Después de casi dos años volvimos a poner la foto de mi papá en la casa, arrinconada por dos traumáticas experiencias de remodelación demasiado seguidas.
No fue lo que quería, pero quedó en el pasillo que lleva a los cuartos. No sé cuántas veces paso por ahí al día.
Pero ya noté que para el final del día, cuando paso, siento sus ojos y sonrío. Lo siento conmigo
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