Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Día 4. Enfrentada a los elementos

Día 4.

La cena de ayer estuvo mediocre. Es un hotel con una vista impresionante, pero enorme, que recibe buses llenos de turistas y es masivo. Así que el bufet se limitó a comida medio tibia y malona.

El arroz, en particular, fue engañoso. Apenas lo probé sentí en mí la necesidad de levantarme e ir a la cocina a repartir faja y explicar cómo se hace bien un arroz de forma que al menos tenga sabor.

Pato decidió ir a cenar en la ropa interior larga de invierno. No sabe que es el equivalente a ir en calzones y brassier a comer y no le dijimos. El se siente elegantísimo todo vestido de negro y con las botas de invierno.

La mesera resultó ser una española que nos detectó al oírnos hablar y nos contó que ella estuvo entre ir a hacer voluntariado a una finca en Costa Rica o venir a Islandia y bueno, aquí estaba. Se veía genuinamente feliz de poder hablar español con alguien. No le dijimos que esto, con todo y el frío, era mil veces preferible a lo que le hubiera esperado en la patria, empezando por la maravillosa ausencia de mosquitos que hay en este país.

Al desayuno, detecté unos untables de hongos y paprika, entre queso y mantequilla. Me gustó mucho más el de hongos. Es parte de mi plan de probar algo nuevo todos los días.

También detecté  aun descendiente de vikingos altísimo y de ojos azules, que brillan como el hielo viejo de los glaciares y un cuerpo proporcionado. Coincidimos a la cena y al desayuno. Me ve. No sé si con la curiosidad propia del que ve una cosa extraña o con lástima a una mujer que tiene que velar por ella y por su hijo. Tal vez lo vea de nuevo en alguno de los destinos.

Llegamos a un parque nacional, donde hay caminata de media hora para ver un glaciar directo a los ojos. Es corto, sin cuestas, pero con un viento que incluso me empuja a mí y me obliga casi a correr. Fue impresionante esa media hora. A pesar del abrigo, me dolían los oídos, se me congelaron las manos, me lloraban los ojos y la nariz. Media hora antes se me había venido la sangre por la nariz y yo sentía que de una narina me colgaba una estalactita roja y de la otra, una transparente. Sentía agujas en toda la cara y cómo se me partían los labios.

¿Cómo no iban a pensar los seres humanos que los elementos eran dioses? El agua, el aire, el fuego y la tierra, todos con la capacidad de acabar con las vidas de las personas, todos recordándote la fragilidad de la vida humana. Tal vez por eso mismo sabían que la única opción posible era ser uno con la naturaleza, para tratar de contener o gestionar su impacto.

Recordé que los islandeses tienen ese acento porque hablan al inhalar. En este lugar ni el aliento tibio debe desperdiciarse. Recordé que optaron por creer en elfos y trolles para justificar la muerte temprana y trágica de sus hijos, para lidiar con el dolor de una vida difícil. Que supieron que lo suyo era una lucha diaria de sobrevivencia, cuando empezaron a llegar otros europeos y renombraron lo que era su cotidianeidad.

Me concentré en poner un pie frente al otro y en no detenerme hasta llegar al lugar y de ahí devolvernos. No me quejé. No paré de caminar ni un momento. Eso sí, necesito comprarme una máscara de terrorista. Todo para climas árticos y nunca más nada de oveja sintética de promesas falsas.

En la cafetería del Parque, hay rótulos por todas partes diciendo que se prohíbe el consumo de comida que no sea comprada ahí, como la sopita de tomate que me devolvió el alma al cuerpo. Pero la familia de 4 italianos, sacó sus bolsas plásticas con sus burritos y lo acompañaron con el agua gratuita. El grupo de la India llevaba una especie de termos enormes, de donde sacaron una torre de platos hondos de lata, como los almuerzos de antaño, chile y una botella de 2 litros de Coca y todos empezaron a servirse. La cafetería entera olía a curry. Pero nadie les reclamó nada.

El paisaje cambia cada 5 minutos, de nieve, a kilómetros de piedra que asemeja lustre gris, detenido en el momento en que ceso el avance de toda la lava que cayó en la zona. Cuerpos gorditos de muñecos de trapo, desmayados uno encima de otro, tratando de llegar al mar- Encima solo crece musgo. Más allá, un desierto de área negra volcánica. Riscos enormes. Y luego, más nieve. Más montañas. Pueblitos de cuatro casas. Quiero saber cómo son las dinámicas sociales en grupos tan pequeños. Cómo funciona la privacidad. Qué pasa cuando hay vínculos disfuncionales.

En la radio, suena I wanna know what love is. Y recuerdo 1986. Una compañera contándome que su primo hermano le cantaba esa canción y lloraba, porque aunque no lo verbalizaba así, sentía miedo, sabía que eso sería un abuso. Nosotros, en cambio, con apenas 15 o 16 años, sentíamos que era una canción de enamoramiento, sin relacionarla con sexo, entendiéndola como la promesa de sentirse querido, algo tan distinto, como esta isla, para chiquillos privilegiados que se sentían tan solos. Era una canción romántica.

Llegamos a un lago, lleno de nieve y de icebergs, una tormenta congelada, que desemboca en una playa negra, donde los pedazos de hielo se parecen a diamantes náufragos que fueron a encallar allá.

El frío y el viento en ambos lugares era una cosa brava. Pienso en los muchachos del accidente de Los Andes, casi cinco meses en esas condiciones, ellos que no conocían la nieve ni sabían cómo abrigarse y aun así sobrevivieron.

Sentí cierto fresco cuando una turista china resultó empapada por estar haciendo poses con boca de pato tocando uno de esos pedazos de hielo. El mar la atacó por detrás.

Debe pasar también en Costa Rica, pero lo que más hemos visto son turistas. Alemanes, argentinos, gringos malcriados, chinos, japoneses, indúes. Muy pocos islandeses.

Almorzamos en la capital islandesa de la langosta, Hofn. Venden hamburguesas de reno. El fish and chips es delicioso. Lo hacen con bacalao y prácticamente se desbarata solo. Eso sí, no le ponen salsa tártara.

Llegar a cualquier parte requiere de coordenada geográficas. Nadie sabe de Waze y la recomendación es usar Google Maps para todo.

Estamos en un nuevo hotel, en una nueva noche. Mañana seguimos hacia el este. Nos tocan los fiordos.

Y vos, ¿qué pensás?