Desde siempre, Pato me ha tirado besos desde cualquier lado. Basta que me vea o que le haga una trompita para que lo haga. Siempre. No importa el lugar, la hora, el escenario, la condición.
Hasta el viernes. El estaba en la clase de natación, con Jimena, que es casi de la misma edad, pero que cuando le toman una foto hace pose de modelo internacional.
Venían haciendo patada con tabla. A mí me quedaban de frente. En automático, le hice una trompita a Pato.
La sorpresa fue que en lugar de un beso, me hizo señas disimuladas mientras volvía los ojos hacia Jimena.
Y no hubo besito.
Cuando lo esta secando le pregunté qué había pasado. Que porqué no quería tirarme besitos. Me abrazó y me dio muchos, muchos besitos.
Todos mis besitos son tuyos, mami. Pero frente a Jimena, no.
Le dio pena mandarle un besito a Mamá frente a Jimena. PENA.
La pre-adolescencia se acerca con pasos de animal grande
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