En estos días, basta con leer el Twitter criollo para entender porqué tuvimos una Guerra Civil en 1948, porque en un país que hasta hoy, 70 años después, donde todos nos conocemos, somos familia o tenemos por lo menos a una persona en común, fuimos capaces de matarnos entre nosotros, de traicionarnos entre nosotros y perseguirnos entre nosotros.
A nadie le importa la tragedia de los cubanos, salvo a los periodistas y no sabe uno si es para salir en la sección de internacionales o para rellenar espacio o por llevarle la contraria a Cuba, una especie de pasatiempo nacional. De todos modos, desde los años treinta, decía el mismísimo presidente de la república que en Costa Rica hay solo tres estaciones: La lluviosa, la seca y la del pleito con los nicas. Otros que están felices porque casi nunca ven conflicto son los de la Cancillería. Se les nota en sus declaraciones a la prensa, cuando dicen que dan un colchón en el suelo, café con leche y repostería a los cubanos porque a Costa Rica se le conoce en todo el mundo por su respeto a los derechos humanos de todos. Lo mismo que le repitió el Ministro de Comunicación nada menos que a Silvio Rodríguez en un ameno intercambio epistolar virtual:
“Somos respetuosos y garantes de los derechos humanos”
La frase les quedó incompleta a los dos. Le faltó: “… excepto de los homosexuales”. Pero todo tico sabe que ante las visitas, uno disimula y que la ropa sucia se lava en casa.
El pleito se ha centrado en los sirios que ya no están en Costa Rica, pero que estuvieron cinco días y nadie se dio cuenta de nada. Empezando por las autoridades migratorias, que se excusaron diciendo que es que el sistema de detección de pasaportes falsos estaba desconectado hace un año. Ante el clamor público, se reconectó y entrar al país pasó de un puravida y muchas gracias a cuatro horas de padecer una fila.
Que si son terroristas, que si no. Que si los pasaportes eran falsos porque eran un pdf o si eran reales y los falsos eran los dueños. Que si son del ISIS o son víctimas de la guerra. Que para qué vendría un Sirio a parar a este cafetal pudiendo irse a disfrutar los goces de Europa. Que si somos un blanco del estado islámico o si llamamos la atención a la pura bulla. Y la chimazón de que hayan sido los centroamericanos y no nosotros, los que detectaron el enredo, dejándonos en el absoluto ridículo internacional. Y nosotros, que siempre nos hemos sentido superiores y mejores que el resto de los países del área.
Para rematar, a los tres días, encontraron y detuvieron a una siria con todo y pañuelo en la cabeza, que solo habla inglés y árabe y ahí ardió Troya. Se hospedaba a 25 metros de la embajada de Arabia Saudita, muy raro todo eso de que una mujer musulmana viaje sola. Se sospecha que venía con los otros cinco sirios, pero se quedó atrás, nadie sabe porqué exactamente. En la cámara se ve que dejó pasar a cuatro en la fila esperando que la atendieran en un counter específico, probablemente con coima de por medio. Viene desde Argentina, pasando por Perú, pero tenía pasaje de vuelta a Madrid, ¿para qué iba a dar toda la vuelta por América si para donde va es Europa? Y la respuesta única de los analistas criollos: Su objetivo era hacer explotar un avión de Iberia con 370 pasajeros en pleno vuelo.
Ardieron las redes, también, con insultos, arrebato de banderas, reclamos de porqué pide paz para Siria en Facebook y se jala las mechas en twitter por la invasión de esos pseudoterroristas. Que no se vale sufrir por París ni alardear con el selfie con la Torre Eiffel de fondo, y que primero habría que sufrir por un montón de africanos, muertos también, aunque ni siquiera podamos ubicar los países en el mapa. Que si la derecha o la izquierda tiene la exclusividad de las banderas de igualdad, derechos humanos y cosas buenas en la vida. Que qué hablás vos si todos sabemos quién sos y cómo te ganás la vida y así sucesivamente hasta que todos los que nos conocemos estamos agarrados del pescuezo con alguien más, sonriendo pasivo-agresivamente, gritándole a Pedro para que oiga Juan e insultando a punta de indirectas muy filosas todas.
Y de repente pasan cosas que lo hacen entender a uno porqué la guerra duró apenas dos meses y porqué la gente optó por olvidar y los resentimientos los dejaron para el día de las elecciones y para los chistes mordaces.
Recién el jueves falleció Gerardo Cruz, el muchacho valiente que filmó a uno de los tantos sátiros que caminan por las calles de San José, este iba grabando a una muchacha por debajo de su falda. Al día siguiente de que hizo pública la denuncia, lo apuñalearon. Estuvo en coma muchas semanas, y luego abrió los ojos y todos celebramos y con el mismo entusiasmo se nos olvidó que existía hasta que esta semana nos avisan que lo terminó de matar un infarto.
La policía dice que no pudo encontrar vínculos entre el video de Gerardo y su ataque. De hecho creen que se trata de un asalto al que Gerardo se resistió y lo apuñalearon. El sátiro ahora dice que no iba grabando, que lo suyo es un problema de sobrepeso y le queda apretado el pantalón y por eso llevaba el celular en la mano. Lo demás, son malas interpretaciones de cloacas mal pensadas.
Las redes pararon en media trifulca para rendirle tributo a un tico cualquiera, que hizo lo correcto, que quería un país mejor donde se respete a las mujeres, que tenía una esposa y viene de camino una hija. Un muchacho sencillo que fue a una escuela y a un colegio público, con su trabajo, que pagaba impuestos y aporta al sistema de seguridad social que hizo todo por mantenerlo con vida. De una familia humilde y unida, con tías que lo iban a ver al hospital todos los días y guardaron silencio cuando la cosa se fue poniendo peor todos los días.
Es que una cosa es pelearse a muerte por tonteras y todos estamos conscientes de eso y otra cosa es cuando se pone la cosa seria y en el país más feliz del mundo hay que volver los ojos hacia adentro y hacer los cambios que haya que hacer para que lo siga siendo.
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