Cojo la bolsa de nadar. La subo al carro. Llego a la piscina. Me bajo. Bajo la bolsa. La pongo en una banca y veo como una pelusa negra agarrada de la malla de la bolsa. Cuando me acerco- porque ya no veo de cerca sin anteojos- le veo cola y pienso que será un ratoncito muerto. La sacudo y esto cae al suelo.
Cuando salgo de nadar, ha hecho un giro de 180°, mueve las orejas y me hace trompitas. Posa para la foto. Que quiere aplicar para mascota de Pato, dice.
En simultáneo, en mi noche interna, se disipa la niebla y el hombre elegante de capa y ojos oscuros me extiende una mano muy pálida. Sus ojos tan oscuros. Su sonrisa triste, antigua. Lo escucho, desde mis adentros “Te ofrezco la vida eterna. La otra vida eterna”
The night is dark and full of terrors. Si viviera en Europa, me perdería de estas experiencias tan tropicales. En su defensa, estaba todo aturdido. No es mornin’ vermin. Por dicha no se alborotó en el carro.
Ni asco, ni miedo. Tal vez un poco de añoranza. Solo eso
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