Te fuimos a buscar un día caliente de marzo, a un pueblito metido entre las montañas donde pintan carretas con colores tan vivos como los de tus carcajadas de bebé. Ibamos a buscar a un Patito chiquitito y solo sabíamos que estaba allá, en Sarchí.
En el Parque, vimos una paloma de pecho inflado durmiendo en una viga del Kiosko, con el pico escondido entre las plumas. Mamá le preguntó: “Disculpe. Andamos buscando un Patito chiquitito. ¿Usted lo ha visto?” A la paloma no le hizo nada de gracia que la despertaran y agitando las alas, muy pesada contestó “No lo he visto. No lo conozco. No me importa”. Mamá suspiró. Bueno, habría que preguntarle a alguien más. Dieron media vuelta para irse y la paloma les dijo “¡Esperen! ¿Cómo es ese Patito chiquitito?” Papá le dijo “Dicen que tiene los ojos como las pozas en verano: frescos, iluminados por el sol” La paloma respondió “Mmmm… yo, sinceramente, estoy harta de estas plumas grises mías. Muy elegantes, sí, pero en este pueblo todo tiene color excepto yo. Si consiguen que uno de los artesanos me pinte con esos colores bonitos, les ayudo a encontrar al Patito chiquitito”
Pero papá y mamá no tenían tiempo para buscar a alguien que quisiera pintar a una paloma, y menos a una tan pesada. Ellos habían venido a buscar a un Patito chiquitito. Así que le dijeron a la paloma que lo pensarían y que luego le avisaban y se despidieron, sabiendo todos que no le iban a avisar nunca y la paloma seguiría esperando en la viga del kiosko a alguien que la quisiera pintar.
Empezaron a caminar por el pueblo y se toparon a un gato, de rayas anaranjadas. “Hola gatito– le dijo papá- andamos buscando a un Patito chiquitito. ¿De casualidad sabrás donde lo podemos encontrar?”. “NO– dijo el gato- Y si supiera, me lo comería, porque los gatos comemos pollos y los patos son muy parecidos. Seguro es igual de sabroso” Papá y mamá se asustaron mucho. Ellos querían abrazar al patito chiquitito y darle besitos, pero no querían que se lo comiera el gato. “Y ¿cómo es ese Patito? – preguntó el gato- tal vez lo he visto cuando ando caminando por ahí” y se relamía los bigotes y le sonaba la pancita como cuando uno tiene hambre. Mamá le dijo: “Es pequeñito y gordito y cachetón. Cuando sonríe, se le hacen unos camanances muy dulces”. El gato dijo: “Apenas para mí. Si me prometen un cachetito, les ayudo a encontrar al Patito Chiquitito. Tengo muchos amigos gatos que me pueden ayudar a buscarlo”. Pero papá y mamá no podían hacer eso. ¿Dónde le iban a dar besitos al Patito chiquitito si le prometían un cachete al gato? Le dijeron que era imposible. Que el Patito, completo, era de ellos y no podían comprometerse a nada más a darle las gracias al gato si los ayudaba. “Entonces no hay trato” dijo el gato y se alejó con la cola levantada, moviéndola mucho.
Papá y mamá siguieron buscando y se encontraron a una gallina gorda, que estaba cuidando a sus pollitos. A ella también le preguntaron “Perdone que la moleste. Andamos buscando un patito chiquitito. ¿De casualidad usted sabría dónde está?” Y la Gallina les dijo “¿Que no ven que estoy muy ocupada atendiendo a mis cinco pollitos? No tengo tiempo yo de andarme enterando de las crías de otros animalitos” y se dio media vuelta para llamar a uno de los pollitos que se había ido lejos, separar a dos que estaban peleando y buscar un granito de maíz para el más pequeño, que tenía hambre. Papá y mamá ya se iban cuando la gallina preguntó “Y ¿cómo es el Patito Chiquitito que andan buscando?” Papá le dijo: “Nos dicen que es muy alegre y sonriente, que es muy cariñoso, muy inteligente, que es muy amable con todos” La gallina tuvo una idea: “Yo necesito a alguien así para que me ayude a cuidar a mis pollitos, porque a mí me tienen loca. Si lo dejan conmigo unos meses, yo le pido a todo el gallinero que ayude a buscar a su Patito Chiquitito”. Pero papá y mamá ya habían esperado muchos meses, y un patito chiquitito tiene que estar con su papá y su mamá o jugando en el parque o dormido en su camita o tomando chuponino, no cuidando a los pollitos de una gallina. La gallina no quiso seguir hablando con ellos y se fue, con mucho alboroto, a buscar a sus pollitos.
