Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Mi dedito

desde la isla de

Han seguido los ataques de ansiedad, menos intensos, pero siempre ahí. Me despiertan de repente, como levitándome en el aire y dejándome caer de repente. Las réplicas de un terremoto emocional.

Recibo un correo y me pongo helada y siento el hueco en el estómago y me pregunto si valgo la pena y me da vergüenza ser tan débil. Si debería tomar mis gotas. Todo a la vez.

Ayer, en medio de esa desolación interna, recordé cuando me chupaba el dedo. Básicamente toda la infancia y parte de la adolescencia. El pulgar de la mano derecha, directo a la boca, cuando me acostaba a dormir.

Era mi consuelo. Tanto, que aun se me ve la deformación que me provoqué en el pulgar derecho.

Me pegaron, me pusieron chile en el dedo y en la boca, me ridiculizaron en privado y en público, me advirtieron que chuparme el dedo me estaba deformando los dientes y que se acabaría la fiesta cuando me pusieran los frenillos.

No recuerdo el día exacto que dejé de chuparme el dedo. Sí recuerdo el terror que me daba pensar que los cables y alambres de los frenillos me destrozara el dedito. Simplemente pasó. Nunca más me lo metí a la boca.

Ayer me habría venido bien hacerme un puñito en la cama, cerrar los ojos y meterme el dedito en la boca y chupar, hasta quedarme dormida.

Fediverse Reactions

Gotitas de lluvia

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