Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Día 5. Fiordistán

El Padre Invierno es real. Un ser vivo cruel y de mal carácter . Levanta ventiscas de repente en los caminos de las montañas y solo se ven los palitos fosforescentes para no irse en un guindo. La carretera nacional es a la tica, un carril en cada sentido, pero al menos no tiene huecos. Se espera a que pase la barredora para iniciar de nuevo. Pone hilos de nieve a bailar frente a los conductores. Te marea cuando todo alrededor es absolutamente blanco.

Tengo una contractura de 120 minutos a oscuras, bajando santos para lograr salir de este laberinto blanco.

Se pone de acuerdo con la culpa cristiana y hoy, Viernes Santo, aniversario tropical de mi blog, todo aquí está cubierto de nieve y cerrado, salvo una pizzería donde creen que la pimienta negra es un ingrediente más de una pizza y la llevan al borde del envenenamiento. Las banderas están a media asta.

Pero también me concedió un milagro. Amaneció nevando y en el salón de desayuno me volví a encontrar los ojos celeste hielo glaciar, que se sorprendió al verme y no pudo evitar un gesto de sonrisa. A ese lo vimos en el otro hotel- dice Marce. Ah, sí? Yo no me di ni cuenta.

Escucho que es alemán, no vikingo. Es casado y con tres hijos. La mirada no es de admiración. Es de solidaridad ante lo que implica maternar/paternar y encima de viaje. Al menos el mío es solo uno. Uno viaja pensando en dos, la ropa de dos, la comida de dos, pendiente de dos. Al menos en mi caso.

Se abre el camino y el viento baja de la montaña del este a enfrentarse al mar, en el golpe de esas olas violentas e intensas. El viento insiste y el mar resiste. En la cima de la montaña la piedra se ha tallado en el tiempo como los dedos de gigantes que se agarran de la cima a punto de completar ese último paso.

Ayer Höfn me robó el estómago. La capital islandesa de la langosta. Deliciosa comida. Como para volver a quedarse aquí solo para probar los diferentes lugares.

Hoy recorrimos fiordo tras fiordo. Un libro de cuentos de casitas antiguas reforzadas con zinc para el clima, con rótulos con los apellidos de la familia y el año en que se construyeron o llegaron a la isla. Fábricas masivas de preparación de pescado, barcos enormes, redes, puertos. Pueblos de pescadores, pero con oficinas de KPMG, con el primer puesto de intercambio comercial con Alemania y Europa, con historia muy muy antigua.

Vimos muchos cisnes blancos y a sus polluelos, los patitos feos, en aguas heladas. Por eso, tal vez, salen en tantos cuentos. Vimos focas. Los islandeses creían que una vez al año salían del mar, se quitaba su piel y pasaban la noche entera bailando y celebrando como seres humanos, para volver al agua al amanecer. Vimos renos, ahí casuales, como cabras, en esas montañas empinadísimas, casi en ángulo recto, de arena volcánica que van a dar al mar. A esos los hacen en hamburguesa o en albóndigas. Una delikatessen de la zona. Y caballos, muchos, muchos caballos, más pequeños que los que conocemos, lanuditos, tranquilos, reservados. No hay que tocarlos. No vaya a ser que les pegue uno un bicho centroamericano y se pasee en la especie.

A veces llegan osos polares de Groenlandia, que vienen a dar aquí porque se perdieron o los trajo un iceberg. Los devuelven de inmediato, porque no saben cómo tratarlos y pueden afectar el ecosistema isleño.

Qué ajena me resulta la logística del frío. Cómo saber cuál es la ropa adecuada, dónde comprarla. Cuándo salir sin la chaqueta y cuándo ponérmela. Si se la pone uno en el carro o afuera. Cuál es la rutina correcta para no dejar olvidados los guantes y el gorro.

Hoy me di cuenta además, que aquí no hay personas en estado de calle ni gente pidiendo. No hay refugiados. No he visto afrodescendientes (salvo 2) y ningún musulmán, árabe o parecido.

Llegamos al fin al Hotel, a las orillas de otro fiordo. Fue un hospital francés y lo han reconstruido. El hospital fue producto de un naufragio de un barco. Hay una exhibición macabra que recrea sus días pasados y fotos a blanco y negro de todos los que han pasado por estas gradas. Hay un túnel que lleva al edificio del frente para ir al restaurante, donde reconstruyeron los camarotes de ese viejo barco. No tengo dudas de que debe estar lleno de fantasmas y espíritus. Lo siento en la anticipación de mis sueños.

Me dieron un website para ver si los caminos estarán abiertos para seguir mañana hacia el norte, que es a dónde vamos.

Y vos, ¿qué pensás?