Hacía mucho calor, pero papá y mamá no se dieron por vencidos. Siguieron caminando y preguntando por todo el pueblo donde pintan carretas de colores vivos. Después de preguntar mucho, se sentaron en una banca del parque a pensar qué hacer, cómo buscar, dónde encontrar al Patito Chiquitito, pero bien lejos de la paloma pesada que quería que le pintaran sus plumas grises. Un perrillo se les acercó moviendo la cola. Mamá le dijo “Perrillo, ¿qué querés? ¿Tenés hambre? Nosotros no tenemos comida para perrillos.” Papá le dijo “Perrillo, ¿querés una casa? A nosotros nos gustan mucho los perrillos, tuvimos uno que queríamos mucho. Se llama Fusi. Pero ahorita andamos buscando un Patito Chiquitito. Tal vez más adelante podamos tener perrillo”.
El Perrillo les dijo: “No quiero comida ni casa. Yo vivo aquí y la gente buena me da comida y agua y cuando llueve, me dejan entrar a sus casas para que no me moje. Supe lo del Patito chiquitito. Me contó una paloma pesada, un gato de rayas anaranjadas y una gallina que tiene muchos pollitos. Yo les puedo ayudar: yo sé dónde está el Patito Chiquitito” Papá y mamá no podían creer su buena suerte! ¡El Perrillo sabía dónde encontrar al Patito Chiquitito! Ya pronto lo podrían ver y abrazar y darle besitos. “¿Dónde está?”- preguntó mamá
“Desde que nació, está en el nido de una familia de Comemaíz. Ellos lo han estado cuidando con mucho cariño, porque sabían que un día el papá y la mamá del Patito Chiquitito lo vendrían a buscar. Lo han cuidado como si fuera un pajarito más. Es el más chiquito de la familia, el chineado. ¡Vamos! Los voy a llevar”
Y papá y mamá se fueron siguiendo al perrillo. Salieron del centro y vieron muchas casas, hasta llegar al nido de los comemaíz. Ellos ya sabían que papá y mamá venían, porque otros pajaritos habían volado a contarles. Cuando llegaron, lo primero que mamá vio fue al Patito Chiquitito de la mano de la comemaíz, con sus ojos enormes viendo el mundo y viendo, por primera vez, a mamá y a papá. Mamá había pensado que lloraría de alegría el día que viera por primera vez al Patito, pero no. Verlo la hizo sonreír, desde el corazón y le dijo “Hace tanto te esperaba” y sintió cómo, de repente, el mundo y la vida cambió para ella.
Papá y mamá entraron al nido y los comemaíces les empezaron a contar todo sobre el Patito. Cómo dormía, qué comía, a qué hora se bañaba. Cuando tomaba chuponino, con qué le gusta jugar. Les contó que apenas empezaba a caminar y por eso sus pasitos de patito. Mamá alzó al Patito Chiquitito y le dio chuponino. Papá jugó con el Patitio Chiquitito con unos tucos de madera.
Los comemaíces le contaron a papá y mamá que cuando el Patito Chiquitito llegó a este nido, era tan pequeño que cabía en una mano, porque había salido de su huevito antes de tiempo. Los comemaíces se turnaron para andarlo pegado a su pecho, para que con el calor y la suavidad de sus plumas cafecitas se sintiera seguro y calientito y pudiera crecer y así fue. Cuando supieron que Papá y Mamá vendrían pronto, le dijeron al Patito Chiquitito que pronto los conocería.
Los comemaíces alistaron las cositas del Patito Chiquitito, le dieron un beso y un abrazo, y lo despidieron sonrientes. A Papá y a Mamá le dieron muchas fotos del Patito, su primer pañal, su primer chuponino, su primera ropita. El Patito Chiquitito se vino con Papá y Mamá, a vivir a su casa, con su familia. Pero nunca se olvidará de los comemaíces y de todo lo que hicieron por él, ni del pueblito donde pintan carretas con colores vivos como sus carcajadas de bebé.
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