Ya iniciamos el largo regreso a casa. Llegamos a Leipzig en un ICE, cada uno en su campo, con suficiente espacio para las piernas y las maletas, sin gente de pie, peeero… en el vagón familiar. Hay un vagón de silencio absoluto. Hay otro donde es prohibido usar cualquier aparato electrónico. El de familia es como ir en una clase de kinder durante la duración del viaje.
Puntos positivos: Pato conversó en alemán con el papá de un bebé, fue solito a carro cafetería y le regalaron un juguete y en general, justo ahora que empezamos a irnos, se suelta mucho más. Lo mismo me pasa a mí.
También me pasa que me imagino la ciudad de Bach, Mendelssohn, 20 premios Nobel y la cuna del movimiento de marchas pacíficas que supuestamente se coronó con la caída del muro como una cosa enorme y extensa.
Pero no. Es chiquita. Encerrada dentro de un anillo de calles que marca la vieja muralla. En dos horas la recorrimos completa, comimos helado, dejé perdida la jacket de Pato en un parque, la recuperamos, almorzamos y vimos lo que hay que ver.
Aquí casi no hay inmigrantes, asumiendo que los estudiantes de sus famosas universidades, que pre datan la llegada de Colón a Costa Rica, no cuentan como eso. Hay muchas personas que vienen de visita un solo día y les sobra tiempo.
Está la iglesia donde se hacía la oración de los lunes pidiendo por la paz y que llevó a las manifestaciones con velas de 70 mil personas por semana (aquí viven 500 mil). La historia oficial fue que al ver la cantidad de gente protestando, la DDR no se animó a reprimirlos. No me lo creo. Ya lo que iba a pasar estaba en proceso.
Está la iglesia donde Bach tenía a los chicos de su coro. La casa de Mendelssohn. Es la ciudad nativa de Wagner, que era el soundtrack favorito de los nazis. Sus universidades se especializan en música y en humanidades. Aquí hubo mucho exiliado chileno.
Nos topamos con una feria. La versión del movimiento hippy de los alemanes es una mezcla rara entre festival renacentista-medieval, brujas, celtas, elfos, hadas y vikingos. Y de esto es toda la feria. Hay puestos para aprender a trabajar la madera a la vieja usanza, salchichas, por supuesto, ropa de princesa medieval, todos los condimentos en versión natural sin modificación genética con etiquetas en letra gótica, puesto de curaciones con matas, puestos de comidas locales indescifrables, cadenas, aretes, talismanes, etc. Muy raro todo. Como estar en un mariposario, pero de gente muy blanca.
Pato corrió en los parques con los chiquillos, correteó palomas y en general se ha divertido muchísimo.
El hotel definitivamente era antes apartamentos, porque de nuevo tenemos dos cuartos enormes y hasta una pequeña cocina. Pero como hoy es feriado, estaba cerrado el bio supermercado y no pude ir por los ingredientes para hacer un pinto bien hecho.
Creo que nunca había experimentado la primavera así. Todo verde, todo floreado, el sol, la brisa, la alegría de la gente, la gente en la calle. Entiendo, finalmente, porqué se le considera como la época ideal para el amor. Ayer además leí que los únicos animales presentes en la crucifixión fueron un conejito y un patito. No sé de dónde sacan eso porque no salen en ninguna pintura, pero me imagino que le da la base cristiana a la celebración de la pascua.
Mientras en casa se alistan para almorzar, aquí apenas se está poniendo el sol. No hay montañas cerca, así que es como verlo en seco. Brilla pálido e intenso.
Mañana volvemos a Berlín.
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