A nivel gástrico, ha sido una mala semana.
Ya salí del vértigo, pero me quedan como los ecos del mareo.
Me dan arcadas de las náuseas de la nada. Mientras manejo, mientras escribo. Es como un asalto.
Sube el ácido del estómago a la boca en la noche. Se pega como un anzuelo en la parte de atrás de la garganta. No sirve aclararse la garganta ni tomar agua. No lo espanta la tos, aunque tosa 3 horas seguidas y me desvele. Solo lo vence el sueño
Hoy, otra vez, de repente, arcadas.
Ya no me da miedo vomitar. Ni sentir que me vomito.
Me da pereza sentirme como en un mar agitado y ese mareíto permanente.
Me da pereza dedica tiempo a analizar qué comí, qué hice, qué me cayó mal.
Y me agota luchar contra esa voz cavernosa y sardónica que me dice que el cáncer regresó.
Porque racionalmente sé que no es cierto.
Deja un comentario