Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Hola, Dios

No me termino de decidir entre si creo o no creo. Usualmente me siento abandonada por esa entidad divina y me dio cierta paz una vez que leí que la capacidad de tener fe era genética. Lo que explica que nunca he encontrado la forma de convertirme, sentir el amor de Dios o todas esas cosas de la gente que genuinamente cree, tiene fe y lo siente.

A la vez, mucha gente diría que soy un ejemplo de milagros: dos veces me han encontrado distintos cánceres justo a tiempo, pasé una quimioterapia casi sin consecuencias, me repongo rápidamente de cirugías, y, sobre todo, tengo a Pato.

A veces me da por rezar. Y, siempre, recordando a la abuelita de Calufa, lo hago en palabras sencillas, como quien llama o habla con alguien que conoce pero que no comparten con frecuencia, ambos sabiendo que la puerta está abierta.

Han sido semanas duras, sin tregua. Un caso que se complicó, un cliente que se fue, una amiga en apuros, otra que finalmente descansó de su dolor, pero sobre todo, los exámenes para saber si el cáncer volvió.

Entonces, en la noche, cuando ataca el insomnio y me despierto bañada en sudor frío, en mi cabeza empiezo: Hola Dios. E inmediatamente siento que la frecuencia mental cambia, a una mucho más relajada.

«Hola Dios»

No le pido nunca milagros. Le pido guía, le pido fuerza, le pido sabiduría, le pido que pueda soportar lo que venga.

Por ratos parece que me escucha. Por ratos.

Y vos, ¿qué pensás?