Todo el mundo le dice Q. Todos los del mundo de él y de los mundos que nos cruzamos con el de él. El de él es un club de Toby, donde casi todos son hombres y las mujeres somos o entrenamiento o sorpresa cuando aportamos algo que importa. Por lo demás, todo se resuelve como lo resuelven los hombres de vieja escuela.
Q es bajito y llevadero. Tiene un tono de voz agradable. Aun en las reuniones más conflictivas siempre tiende a conciliarlo todo. Sabe mucho y logra explicarlo en sencillo. Es un hombre humilde y agradable que escucha, pone atención, es respetuoso. Nunca se exalta. A mí me gusta reunirme con él. Siempre aprendo algo.
En todos los mundos se cuenta la misma leyenda urbana. Q se casó con una mujer que adoraba y tuvieron hijos. Y luego vino el cáncer y la fue destruyendo a ella. Y Q la cuidó toda la enfermedad. Y cuando ella murió, quedó de papá soltero y en lugar de buscar a alguien que le terminara de criar a sus hijos los crió él. Les cocinó él. Les planchó él. Los llevó a la escuela, les corrigió las tareas, los acompañó a los actos cívicos, él. Le habló a las hijas de reglas, de brassieres, de hombres y las cosas que un hombre les iba a decir un día y cómo saber si era cierto o si solo parecía. Las acompañó de compras y les escuchó chismes, temores, resentimientos.
Q no iba a tomar guaro, porque tenía que irse a la casa a alistar comida. Q no se quedaba tarde en la oficina porque había que ir a recoger notas. Q rechazaba reuniones si le chocaban con la cita del pediatra, del dentista, del club de futbol, del ballet, del salón de belleza. Q se ponía delantal. Q hacía trenzas francesas. Q ponía mentiolei en los raspones de caídas.
Todo el mundo de todos los mundos sabía que Q había escogido ser papá soltero por amor, aunque le sobraran candidatas dispuestas a casarse con semejante partidazo.Por amor, sí, porque no quería exponer a sus hijos al dolor de volver a perder alguien uan segunda vez. Y sabían porque Q lo contaba abiertamente y sin pena. No disimulaba ni mentía. Las cosas eran como eran.
Nadie entendía como Q, tan hombre, había hipotecado tantos años su virilidad y su vida por esos chiquillos y se había quedado solo por ellos, hasta que los vio a todos profesionales y graduados. ando cada hijo hizo su vida, Q empezó a retomar la suya. Muchos, del mundo de él y de los otros mundos, ponían en duda esa supuesta dedicación y aquel cacareado celibato y le apostaban a la doble vida de Q como única forma de mantener esa utopía.
Hoy, en una reunión, 3 nos quejábamos de un colega de Q y le decíamos “Es que él es de la vieja escuela”. El lo defendía “Yo también. Me gradué de la U hace 38 años”. “No Q, usted es de la vieja escuela, pero a diferencia de él, usted no es machista”.
Yo recordé la leyenda. Por supuesto que Q no era machista. Todos sabíamos la historia de la esposa, el cáncer, los hijos, los años, la vida.
Se quedó pensando. Cuando piensa cruza los brazos, y se coloca un dedo sobre la boca ve hacia el techo “Ustedes tienen razón- nos dijo– Lo que pasa es que en casa éramos seis. A mí me criaron 3 hermanas y mi mamá. Yo aprendí a lavar, a planchar, a cocinar porque si a ellas las ponían a hacer eso, yo también lo hacía y aprendí. Además mi compañera trabaja en temas de género, así que me tienen bien entrenado. Yo jamás pude haber sido machista. A mis hermanas Dios guarde tratarlas como mujeres o como inútiles. Me mataban” Sonrío y volvió a la posición de pensar y concluyó “Lo que pasa conmigo, y ahora me vengo a dar cuenta, es que el alma que yo tengo es de mujer”
Yo supe, entonces, que la leyenda es cierta. Y quise darle un abrazo, pero me aguanté como los machos.
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