Papá: Pato, si sigues en esa habladera y ese alboroto, vas a asustar a los peces y se van a esconder.
Pato: Ah… bueno. Entonces me voy
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Muchos estaban ilusionados con la idea de pescar. Pocos estaban claros que al sacar al pez, la cuerda corta el dedo, hay que agarrarlo con las manos, empieza a ahogarse por estar fuera del agua, hay que sacarle el anzuelo- está sufriendo- matarlo, abrirlo, destriparlo y luego cocinarlo para comerlo. Traumático para niños que no tienen claro que matamos lo que comemos y que no tienen esas muertes como parte de sus vidas protegidas.
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Muchas familias solo con la mamá. Las mamás sabemos hacer muchas muchas cosas. Pero usualmente no sabemos pescar. Algunos papás. Pero sin esas habilidades de sobrevivencia que se requerirían para un futuro apocalíptico nuclear. Su hombría definida por carros de marca y habilidades deportivas. Desfilan asqueados para el baño a lavarse las manos después de tocar escamas.
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El niño que golpea a todos, que dice malas palabras, que castigan todos los días y llora. Es de los más pequeños, pero es enorme. No habla bien. Se nota que es tosco en sus movimientos. Todos le huyen, menos uno. Hay uno que juega con él, es al único que no le ha hecho nada. Ese uno juega con las niñas y las defiende cuando se arman bandos. Los papás del niño problema lo persiguen por todas partes, atentos a que no haga daño
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Hay otro, más grande. Un hermano mayor de un matrimonio previo. Nos reconocemos en la mirada triste, en no sentirse parte, en sentarse a un lado, en saberse distintos. No es que lo tratan mal. Es que simplemente, a veces no es lo mismo y a los adultos no les importa.
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Pato no se baja del brinca brinca ni siquiera para comer. Tres veces le llamo la atención. Dos porque entre brincos juegan a las luchas y tenemos una pinky promise de no jugar a eoss juegos ni de golpearse, porque dicen las maestras que los demás lo siguen. Y otra, porque una de la chiquitas cae a la lona y por jugar, le da nalgadas. Los cuerpos de los demás NO SE TOCAN y mucho menos sin permiso. NUNCA. Desde siempre me angustia que llegue a ser ese tipo de hombre. Desde siempre lo corrijo.
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Hay techo de zinc, pero no hace tanto sol. Hay un pavo real blanco. Hay gansos escandalosos y también carracos. Las sillas son duras. La comida, toda frita. Hay un estanque con peces Koi enormes. No hay patacones. No hay nada que hacer salvo hablar con otros papás de cosas pequeñas: qué grandes que están, cuándo es la reunión, qué hay que llevar, qué les hacemos para fin de año, quién es ese niño grande, porqué anuncian con tanta anticipación los cumpleaños, qué problema con aquel que les pega a todos, el mío le tiene miedo.
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Muchas familias se van temprano. Hay fiesta de Halloween en el condominio. Hay galletas y quequitos de Halloween en el paseo. Me reconforta vivir en una casa vieja, sin vecinos, sin compromisos sociales, sin disfraces, sin plazos
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En la noche, empieza el incendio en el estómago. Volvió el cáncer y lo sufro como si fuese cierto. A veces es agotador pensar todos los días que me estoy muriendo y la vergüenza de saber que yo sé que no es cierto. Con unas galletas soda se calma, poco a poco. Y una pastilla, claro. Estuve sentada todo el día, pero sin embargo, me canso.
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