Soñé que volvía a la Universidad, a esta edad. Quedaba cerca de la UCR. Pero un día cualquiera nos dijeron a mis compañeros y a mí que se habían pasado a un lugar más trendy al que nos costó llegar.
Era una mezcla entre un centro comercial, Disney y Harry Potter. Lograr llegar a las aulas era una hazaña de recorrido de corredores y escaleras. Lo único claro y bien identificado eran los diferentes bares y restaurantes para los estudiantes.
No había mapas, ni guías y a todas las clases llegaba tarde. Enormes auditorios, llenos de tecnología, con los mis profesores.
No me me gustaba esta universidad privada.
En cambio, el papá de mis compañeros, que nos llevaba a todos en su carro y me miraba por el retrovisor sonriendo, sí.
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