Éramos una escena de película para toda audiencia, los cuatro en la cama, incluyendo al perro, risas, cosquillas, bromas.
Entró la llamada: Hijo, vente para el Hospital. Perdemos a tu hermana
Pato y yo quedamos en una espera extraña-
Luego entró el mensaje: Dani murió.
Me senté con Pato y viéndolo a los ojos traté de explicarle. Dani estaba muy enferma. El cuerpo ya no le aguantó más y se fue quedando dormida. Dani murió.
Lloró un poquito y nos abrazamos. Luego me pidió permiso para hacerse un huevito.
Otra vez lloró y marcó el formato que vendría en los días siguientes: llamar a Dani, muchas veces. Preguntar porqué.
Pasaron horas. ¿Cuándo viene papá? No sé. Más llanto. Más preguntas.
“¿Ahora tendremos que ir a sembrar a Dani al Cementerio?” No. Y explicarle qué es una cremación.
Decidimos que no vería el cuerpo. No habría despedida. Igual que yo.
“¿A dónde está la gente que se muere, mami?” Se quedan en el corazón y en los recuerdos. Eso nunca desaparece. Si cerrás los ojos la podés ver y oír en tu mente y recordar todas las cosas bonitas que hacían juntos. Si la recordás con tu corazón, vas a sentir lo mismo que sentías cuando la veías, esa alegría, ese amor. Eso nunca se va.
“¿Por qué el cuerpo de Dani dejó de funcionar, Mami?” No sabemos. De verdad que no sabemos y lo que sabemos es tan poco… ni siquiera tenía idea del diagnóstico. Yo tampoco entiendo. No me morí yo, con un T4 de cáncer gástrico. Ni Waweli con ese tratamiento demoledor para el linfoma. Fue Dani. No se vale. No está bien.
Veamos tele. Todas las caricaturas que querrás. Hoy no hay límites. Dale, todas las caricaturas. Yo, mientras tanto, googleo y me sorprendo y entiendo tantas cosas. ¿Cómo podíamos saber por lo que estaba pasando? ¿O que tanta cosa molesta era un problema orgánico? Con qué facilidad juzgué. Me arrepiento, sí, pero ya para qué?
Papá llegó casi al final del día, agotado. Nos abrazamos y lloramos en la puerta. Vos te lo llevaste al cuarto, a hablar de hombre a hombre. Oí a papá decirte casi lo mismo que yo te había dicho antes.
“Papi, no te preocupes. Un niño en la escuela me dijo que el Niñito Dios hizo una promesa y que todos los que se han muerto, los vuelve a la vida”
Papá trato de explicarte la irremediabilidad de la muerte.
Más llanto “Dani, Dani”
Al día siguiente fuimos a visitar a los abuelos.
Yo no quise decirte, que la casa seguía llena de ella. Que Dani seguía ocupando los espacios, en la mesa del comedor, en la cocina, en el jardín en el pasillo. Que podía oírla, verla, a través de las capas transparentes del tiempo.
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