla más suave y que, además, así podía disfrutar a su segundo nieto. Yo oía todo eso pero solo podía pensar en que no lo volvería a ver nunca. Llamaba a mi amiga a confirmar, pero como siempre en esos sueños ansiosos, no podía marcar bien, me equivocaba, no lograba salir de una de las pantallas del teléfono y finalmente ella me confirmaba la noticia. Yo seguían pensando lo mismo: no lo iba a volver a ver nunca. Pero era obvio que ante una pandemia, esos pensamientos egoístas no tenían espacio.
Ayer le llenamos a Pato la tina a la mitad. Estuvo casi una hora, consumiéndose jugando, oyendo música que yo le pongo. De hecho ayer incluso bailé. Y eso me levantó el ánimo.
Después le hice una especie de masaje infantil. Paso pensando cómo hacerlo sentir querido y seguro, sobre todo después de ver cómo se aferra a su peluchito, cosa que nunca había hecho antes. Pero en general, él ve con cierta normalidad que estamos todos en la casa. No pide salir. A veces pregunta- como ayer- porqué no hay kinder-
Luego atendimos un poco las matas de afuera. No me decido si me gustan o no. A veces simplemente se me mueren y no sé porqué. A veces las atiendo para quitar malas hierbas y cosas secas. Eso meda cierta calma, pero no me gusta. Las margaritas tenían muchas partes secas, y al quitarlas, me dio la impresión de que la misma mata estaba agradecida, se veía más alegre. Pato ayudó a regarlas. Yo lo oía diciendo “ Ay, pobre matita. Se ve que tienes sed. Mira, toma agüita. Disfrútalo”
Metí además una variación en los ejercicios. Hay una parte que puedo hacer en el corredor donde están las matas. Me llega brisa, oigo a los pajaritos, veo el cielo azul. Eso me gusta.
Y luego el caos. Una llamada urgente de que tratara de conseguir un desparasitante que fue aprobado por la FDA para el tratamiento de coronavirus. Pero yo tenía restricción. Me fui caminando a la farmacia pensando que el paseo me caería bien, pero me puse peor cuando sentí que en la cuestita me hacía falta el aire. Creo que empezó un ataque de pánico, muy leve
Llegué jadeando a la farmacia y solo tenían una. La compré. Me fui a otra donde tenía que esperar a que me atendieran. Las muchachas con mascarillas, yo con miedo de sentir a la gente tan cerca. No me la querían vender y me preguntaban qué síntomas tenía. Y yo no sabía ni qué decir, hasta que la farmacéutica me preguntó si tenía picazón. Le dije que sí, que desde que me irradiaron era terriblemente alérgica.
Me la vendieron. Pero hacía falta la dosis de Marce. En medio de una farmacia y otra, hice llamadas para reportar que no la encontraba, que no había, que tenía restricción, que cómo la conseguía y era como si me estuviera disasociando. Una yo oía a la otra hablando casi llorando y desesperada porque no encontraba pastillas que aun no se necesitaban, que estamos comprando por si acaso.
Marce, en cambio, se queda tan tranquilo… yo quisiera más contención, más apoyo, que me dijera que él va por las medicinas. Más protección. Pero su forma de ser es más racional y cuadrada: el busca en internet para qué sirve, las dosis, cuánto podría tomar Pato, en cuál farmacia online le venden 20. Y consiguió una. Ahora tenemos 8 dosis en casa por si acaso. Tillo supo que no encontraba y volvió a salir a conseguirme dos dosis y me las trajo-
Me río con el video de la señora indignada porque la paró el tráfico y sobre todo por la risa que le da a él cuando ella le dice que vaya busque quién lo culee.
Por andar en esas carreras no vi la conferencia de prensa. Quisiera tantas cosas.. que a los números le resten los 11 recuperados y los 30 que están esperando confirmación. Que la gente ya autorice a desconectar a la gente que está en la UCI. Que empecemos a pensar si queremos o no que nos revivan o nos entuben. A mí, con que me tengan sedada, me basta. Que nos digan no solo cuántos son extranjeros, sino cuántos se contagiaron afuera, cuántos son funcionarios de la CCSS, quién contagió a quién. Algún sentido de control, pues.
Yo quisiera creer que vamos bien. Pero me da mucho miedo la etapa de contagio comunitario y parece que eso no hay forma de evitarlo.
Ayer me comí una barra de chocolate y empecé a ver la cuarta temporada de La Casa de Papel. Pero no logro concentrarme.
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